Han ganado todos y todos han de
tener premio.
Esta
frase que Lewis Carroll puso en boca de un dodo en su genial obra Alicia en el país de las maravillas
sirve como pretexto para el inicio de este ensayo, titulado Contra el contexto de justificación, pero
que podríamos haber llamado Contra el
relativismo, pues los aspectos éticos que suscitan la frase han ganado todos y todos han de tener premio
son sutiles y complejos; pues a la hora de repartir premios tendríamos que
tener en cuenta los condicionantes particulares de los participantes en el
juego, o bien dar el mismo premio a todos sin atender a condicionalidad alguna,
a todos por igual de forma universal. Lo que directamente nos lleva hacia la
discusión: o bien existen principios y valores absolutos o bien, al contrario
de esa posición, todo principio y valor es relativo. Esta discusión ha
atravesado la historia de la filosofía, pues ya Sócrates y Protágoras
mantuvieron posturas encontradas al respecto.
Los
seres humanos hemos evolucionado en un sentido que nos ha proporcionado un
cerebro que nos permite tomar decisiones y expresarlas por medio del lenguaje;
dichas decisiones se ven oprimidas por unas tenazas cuyos brazos son la
libertad y la justificación, es decir, que somos libres de realizar una acción
concreta, pero debemos justificar la elección de esa acción, no ante uno mismo;
sino ante el conjunto de la sociedad donde se desarrolla la acción.
Esto
nos lleva a plantearnos: ¿cómo justificar nuestras acciones ante los demás? Lo
que supone generar una ética relativista, que plantea la resolución de los
conflictos de intereses que se dan en una sociedad, partiendo de un
contextualismo que tiene en cuenta la situación particular del conflicto en
cuestión; o bien generar una ética universalista, que justifique nuestra toma
de decisiones por adecuarse estas a unos principios previos a la emergencia del
conflicto de interés, principios a priori que están fuera del contexto donde
surge el conflicto y que son de uso general.
Han ganado todos y todos han de
tener premio.
Si
analizamos la frase de la que partimos, tendremos que plantearnos: ¿qué clase
de juego es aquel en el que ganan todos los participantes? ¿Quiénes son todos
los participantes? ¿Qué clase de premio han de recibir todos? ¿Es igual el
premio para todos? Si todos los participantes son iguales y todos reciben igual
premio, ¿cuántos participantes y premios hay? Porque si todos son iguales, ¿hay
más de uno?
En
un instante, partiendo de una simple frase, surgen innumerables preguntas que
nos llevan a adoptar un posicionamiento ético para resolverlas. Las cuestiones
éticas son cuestiones filosóficas y toda cuestión filosófica es una cuestión de
lenguaje; por tanto, para resolver cualquier pregunta, debemos partir del
lenguaje.
Este
ensayo, Contra el contexto de
justificación trata de exponer dos visiones diferenciadas sobre la
importancia del contexto en la toma de decisiones, es decir, una visión
relativista que valora los hechos en su contexto o una visión universalista que
desprecia el contextualismo relativista. Como hemos anunciado con anterioridad
que cualquier problema filosófico es un problema de lenguaje y dado que somos
hijos de nuestro tiempo, en lugar de remontarnos a la Grecia Clásica para
dilucidar lo que es una postura relativista frente a una universalista,
partiremos desde la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, conectando su giro
pragmático-lingüístico con Richard Rorty, partidario del contexto de
justificación, y con Habermas, contrario al contexto de justificación.
Así
pues, este ensayo consta de cuatro epígrafes:
1.
Wittgenstein: Juegos y reglas del
lenguaje. (En este epígrafe se explicará el modo en que las personas usamos el
lenguaje, según Wittgenstein).
2.
El contexto de justificación. (En este
epígrafe veremos cómo Rorty defiende el contexto de justificación).
3.
Contra el contexto de justificación. (En
este epígrafe trataremos la posición de Habermas sobre la problemática del
contextualismo).
4.
Conclusiones. (Finaliza el ensayo con mi
visión sobre el tema tratado: el contexto de justificación).
