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jueves, 28 de junio de 2012

TEORÍAS DE LA VERDAD


Han ganado todos y todos han de tener premio.

Esta frase que Lewis Carroll puso en boca de un dodo en su genial obra Alicia en el país de las maravillas sirve como pretexto para el inicio de este ensayo, titulado Contra el contexto de justificación, pero que podríamos haber llamado Contra el relativismo, pues los aspectos éticos que suscitan la frase han ganado todos y todos han de tener premio son sutiles y complejos; pues a la hora de repartir premios tendríamos que tener en cuenta los condicionantes particulares de los participantes en el juego, o bien dar el mismo premio a todos sin atender a condicionalidad alguna, a todos por igual de forma universal. Lo que directamente nos lleva hacia la discusión: o bien existen principios y valores absolutos o bien, al contrario de esa posición, todo principio y valor es relativo. Esta discusión ha atravesado la historia de la filosofía, pues ya Sócrates y Protágoras mantuvieron posturas encontradas al respecto.
Los seres humanos hemos evolucionado en un sentido que nos ha proporcionado un cerebro que nos permite tomar decisiones y expresarlas por medio del lenguaje; dichas decisiones se ven oprimidas por unas tenazas cuyos brazos son la libertad y la justificación, es decir, que somos libres de realizar una acción concreta, pero debemos justificar la elección de esa acción, no ante uno mismo; sino ante el conjunto de la sociedad donde se desarrolla la acción.
Esto nos lleva a plantearnos: ¿cómo justificar nuestras acciones ante los demás? Lo que supone generar una ética relativista, que plantea la resolución de los conflictos de intereses que se dan en una sociedad, partiendo de un contextualismo que tiene en cuenta la situación particular del conflicto en cuestión; o bien generar una ética universalista, que justifique nuestra toma de decisiones por adecuarse estas a unos principios previos a la emergencia del conflicto de interés, principios a priori que están fuera del contexto donde surge el conflicto y que son de uso general.
Han ganado todos y todos han de tener premio.
Si analizamos la frase de la que partimos, tendremos que plantearnos: ¿qué clase de juego es aquel en el que ganan todos los participantes? ¿Quiénes son todos los participantes? ¿Qué clase de premio han de recibir todos? ¿Es igual el premio para todos? Si todos los participantes son iguales y todos reciben igual premio, ¿cuántos participantes y premios hay? Porque si todos son iguales, ¿hay más de uno?
En un instante, partiendo de una simple frase, surgen innumerables preguntas que nos llevan a adoptar un posicionamiento ético para resolverlas. Las cuestiones éticas son cuestiones filosóficas y toda cuestión filosófica es una cuestión de lenguaje; por tanto, para resolver cualquier pregunta, debemos partir del lenguaje.
Este ensayo, Contra el contexto de justificación trata de exponer dos visiones diferenciadas sobre la importancia del contexto en la toma de decisiones, es decir, una visión relativista que valora los hechos en su contexto o una visión universalista que desprecia el contextualismo relativista. Como hemos anunciado con anterioridad que cualquier problema filosófico es un problema de lenguaje y dado que somos hijos de nuestro tiempo, en lugar de remontarnos a la Grecia Clásica para dilucidar lo que es una postura relativista frente a una universalista, partiremos desde la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, conectando su giro pragmático-lingüístico con Richard Rorty, partidario del contexto de justificación, y con Habermas, contrario al contexto de justificación.
Así pues, este ensayo consta de cuatro epígrafes:
1.      Wittgenstein: Juegos y reglas del lenguaje. (En este epígrafe se explicará el modo en que las personas usamos el lenguaje, según Wittgenstein).
2.      El contexto de justificación. (En este epígrafe veremos cómo Rorty defiende el contexto de justificación).
3.      Contra el contexto de justificación. (En este epígrafe trataremos la posición de Habermas sobre la problemática del contextualismo).
4.      Conclusiones. (Finaliza el ensayo con mi visión sobre el tema tratado: el contexto de justificación).

