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jueves, 20 de septiembre de 2012

NACÍ EN EL MEDITERRÁNEO

Cuando empecé a escribir el blog tenía previsto compartir lo poco o nada que iba aprendiendo en la universidad, por si a alguien le interesaba o si cuando menos lo que en él hubiera escrito le pudiera servir de algo; sin embargo, el tiempo pasa y aunque ahora voy a retomar los estudios y me embarco en la fabulosa aventura de reiniciar los estudios artísticos, tan largamente obviados, tengo que deciros que lo dejo, lo abandono. ¿Por qué?
Porque nací en el Mediterráneo, porque ando jugando en la arena, porque estoy enamorado y porque me da la gana, que para eso soy pintor, soy embustero, me gusta el juego y el vino y tengo alma de marinero.
Un beso a todos,
Ciao.

jueves, 28 de junio de 2012

TEORÍAS DE LA VERDAD


Han ganado todos y todos han de tener premio.

Esta frase que Lewis Carroll puso en boca de un dodo en su genial obra Alicia en el país de las maravillas sirve como pretexto para el inicio de este ensayo, titulado Contra el contexto de justificación, pero que podríamos haber llamado Contra el relativismo, pues los aspectos éticos que suscitan la frase han ganado todos y todos han de tener premio son sutiles y complejos; pues a la hora de repartir premios tendríamos que tener en cuenta los condicionantes particulares de los participantes en el juego, o bien dar el mismo premio a todos sin atender a condicionalidad alguna, a todos por igual de forma universal. Lo que directamente nos lleva hacia la discusión: o bien existen principios y valores absolutos o bien, al contrario de esa posición, todo principio y valor es relativo. Esta discusión ha atravesado la historia de la filosofía, pues ya Sócrates y Protágoras mantuvieron posturas encontradas al respecto.
Los seres humanos hemos evolucionado en un sentido que nos ha proporcionado un cerebro que nos permite tomar decisiones y expresarlas por medio del lenguaje; dichas decisiones se ven oprimidas por unas tenazas cuyos brazos son la libertad y la justificación, es decir, que somos libres de realizar una acción concreta, pero debemos justificar la elección de esa acción, no ante uno mismo; sino ante el conjunto de la sociedad donde se desarrolla la acción.
Esto nos lleva a plantearnos: ¿cómo justificar nuestras acciones ante los demás? Lo que supone generar una ética relativista, que plantea la resolución de los conflictos de intereses que se dan en una sociedad, partiendo de un contextualismo que tiene en cuenta la situación particular del conflicto en cuestión; o bien generar una ética universalista, que justifique nuestra toma de decisiones por adecuarse estas a unos principios previos a la emergencia del conflicto de interés, principios a priori que están fuera del contexto donde surge el conflicto y que son de uso general.
Han ganado todos y todos han de tener premio.
Si analizamos la frase de la que partimos, tendremos que plantearnos: ¿qué clase de juego es aquel en el que ganan todos los participantes? ¿Quiénes son todos los participantes? ¿Qué clase de premio han de recibir todos? ¿Es igual el premio para todos? Si todos los participantes son iguales y todos reciben igual premio, ¿cuántos participantes y premios hay? Porque si todos son iguales, ¿hay más de uno?
En un instante, partiendo de una simple frase, surgen innumerables preguntas que nos llevan a adoptar un posicionamiento ético para resolverlas. Las cuestiones éticas son cuestiones filosóficas y toda cuestión filosófica es una cuestión de lenguaje; por tanto, para resolver cualquier pregunta, debemos partir del lenguaje.
Este ensayo, Contra el contexto de justificación trata de exponer dos visiones diferenciadas sobre la importancia del contexto en la toma de decisiones, es decir, una visión relativista que valora los hechos en su contexto o una visión universalista que desprecia el contextualismo relativista. Como hemos anunciado con anterioridad que cualquier problema filosófico es un problema de lenguaje y dado que somos hijos de nuestro tiempo, en lugar de remontarnos a la Grecia Clásica para dilucidar lo que es una postura relativista frente a una universalista, partiremos desde la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, conectando su giro pragmático-lingüístico con Richard Rorty, partidario del contexto de justificación, y con Habermas, contrario al contexto de justificación.
Así pues, este ensayo consta de cuatro epígrafes:
1.      Wittgenstein: Juegos y reglas del lenguaje. (En este epígrafe se explicará el modo en que las personas usamos el lenguaje, según Wittgenstein).
2.      El contexto de justificación. (En este epígrafe veremos cómo Rorty defiende el contexto de justificación).
3.      Contra el contexto de justificación. (En este epígrafe trataremos la posición de Habermas sobre la problemática del contextualismo).
4.      Conclusiones. (Finaliza el ensayo con mi visión sobre el tema tratado: el contexto de justificación).