1. WITTGENSTEIN: JUEGOS Y REGLAS DEL LENGUAJE
43. Aplicada a una gran cantidad de
casos -aunque no a todos- en los que nos servimos de la palabra “significado”,
este puede definirse del siguiente modo: El significado de una palabra es su
uso en el lenguaje.
En
este epígrafe de Investigaciones
filosóficas, Wittgenstein expone que para asimilar el significado de una
palabra, debes prestar atención a cómo es usada esa palabra por la comunidad de
hablantes en los contextos en que la utiliza. Resulta de capital importancia
tener muy claro que el significado reside en el uso, pues de ahí se deriva la
importancia que tiene para el conocimiento del significado de una palabra, el
observar cómo es utilizada por los hablantes en sus conversaciones. La conversación
es el contexto y el uso del lenguaje, en ella se dirimen nuestras intenciones,
nuestras pasiones, nuestras formas de vida; pues hemos evolucionado en un
contexto conversacional.
Los
seres humanos adquirimos el lenguaje mediante la interacción con el medio
ambiente, con el medio social; pues la lengua es un instrumento de interacción
social. Las personas somos hablantes, seres conversacionales que hemos
evolucionado y desarrollado una herramienta útil, el lenguaje, para cumplir
objetivos por medio de la interacción social entre individuos. La función
elemental del lenguaje estriba en establecer la comunicación entre individuos.
Esta comunicación es una actividad de interacción y una actividad dinámica que
permite el trasvase de conocimientos y la permuta de creencias.
23. Aquí la expresión “juego
lingüístico” se destina a destacar el hecho de que hablar un lenguaje forma
parte de una actividad, o de una forma de vida.
En
este pasaje de Investigaciones
filosóficas, Wittgenstein nos aclara el significado de juego lingüístico,
que no es otra cosa que una conversación. Dos personas (como mínimo) que están
inmersas en un contexto vital, es decir, que conviven en un espacio-tiempo
concreto realizando su vida, sus obras y que intercambian entre sí pareceres
por medio de proposiciones, están generando un juego lingüístico. Existen
tantos juegos lingüísticos como formas de vida, como conversaciones.
Hemos
de recordar que el lenguaje no tiene fines más allá de la operatividad
intersubjetiva, es decir, que el lenguaje se utiliza para el intercambio de
conocimientos, para la interacción social; por lo que los límites del lenguaje
son los límites del mundo. Puesto que nuestro mundo es conversacional, la
representabilidad de una proposición inserta en un juego lingüístico, no añade
ni más ni menos conocimiento de esta proposición; sino que es su uso dentro del
juego, de la conversación, lo que añade conocimiento a esta; de modo que
podemos afirmar que el conocimiento de una proposición, la verdad de esta,
reside en la operatividad de la misma, en su funcionalidad. Christensen en su
obra Teoría del significado, asevera
que es así, que la verdad es funcional, si el uso de una proposición inserta en
un juego funciona, es decir, que es comprendida por todos los partícipes en el
juego; entonces dicha proposición es verdadera, desde el punto de vista operativo.
Esta última aseveración tiene como consecuencia el ver la verdad como producto
de la operatividad, de la funcionalidad dentro del propio lenguaje; que se
construye por medio de juegos lingüísticos, que son formas de vida. Esta es la
razón por la que no podemos usar proposiciones a nuestro antojo, sino que deben
circunscribirse a las formas de vida de los jugadores, al modo en que el
conjunto de jugadores desarrolla el juego lingüístico; por ejemplo, no usaremos
la proposición “el cuarto lado del triángulo es el de mayor longitud”; porque
el resto de jugadores no nos entenderían. La funcionalidad de esa proposición,
su operatividad, es nula; por lo que es falsa, desde el punto de vista
operativo. Leamos el siguiente pasaje de Investigaciones
Filosóficas:
297. ¿Cómo hago, pues, para usar una
palabra siempre en forma correcta, es decir, significativamente; siempre
atiendo a la gramática? “No; el hecho de que quiera decir algo –lo que quiero
decir, me impide expresar un sin-sentido”.