1.    WITTGENSTEIN: JUEGOS Y REGLAS DEL LENGUAJE

43. Aplicada a una gran cantidad de casos -aunque no a todos- en los que nos servimos de la palabra “significado”, este puede definirse del siguiente modo: El significado de una palabra es su uso en el lenguaje.
En este epígrafe de Investigaciones filosóficas, Wittgenstein expone que para asimilar el significado de una palabra, debes prestar atención a cómo es usada esa palabra por la comunidad de hablantes en los contextos en que la utiliza. Resulta de capital importancia tener muy claro que el significado reside en el uso, pues de ahí se deriva la importancia que tiene para el conocimiento del significado de una palabra, el observar cómo es utilizada por los hablantes en sus conversaciones. La conversación es el contexto y el uso del lenguaje, en ella se dirimen nuestras intenciones, nuestras pasiones, nuestras formas de vida; pues hemos evolucionado en un contexto conversacional.
Los seres humanos adquirimos el lenguaje mediante la interacción con el medio ambiente, con el medio social; pues la lengua es un instrumento de interacción social. Las personas somos hablantes, seres conversacionales que hemos evolucionado y desarrollado una herramienta útil, el lenguaje, para cumplir objetivos por medio de la interacción social entre individuos. La función elemental del lenguaje estriba en establecer la comunicación entre individuos. Esta comunicación es una actividad de interacción y una actividad dinámica que permite el trasvase de conocimientos y la permuta de creencias.
23. Aquí la expresión “juego lingüístico” se destina a destacar el hecho de que hablar un lenguaje forma parte de una actividad, o de una forma de vida.
En este pasaje de Investigaciones filosóficas, Wittgenstein nos aclara el significado de juego lingüístico, que no es otra cosa que una conversación. Dos personas (como mínimo) que están inmersas en un contexto vital, es decir, que conviven en un espacio-tiempo concreto realizando su vida, sus obras y que intercambian entre sí pareceres por medio de proposiciones, están generando un juego lingüístico. Existen tantos juegos lingüísticos como formas de vida, como conversaciones.
Hemos de recordar que el lenguaje no tiene fines más allá de la operatividad intersubjetiva, es decir, que el lenguaje se utiliza para el intercambio de conocimientos, para la interacción social; por lo que los límites del lenguaje son los límites del mundo. Puesto que nuestro mundo es conversacional, la representabilidad de una proposición inserta en un juego lingüístico, no añade ni más ni menos conocimiento de esta proposición; sino que es su uso dentro del juego, de la conversación, lo que añade conocimiento a esta; de modo que podemos afirmar que el conocimiento de una proposición, la verdad de esta, reside en la operatividad de la misma, en su funcionalidad. Christensen en su obra Teoría del significado, asevera que es así, que la verdad es funcional, si el uso de una proposición inserta en un juego funciona, es decir, que es comprendida por todos los partícipes en el juego; entonces dicha proposición es verdadera, desde el punto de vista operativo. Esta última aseveración tiene como consecuencia el ver la verdad como producto de la operatividad, de la funcionalidad dentro del propio lenguaje; que se construye por medio de juegos lingüísticos, que son formas de vida. Esta es la razón por la que no podemos usar proposiciones a nuestro antojo, sino que deben circunscribirse a las formas de vida de los jugadores, al modo en que el conjunto de jugadores desarrolla el juego lingüístico; por ejemplo, no usaremos la proposición “el cuarto lado del triángulo es el de mayor longitud”; porque el resto de jugadores no nos entenderían. La funcionalidad de esa proposición, su operatividad, es nula; por lo que es falsa, desde el punto de vista operativo. Leamos el siguiente pasaje de Investigaciones Filosóficas:
297. ¿Cómo hago, pues, para usar una palabra siempre en forma correcta, es decir, significativamente; siempre atiendo a la gramática? “No; el hecho de que quiera decir algo –lo que quiero decir, me impide expresar un sin-sentido”.
– “Quiero decir algo con las palabras”, significa aquí: sé  que puedo aplicarlas. Sin embargo puedo creer que es posible aplicarlas y podría ocurrir que estuviera equivocado.
La existencia de proposiciones falsas, desde un enfoque operativo, nos invita a que tengamos en cuenta la existencia de reglas que actúen en el desarrollo de los juegos del lenguaje. Las reglas conducen, dirigen a los juegos para que estos se resuelvan; para que la operatividad, la funcionalidad del juego no se vea ofuscada por el uso de proposiciones disfuncionales, que pudieran entorpecer el desarrollo del juego lingüístico, de la conversación.
Teniendo en cuenta que cada juego es diferente del resto, porque todo juego se desarrolla en un contexto y este se da en el espacio-tiempo, por lo que cambia constantemente; no podemos afirmar que pueda existir una regla que sirva para dirigir todos los juegos del lenguaje. Cada juego tiene su contexto y es dentro del propio juego que se generan las reglas que dirigen ese juego en ese contexto concreto para que su desarrollo, para que el juego del lenguaje sea operativo, funcional y nos conduzca a buen puerto. Las reglas emanadas del propio juego no son formulables, pues no son previas al desarrollo del juego. Las reglas no son normativas, ni válidas para todo tiempo y lugar; porque las reglas nacen y mueren en cada juego del lenguaje. Cuando muta el contexto, muta el juego y mutan las reglas del juego, pues, las reglas del juego se amoldan al juego, surgen en el instante en que se juega y la práctica del juego genera unas reglas que se adaptan al juego y adquieren validez para los jugadores por su aplicabilidad en el juego que se está desarrollando.