1.    WITTGENSTEIN: JUEGOS Y REGLAS DEL LENGUAJE

43. Aplicada a una gran cantidad de casos -aunque no a todos- en los que nos servimos de la palabra “significado”, este puede definirse del siguiente modo: El significado de una palabra es su uso en el lenguaje.
En este epígrafe de Investigaciones filosóficas, Wittgenstein expone que para asimilar el significado de una palabra, debes prestar atención a cómo es usada esa palabra por la comunidad de hablantes en los contextos en que la utiliza. Resulta de capital importancia tener muy claro que el significado reside en el uso, pues de ahí se deriva la importancia que tiene para el conocimiento del significado de una palabra, el observar cómo es utilizada por los hablantes en sus conversaciones. La conversación es el contexto y el uso del lenguaje, en ella se dirimen nuestras intenciones, nuestras pasiones, nuestras formas de vida; pues hemos evolucionado en un contexto conversacional.
Los seres humanos adquirimos el lenguaje mediante la interacción con el medio ambiente, con el medio social; pues la lengua es un instrumento de interacción social. Las personas somos hablantes, seres conversacionales que hemos evolucionado y desarrollado una herramienta útil, el lenguaje, para cumplir objetivos por medio de la interacción social entre individuos. La función elemental del lenguaje estriba en establecer la comunicación entre individuos. Esta comunicación es una actividad de interacción y una actividad dinámica que permite el trasvase de conocimientos y la permuta de creencias.
23. Aquí la expresión “juego lingüístico” se destina a destacar el hecho de que hablar un lenguaje forma parte de una actividad, o de una forma de vida.
En este pasaje de Investigaciones filosóficas, Wittgenstein nos aclara el significado de juego lingüístico, que no es otra cosa que una conversación. Dos personas (como mínimo) que están inmersas en un contexto vital, es decir, que conviven en un espacio-tiempo concreto realizando su vida, sus obras y que intercambian entre sí pareceres por medio de proposiciones, están generando un juego lingüístico. Existen tantos juegos lingüísticos como formas de vida, como conversaciones.
Hemos de recordar que el lenguaje no tiene fines más allá de la operatividad intersubjetiva, es decir, que el lenguaje se utiliza para el intercambio de conocimientos, para la interacción social; por lo que los límites del lenguaje son los límites del mundo. Puesto que nuestro mundo es conversacional, la representabilidad de una proposición inserta en un juego lingüístico, no añade ni más ni menos conocimiento de esta proposición; sino que es su uso dentro del juego, de la conversación, lo que añade conocimiento a esta; de modo que podemos afirmar que el conocimiento de una proposición, la verdad de esta, reside en la operatividad de la misma, en su funcionalidad. Christensen en su obra Teoría del significado, asevera que es así, que la verdad es funcional, si el uso de una proposición inserta en un juego funciona, es decir, que es comprendida por todos los partícipes en el juego; entonces dicha proposición es verdadera, desde el punto de vista operativo. Esta última aseveración tiene como consecuencia el ver la verdad como producto de la operatividad, de la funcionalidad dentro del propio lenguaje; que se construye por medio de juegos lingüísticos, que son formas de vida. Esta es la razón por la que no podemos usar proposiciones a nuestro antojo, sino que deben circunscribirse a las formas de vida de los jugadores, al modo en que el conjunto de jugadores desarrolla el juego lingüístico; por ejemplo, no usaremos la proposición “el cuarto lado del triángulo es el de mayor longitud”; porque el resto de jugadores no nos entenderían. La funcionalidad de esa proposición, su operatividad, es nula; por lo que es falsa, desde el punto de vista operativo. Leamos el siguiente pasaje de Investigaciones Filosóficas:
297. ¿Cómo hago, pues, para usar una palabra siempre en forma correcta, es decir, significativamente; siempre atiendo a la gramática? “No; el hecho de que quiera decir algo –lo que quiero decir, me impide expresar un sin-sentido”.
– “Quiero decir algo con las palabras”, significa aquí: sé  que puedo aplicarlas. Sin embargo puedo creer que es posible aplicarlas y podría ocurrir que estuviera equivocado.
La existencia de proposiciones falsas, desde un enfoque operativo, nos invita a que tengamos en cuenta la existencia de reglas que actúen en el desarrollo de los juegos del lenguaje. Las reglas conducen, dirigen a los juegos para que estos se resuelvan; para que la operatividad, la funcionalidad del juego no se vea ofuscada por el uso de proposiciones disfuncionales, que pudieran entorpecer el desarrollo del juego lingüístico, de la conversación.
Teniendo en cuenta que cada juego es diferente del resto, porque todo juego se desarrolla en un contexto y este se da en el espacio-tiempo, por lo que cambia constantemente; no podemos afirmar que pueda existir una regla que sirva para dirigir todos los juegos del lenguaje. Cada juego tiene su contexto y es dentro del propio juego que se generan las reglas que dirigen ese juego en ese contexto concreto para que su desarrollo, para que el juego del lenguaje sea operativo, funcional y nos conduzca a buen puerto. Las reglas emanadas del propio juego no son formulables, pues no son previas al desarrollo del juego. Las reglas no son normativas, ni válidas para todo tiempo y lugar; porque las reglas nacen y mueren en cada juego del lenguaje. Cuando muta el contexto, muta el juego y mutan las reglas del juego, pues, las reglas del juego se amoldan al juego, surgen en el instante en que se juega y la práctica del juego genera unas reglas que se adaptan al juego y adquieren validez para los jugadores por su aplicabilidad en el juego que se está desarrollando.