– “Quiero decir algo con las
palabras”, significa aquí: sé que puedo
aplicarlas. Sin embargo puedo creer que es posible aplicarlas y podría ocurrir
que estuviera equivocado.
La
existencia de proposiciones falsas, desde un enfoque operativo, nos invita a
que tengamos en cuenta la existencia de reglas que actúen en el desarrollo de
los juegos del lenguaje. Las reglas conducen, dirigen a los juegos para que
estos se resuelvan; para que la operatividad, la funcionalidad del juego no se
vea ofuscada por el uso de proposiciones disfuncionales, que pudieran
entorpecer el desarrollo del juego lingüístico, de la conversación.
Teniendo
en cuenta que cada juego es diferente del resto, porque todo juego se
desarrolla en un contexto y este se da en el espacio-tiempo, por lo que cambia
constantemente; no podemos afirmar que pueda existir una regla que sirva para
dirigir todos los juegos del lenguaje. Cada juego tiene su contexto y es dentro
del propio juego que se generan las reglas que dirigen ese juego en ese
contexto concreto para que su desarrollo, para que el juego del lenguaje sea
operativo, funcional y nos conduzca a buen puerto. Las reglas emanadas del
propio juego no son formulables, pues no son previas al desarrollo del juego. Las
reglas no son normativas, ni válidas para todo tiempo y lugar; porque las
reglas nacen y mueren en cada juego del lenguaje. Cuando muta el contexto, muta
el juego y mutan las reglas del juego, pues, las reglas del juego se amoldan al
juego, surgen en el instante en que se juega y la práctica del juego genera unas
reglas que se adaptan al juego y adquieren validez para los jugadores por su
aplicabilidad en el juego que se está desarrollando.
2. EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN
Han ganado todos
y todos han de tener premio.
La
frase del dodo nos incita a seguir planteándonos preguntas, así que no la
perdamos de vista y entremos de lleno en la cuestión de fondo que subyace en
este ensayo.
En
este epígrafe comentaremos la postura relativista de Richard Rorty, en el fondo
el problema es que en filosofía debemos dirimir el problema de la verdad. Si
pensamos como Rorty que la verdad es relativa, tendremos que asumir que nos
encontramos en un contexto de justificación, es decir, que no existe
correspondencia entre proposición y verdad, que los hechos no se adecuan a una
verdad independiente del contexto donde surgen los hechos, por ello se denomina
contexto de justificación a aquel que entiende que la verdad resulta del
acuerdo entre pares, como mínimo dos, pero que pretende la inclusión de más y
más pares; para ello tan solo debe establecerse un diálogo constructivo que
culmine con un acuerdo que permita a la sociedad resolver sus conflictos, que
siempre están enmarcados en un contexto. La verdad, pues, es un acuerdo inter
pares.
Partamos
del siguiente hilo: los conflictos de intereses, las interacciones sociales,
surgen en un contexto; estos conflictos contextuales generan problemas morales;
de estos últimos, nace la ética como disciplina de la filosofía que se encarga
del estudio de los valores morales; por tanto, todo problema moral es un
problema ético y por ende un problema filosófico y, como vimos anteriormente,
todo problema filosófico es un problema de lenguaje y, siguiendo a
Wittgenstein, el lenguaje son juegos de lenguaje.
Rorty
asume los presupuestos pragmáticos de Wittgenstein y confecciona el contexto de
justificación que se fundamenta en la asunción de una verdad conversacional,
que emana del diálogo inter pares. Los juegos del lenguaje se dan en un
contexto, pues son formas de vida; esta vida ha evolucionado adaptándose al
contexto en el que mora. Esta visión naturalista de la vida es intrínseca al
lenguaje, que cambia y se modela adaptándose al contexto, el lenguaje es, pues,
instrumental, porque lo usamos para interaccionar unos con otros; contextual,
porque todos los juegos del lenguaje se dan en un contexto;
antirrepresentacionalista, porque no figuramos las cosas; antirrealista, porque
no hay adecuación entre palabra y cosa; y sobre todo, el lenguaje es
intersubjetivo, porque no pertenece a nadie y es de todos.