2.      EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN

Han ganado todos y todos han de tener premio.

La frase del dodo nos incita a seguir planteándonos preguntas, así que no la perdamos de vista y entremos de lleno en la cuestión de fondo que subyace en este ensayo.
En este epígrafe comentaremos la postura relativista de Richard Rorty, en el fondo el problema es que en filosofía debemos dirimir el problema de la verdad. Si pensamos como Rorty que la verdad es relativa, tendremos que asumir que nos encontramos en un contexto de justificación, es decir, que no existe correspondencia entre proposición y verdad, que los hechos no se adecuan a una verdad independiente del contexto donde surgen los hechos, por ello se denomina contexto de justificación a aquel que entiende que la verdad resulta del acuerdo entre pares, como mínimo dos, pero que pretende la inclusión de más y más pares; para ello tan solo debe establecerse un diálogo constructivo que culmine con un acuerdo que permita a la sociedad resolver sus conflictos, que siempre están enmarcados en un contexto. La verdad, pues, es un acuerdo inter pares.
Partamos del siguiente hilo: los conflictos de intereses, las interacciones sociales, surgen en un contexto; estos conflictos contextuales generan problemas morales; de estos últimos, nace la ética como disciplina de la filosofía que se encarga del estudio de los valores morales; por tanto, todo problema moral es un problema ético y por ende un problema filosófico y, como vimos anteriormente, todo problema filosófico es un problema de lenguaje y, siguiendo a Wittgenstein, el lenguaje son juegos de lenguaje.
Rorty asume los presupuestos pragmáticos de Wittgenstein y confecciona el contexto de justificación que se fundamenta en la asunción de una verdad conversacional, que emana del diálogo inter pares. Los juegos del lenguaje se dan en un contexto, pues son formas de vida; esta vida ha evolucionado adaptándose al contexto en el que mora. Esta visión naturalista de la vida es intrínseca al lenguaje, que cambia y se modela adaptándose al contexto, el lenguaje es, pues, instrumental, porque lo usamos para interaccionar unos con otros; contextual, porque todos los juegos del lenguaje se dan en un contexto; antirrepresentacionalista, porque no figuramos las cosas; antirrealista, porque no hay adecuación entre palabra y cosa; y sobre todo, el lenguaje es intersubjetivo, porque no pertenece a nadie y es de todos.
Bajo estos presupuestos lingüísticos tenemos que concluir que la verdad es una palabra más que actúa en los juegos del lenguaje, que es usada por los jugadores como otra cualquiera; así pues, la palabra verdad es como la palabra color. Mi imagen, mi representación de color no es nada, como no es nada mi representación de verdad. Mi azul, mi representación de azul, es como el azul de todo el mundo, es decir, no es nada; porque lo único que es de todos es “azul”, la palabra azul, que no es patrimonio de nadie sino que es asumida convencionalmente, como es asumida convencionalmente la verdad.
En definitiva Rorty con el contexto de justificación lo que pretende es generar una verdad de justificación, que necesariamente surge de un contexto a justificar, porque nada existe fuera de un contexto, es decir, que en una comunidad surge un problema, un conflicto, que es de interés para esa comunidad el resolverlo; y puesto que no existe una verdad independiente del contexto para adecuarnos a ella, debemos crear la justificación de nuestra resolución por medio del acuerdo inter pares. Dicho acuerdo será la verdad, mientras dure tal acuerdo; pues en cuanto el contexto a justificar varíe, y lo hace constantemente, la verdad de justificación, que subyacía en el acuerdo anteriormente logrado por conversación inter pares, deberá variar con el contexto a justificar.