2.      EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN

Han ganado todos y todos han de tener premio.

La frase del dodo nos incita a seguir planteándonos preguntas, así que no la perdamos de vista y entremos de lleno en la cuestión de fondo que subyace en este ensayo.
En este epígrafe comentaremos la postura relativista de Richard Rorty, en el fondo el problema es que en filosofía debemos dirimir el problema de la verdad. Si pensamos como Rorty que la verdad es relativa, tendremos que asumir que nos encontramos en un contexto de justificación, es decir, que no existe correspondencia entre proposición y verdad, que los hechos no se adecuan a una verdad independiente del contexto donde surgen los hechos, por ello se denomina contexto de justificación a aquel que entiende que la verdad resulta del acuerdo entre pares, como mínimo dos, pero que pretende la inclusión de más y más pares; para ello tan solo debe establecerse un diálogo constructivo que culmine con un acuerdo que permita a la sociedad resolver sus conflictos, que siempre están enmarcados en un contexto. La verdad, pues, es un acuerdo inter pares.
Partamos del siguiente hilo: los conflictos de intereses, las interacciones sociales, surgen en un contexto; estos conflictos contextuales generan problemas morales; de estos últimos, nace la ética como disciplina de la filosofía que se encarga del estudio de los valores morales; por tanto, todo problema moral es un problema ético y por ende un problema filosófico y, como vimos anteriormente, todo problema filosófico es un problema de lenguaje y, siguiendo a Wittgenstein, el lenguaje son juegos de lenguaje.
Rorty asume los presupuestos pragmáticos de Wittgenstein y confecciona el contexto de justificación que se fundamenta en la asunción de una verdad conversacional, que emana del diálogo inter pares. Los juegos del lenguaje se dan en un contexto, pues son formas de vida; esta vida ha evolucionado adaptándose al contexto en el que mora. Esta visión naturalista de la vida es intrínseca al lenguaje, que cambia y se modela adaptándose al contexto, el lenguaje es, pues, instrumental, porque lo usamos para interaccionar unos con otros; contextual, porque todos los juegos del lenguaje se dan en un contexto; antirrepresentacionalista, porque no figuramos las cosas; antirrealista, porque no hay adecuación entre palabra y cosa; y sobre todo, el lenguaje es intersubjetivo, porque no pertenece a nadie y es de todos.
Bajo estos presupuestos lingüísticos tenemos que concluir que la verdad es una palabra más que actúa en los juegos del lenguaje, que es usada por los jugadores como otra cualquiera; así pues, la palabra verdad es como la palabra color. Mi imagen, mi representación de color no es nada, como no es nada mi representación de verdad. Mi azul, mi representación de azul, es como el azul de todo el mundo, es decir, no es nada; porque lo único que es de todos es “azul”, la palabra azul, que no es patrimonio de nadie sino que es asumida convencionalmente, como es asumida convencionalmente la verdad.
En definitiva Rorty con el contexto de justificación lo que pretende es generar una verdad de justificación, que necesariamente surge de un contexto a justificar, porque nada existe fuera de un contexto, es decir, que en una comunidad surge un problema, un conflicto, que es de interés para esa comunidad el resolverlo; y puesto que no existe una verdad independiente del contexto para adecuarnos a ella, debemos crear la justificación de nuestra resolución por medio del acuerdo inter pares. Dicho acuerdo será la verdad, mientras dure tal acuerdo; pues en cuanto el contexto a justificar varíe, y lo hace constantemente, la verdad de justificación, que subyacía en el acuerdo anteriormente logrado por conversación inter pares, deberá variar con el contexto a justificar.