Bajo
estos presupuestos lingüísticos tenemos que concluir que la verdad es una
palabra más que actúa en los juegos del lenguaje, que es usada por los
jugadores como otra cualquiera; así pues, la palabra verdad es como la palabra
color. Mi imagen, mi representación de color no es nada, como no es nada mi
representación de verdad. Mi azul, mi representación de azul, es como el azul
de todo el mundo, es decir, no es nada; porque lo único que es de todos es
“azul”, la palabra azul, que no es patrimonio de nadie sino que es asumida
convencionalmente, como es asumida convencionalmente la verdad.
En
definitiva Rorty con el contexto de justificación lo que pretende es generar
una verdad de justificación, que necesariamente surge de un contexto a
justificar, porque nada existe fuera de un contexto, es decir, que en una
comunidad surge un problema, un conflicto, que es de interés para esa comunidad
el resolverlo; y puesto que no existe una verdad independiente del contexto
para adecuarnos a ella, debemos crear la justificación de nuestra resolución
por medio del acuerdo inter pares. Dicho acuerdo será la verdad, mientras dure
tal acuerdo; pues en cuanto el contexto a justificar varíe, y lo hace
constantemente, la verdad de justificación, que subyacía en el acuerdo anteriormente
logrado por conversación inter pares, deberá variar con el contexto a
justificar.
3. CONTRA EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN
611.
Allí donde dos principios irreconciliables chocan realmente entre sí, cada
individuo tacha al otro de demente y de hereje.
Este
pasaje de Sobre la certeza de
Wittgenstein nos conmina a tomar una actitud relativista, a posicionarnos con
Rorty y dar por sentado que no hay verdad a la que adecuar los hechos; sino que
toda verdad es producto de un acuerdo que se toma en un contexto a justificar.
Sin embargo, la vida social y sus conflictos suelen desarrollarse en unos
contextos donde los principios y valores, independientemente de su existencia o
inexistencia, están presentes hasta el punto de provocar la imposibilidad de
llegar a un acuerdo que permita dilucidar en una conversación la verdad para
ese contexto.
La
teoría de la verdad por correspondencia es rechazada porque no podemos fundar
la verdad en la correspondencia, no hay correspondencia entre proposición y
verdad, entre verdad y hecho, como muestra el pragmatismo lingüístico de
Wittgenstein y la posterior elaboración del contexto de justificación por
Rorty; sin embargo, en el mundo de la vida los juegos del lenguaje que se
plantean pueden ser irresolubles porque los jugadores son incapaces de llegar a
un acuerdo que incluya a los pares en la creación de la verdad para un juego
del lenguaje; por ejemplo, el conflicto árabe-israelí está enquistado en tal
forma, que no hay manera de llegar a un acuerdo.
Esta
irresolución de conflictos, porque no hay verdad conversacional ni verdad por
correspondencia, lleva a Habermas a plantear una teoría de la verdad basada en
el consenso. Habermas propone fundar la verdad en el consenso, es decir, erigir
el consenso sobre qué es verdad, partiendo de una racionalidad discursiva que
se realiza en los procesos comunicativos. Esta racionalidad discursiva parte de
unos presupuestos que Habermas considera que se dan en todo proceso discursivo,
son los llamados universales pragmáticos. Estos universales son:
·
Participantes en el discurso.
·
El contexto, entendido como
circunstancias concomitantes en el proceso comunicativo.
·
Interacción entre hablante y oyente, así
como entre hablante y sus propias expresiones.
·
Actitud de los participantes respecto al
proceso del discurso.