3.    CONTRA EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN


 611. Allí donde dos principios irreconciliables chocan realmente entre sí, cada individuo tacha al otro de demente y de hereje.
Este pasaje de Sobre la certeza de Wittgenstein nos conmina a tomar una actitud relativista, a posicionarnos con Rorty y dar por sentado que no hay verdad a la que adecuar los hechos; sino que toda verdad es producto de un acuerdo que se toma en un contexto a justificar. Sin embargo, la vida social y sus conflictos suelen desarrollarse en unos contextos donde los principios y valores, independientemente de su existencia o inexistencia, están presentes hasta el punto de provocar la imposibilidad de llegar a un acuerdo que permita dilucidar en una conversación la verdad para ese contexto.
La teoría de la verdad por correspondencia es rechazada porque no podemos fundar la verdad en la correspondencia, no hay correspondencia entre proposición y verdad, entre verdad y hecho, como muestra el pragmatismo lingüístico de Wittgenstein y la posterior elaboración del contexto de justificación por Rorty; sin embargo, en el mundo de la vida los juegos del lenguaje que se plantean pueden ser irresolubles porque los jugadores son incapaces de llegar a un acuerdo que incluya a los pares en la creación de la verdad para un juego del lenguaje; por ejemplo, el conflicto árabe-israelí está enquistado en tal forma, que no hay manera de llegar a un acuerdo.
Esta irresolución de conflictos, porque no hay verdad conversacional ni verdad por correspondencia, lleva a Habermas a plantear una teoría de la verdad basada en el consenso. Habermas propone fundar la verdad en el consenso, es decir, erigir el consenso sobre qué es verdad, partiendo de una racionalidad discursiva que se realiza en los procesos comunicativos. Esta racionalidad discursiva parte de unos presupuestos que Habermas considera que se dan en todo proceso discursivo, son los llamados universales pragmáticos. Estos universales son:
·         Participantes en el discurso.
·         El contexto, entendido como circunstancias concomitantes en el proceso comunicativo.
·         Interacción entre hablante y oyente, así como entre hablante y sus propias expresiones.
·         Actitud de los participantes respecto al proceso del discurso.
Fijémonos bien en el tercer universal pragmático, pues de él emana la posibilidad de erigir la verdad por consenso. Habermas considera que la razón discursiva puede fundar verdades fuera del contextualismo de Rorty; porque existe un yo cognoscente que puede hallar la verdad por medio de su racionalidad discursiva. Más allá del contexto concreto existen universales, que se encuentran insertos en los particulares, como los universales lingüísticos se encuentran insertos en los individuales, para favorecer el proceso comunicativo. El mundo de la vida nos mantiene en constante proceso discursivo y no podemos estar en él sin guiarnos por unos principios y valores, por verdades universales que están presentes en nuestro lenguaje y que nos permiten ordenar el mundo de la vida. No podemos establecer un código de leyes que esté en perpetua revisión, penalizando un día una acción y al siguiente despenalizándola, la sensación de inseguridad jurídica sería tal que derivaría en la inacción social o en la anarquía. Cada día se comprueba que la estabilidad jurídica se asienta en el consenso, el cual nace en una sociedad democrática por adhesión de una persona a la legalidad vigente en su comunidad, porque las leyes se adecuan a una verdad consensuada por convergencia de razones discursivas. Matar está penado por la ley, se ha llegado a establecer como verdad que matar es malo y debe ser penado, el motivo de ese consenso estriba en que mi razón discursiva converge con la de mis semejantes, porque existe un criterio de validez universal que lleva a mi razón discursiva a adherirse a la de mis semejantes. ¿Cuál es ese criterio? El que genera mi razón discursiva y que otros aceptan como tal.
Partiendo de una verdad operativa del pragmatismo de Wittgenstein, llegamos a una verdad de justificación en Rorty, como acuerdo inter pares, y a una verdad de consenso en Habermas, como consenso entre razones discursivas. La diferencia entre estos autores: Rorty y Habermas, es, a primera vista, sutil; sin embargo, entre ambas concepciones hay un abismo. En Rorty, la verdad de justificación surge ante un contexto a justificar, se llega a esta por medio del acuerdo, como mínimo, inter pares; mientras que en Habermas, la verdad de consenso surge en un contexto, pero es independiente de este, pues la verdad se erige por consenso de razones discursivas, es decir, que un yo cognoscente vislumbra, halla, la verdad que le corresponde a un hecho y la emite al resto de yos que se adhieren a su razón discursiva porque su yo cognoscente vislumbra, halla, que ese hecho se corresponde con la verdad; por lo que esa verdad hallada por consenso esta fuera de contexto y por tanto permite su uso generalizado como verdad universal que es. 