3.    CONTRA EL CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN


 611. Allí donde dos principios irreconciliables chocan realmente entre sí, cada individuo tacha al otro de demente y de hereje.
Este pasaje de Sobre la certeza de Wittgenstein nos conmina a tomar una actitud relativista, a posicionarnos con Rorty y dar por sentado que no hay verdad a la que adecuar los hechos; sino que toda verdad es producto de un acuerdo que se toma en un contexto a justificar. Sin embargo, la vida social y sus conflictos suelen desarrollarse en unos contextos donde los principios y valores, independientemente de su existencia o inexistencia, están presentes hasta el punto de provocar la imposibilidad de llegar a un acuerdo que permita dilucidar en una conversación la verdad para ese contexto.
La teoría de la verdad por correspondencia es rechazada porque no podemos fundar la verdad en la correspondencia, no hay correspondencia entre proposición y verdad, entre verdad y hecho, como muestra el pragmatismo lingüístico de Wittgenstein y la posterior elaboración del contexto de justificación por Rorty; sin embargo, en el mundo de la vida los juegos del lenguaje que se plantean pueden ser irresolubles porque los jugadores son incapaces de llegar a un acuerdo que incluya a los pares en la creación de la verdad para un juego del lenguaje; por ejemplo, el conflicto árabe-israelí está enquistado en tal forma, que no hay manera de llegar a un acuerdo.
Esta irresolución de conflictos, porque no hay verdad conversacional ni verdad por correspondencia, lleva a Habermas a plantear una teoría de la verdad basada en el consenso. Habermas propone fundar la verdad en el consenso, es decir, erigir el consenso sobre qué es verdad, partiendo de una racionalidad discursiva que se realiza en los procesos comunicativos. Esta racionalidad discursiva parte de unos presupuestos que Habermas considera que se dan en todo proceso discursivo, son los llamados universales pragmáticos. Estos universales son:
·         Participantes en el discurso.
·         El contexto, entendido como circunstancias concomitantes en el proceso comunicativo.
·         Interacción entre hablante y oyente, así como entre hablante y sus propias expresiones.
·         Actitud de los participantes respecto al proceso del discurso.
Fijémonos bien en el tercer universal pragmático, pues de él emana la posibilidad de erigir la verdad por consenso. Habermas considera que la razón discursiva puede fundar verdades fuera del contextualismo de Rorty; porque existe un yo cognoscente que puede hallar la verdad por medio de su racionalidad discursiva. Más allá del contexto concreto existen universales, que se encuentran insertos en los particulares, como los universales lingüísticos se encuentran insertos en los individuales, para favorecer el proceso comunicativo. El mundo de la vida nos mantiene en constante proceso discursivo y no podemos estar en él sin guiarnos por unos principios y valores, por verdades universales que están presentes en nuestro lenguaje y que nos permiten ordenar el mundo de la vida. No podemos establecer un código de leyes que esté en perpetua revisión, penalizando un día una acción y al siguiente despenalizándola, la sensación de inseguridad jurídica sería tal que derivaría en la inacción social o en la anarquía. Cada día se comprueba que la estabilidad jurídica se asienta en el consenso, el cual nace en una sociedad democrática por adhesión de una persona a la legalidad vigente en su comunidad, porque las leyes se adecuan a una verdad consensuada por convergencia de razones discursivas. Matar está penado por la ley, se ha llegado a establecer como verdad que matar es malo y debe ser penado, el motivo de ese consenso estriba en que mi razón discursiva converge con la de mis semejantes, porque existe un criterio de validez universal que lleva a mi razón discursiva a adherirse a la de mis semejantes. ¿Cuál es ese criterio? El que genera mi razón discursiva y que otros aceptan como tal.
Partiendo de una verdad operativa del pragmatismo de Wittgenstein, llegamos a una verdad de justificación en Rorty, como acuerdo inter pares, y a una verdad de consenso en Habermas, como consenso entre razones discursivas. La diferencia entre estos autores: Rorty y Habermas, es, a primera vista, sutil; sin embargo, entre ambas concepciones hay un abismo. En Rorty, la verdad de justificación surge ante un contexto a justificar, se llega a esta por medio del acuerdo, como mínimo, inter pares; mientras que en Habermas, la verdad de consenso surge en un contexto, pero es independiente de este, pues la verdad se erige por consenso de razones discursivas, es decir, que un yo cognoscente vislumbra, halla, la verdad que le corresponde a un hecho y la emite al resto de yos que se adhieren a su razón discursiva porque su yo cognoscente vislumbra, halla, que ese hecho se corresponde con la verdad; por lo que esa verdad hallada por consenso esta fuera de contexto y por tanto permite su uso generalizado como verdad universal que es. 