Fijémonos
bien en el tercer universal pragmático, pues de él emana la posibilidad de
erigir la verdad por consenso. Habermas considera que la razón discursiva puede
fundar verdades fuera del contextualismo de Rorty; porque existe un yo cognoscente
que puede hallar la verdad por medio de su racionalidad discursiva. Más allá
del contexto concreto existen universales, que se encuentran insertos en los
particulares, como los universales lingüísticos se encuentran insertos en los
individuales, para favorecer el proceso comunicativo. El mundo de la vida nos
mantiene en constante proceso discursivo y no podemos estar en él sin guiarnos
por unos principios y valores, por verdades universales que están presentes en
nuestro lenguaje y que nos permiten ordenar el mundo de la vida. No podemos
establecer un código de leyes que esté en perpetua revisión, penalizando un día
una acción y al siguiente despenalizándola, la sensación de inseguridad
jurídica sería tal que derivaría en la inacción social o en la anarquía. Cada
día se comprueba que la estabilidad jurídica se asienta en el consenso, el cual
nace en una sociedad democrática por adhesión de una persona a la legalidad
vigente en su comunidad, porque las leyes se adecuan a una verdad consensuada
por convergencia de razones discursivas. Matar está penado por la ley, se ha
llegado a establecer como verdad que matar es malo y debe ser penado, el motivo
de ese consenso estriba en que mi razón discursiva converge con la de mis
semejantes, porque existe un criterio de validez universal que lleva a mi razón
discursiva a adherirse a la de mis semejantes. ¿Cuál es ese criterio? El que
genera mi razón discursiva y que otros aceptan como tal.
Partiendo
de una verdad operativa del pragmatismo de Wittgenstein, llegamos a una verdad
de justificación en Rorty, como acuerdo inter pares, y a una verdad de consenso
en Habermas, como consenso entre razones discursivas. La diferencia entre estos
autores: Rorty y Habermas, es, a primera vista, sutil; sin embargo, entre ambas
concepciones hay un abismo. En Rorty, la verdad de justificación surge ante un
contexto a justificar, se llega a esta por medio del acuerdo, como mínimo,
inter pares; mientras que en Habermas, la verdad de consenso surge en un
contexto, pero es independiente de este, pues la verdad se erige por consenso
de razones discursivas, es decir, que un yo cognoscente vislumbra, halla, la
verdad que le corresponde a un hecho y la emite al resto de yos que se adhieren
a su razón discursiva porque su yo cognoscente vislumbra, halla, que ese hecho
se corresponde con la verdad; por lo que esa verdad hallada por consenso esta
fuera de contexto y por tanto permite su uso generalizado como verdad universal
que es.
4. CONCLUSIONES
I.
El lenguaje es una herramienta evolutiva
más de los seres humanos, como lo es la mano o el ser bípedo.
II.
Los seres humanos hemos evolucionado en
un contexto de interacción social constante y el lenguaje, como herramienta
evolutiva que es, sirve para establecer interacciones sociales en un contexto.
III.
El
lenguaje es patrimonio de la especie humana.
IV.
Ningún ser humano crea el lenguaje, este
es una red tejida por la especie en su conjunto y su único propósito es
facilitar la interacción social.
V.
Wittgenstein tiene razón.
VI.
No existe correspondencia entre palabra
y cosa, entre proposición y verdad.
VII.
Las interacciones sociales se dan en un
contexto. Estas interacciones sociales son formas de vida, que son juegos del
lenguaje.
VIII.
No existe nada independiente de un
contexto.
IX.
La verdad, como las reglas de un juego
del lenguaje, surge en un contexto de justificación por acuerdo inter pares. La
verdad emerge amoldándose al contexto de justificación en el que surge por
acuerdo, de igual forma que las reglas de un juego del lenguaje surgen del
propio juego y se amoldan a este para que su aplicabilidad sea óptima.
X.
Si un yo se expresa con palabras, no
puede ser suyo; pues las palabras no le pertenecen; luego el yo no tiene
importancia en un mundo de juegos del lenguaje, de interacción social; por lo
que el sujeto cognoscente es inexistente, pues estaría inmerso en un contexto y
por tanto es imposible que halle una verdad universal que se encuentre fuera de
contexto.
XI.
La verdad está en el lenguaje, el
lenguaje es intersubjetivo; luego la verdad es intersubjetiva.
XII.
El mundo físico, el mundo social, el
lenguaje, la verdad, todo forma una malla; todo es una red en la que todo está
conectado, nada hay fuera de la red, de la malla.