4.    CONCLUSIONES

                               I.            El lenguaje es una herramienta evolutiva más de los seres humanos, como lo es la mano o el ser bípedo.
                            II.            Los seres humanos hemos evolucionado en un contexto de interacción social constante y el lenguaje, como herramienta evolutiva que es, sirve para establecer interacciones sociales en un contexto.
                         III.             El lenguaje es patrimonio de la especie humana.
                         IV.            Ningún ser humano crea el lenguaje, este es una red tejida por la especie en su conjunto y su único propósito es facilitar la interacción social.
                            V.            Wittgenstein tiene razón.
                         VI.            No existe correspondencia entre palabra y cosa, entre proposición y verdad.
                      VII.            Las interacciones sociales se dan en un contexto. Estas interacciones sociales son formas de vida, que son juegos del lenguaje.
                   VIII.            No existe nada independiente de un contexto.
                         IX.            La verdad, como las reglas de un juego del lenguaje, surge en un contexto de justificación por acuerdo inter pares. La verdad emerge amoldándose al contexto de justificación en el que surge por acuerdo, de igual forma que las reglas de un juego del lenguaje surgen del propio juego y se amoldan a este para que su aplicabilidad sea óptima.
                            X.            Si un yo se expresa con palabras, no puede ser suyo; pues las palabras no le pertenecen; luego el yo no tiene importancia en un mundo de juegos del lenguaje, de interacción social; por lo que el sujeto cognoscente es inexistente, pues estaría inmerso en un contexto y por tanto es imposible que halle una verdad universal que se encuentre fuera de contexto.
                         XI.            La verdad está en el lenguaje, el lenguaje es intersubjetivo; luego la verdad es intersubjetiva.
                      XII.            El mundo físico, el mundo social, el lenguaje, la verdad, todo forma una malla; todo es una red en la que todo está conectado, nada hay fuera de la red, de la malla.