4.    CONCLUSIONES

                               I.            El lenguaje es una herramienta evolutiva más de los seres humanos, como lo es la mano o el ser bípedo.
                            II.            Los seres humanos hemos evolucionado en un contexto de interacción social constante y el lenguaje, como herramienta evolutiva que es, sirve para establecer interacciones sociales en un contexto.
                         III.             El lenguaje es patrimonio de la especie humana.
                         IV.            Ningún ser humano crea el lenguaje, este es una red tejida por la especie en su conjunto y su único propósito es facilitar la interacción social.
                            V.            Wittgenstein tiene razón.
                         VI.            No existe correspondencia entre palabra y cosa, entre proposición y verdad.
                      VII.            Las interacciones sociales se dan en un contexto. Estas interacciones sociales son formas de vida, que son juegos del lenguaje.
                   VIII.            No existe nada independiente de un contexto.
                         IX.            La verdad, como las reglas de un juego del lenguaje, surge en un contexto de justificación por acuerdo inter pares. La verdad emerge amoldándose al contexto de justificación en el que surge por acuerdo, de igual forma que las reglas de un juego del lenguaje surgen del propio juego y se amoldan a este para que su aplicabilidad sea óptima.
                            X.            Si un yo se expresa con palabras, no puede ser suyo; pues las palabras no le pertenecen; luego el yo no tiene importancia en un mundo de juegos del lenguaje, de interacción social; por lo que el sujeto cognoscente es inexistente, pues estaría inmerso en un contexto y por tanto es imposible que halle una verdad universal que se encuentre fuera de contexto.
                         XI.            La verdad está en el lenguaje, el lenguaje es intersubjetivo; luego la verdad es intersubjetiva.
                      XII.            El mundo físico, el mundo social, el lenguaje, la verdad, todo forma una malla; todo es una red en la que todo está conectado, nada hay fuera de la red, de la malla.

domingo, 6 de mayo de 2012

NECESITAMOS UN COPÉRNICO

Cuanto más lo pienso, más claro lo veo; cualquier sistema económico que se base en la producción y consumo de bienes condena a la exclusión a la mayor parte de la sociedad, condena a la indigencia a la humanidad, pues, la relación entre consumo y producción se ve mediatizada por un elemento exógeno, el dinero. Se necesita dinero para consumir, para obtener dinero se necesita producir; pero cuando no hay dinero, ni se consume ni se produce. Este sistema resulta absurdo, porque a fin de cuentas, el dinero no es nada, es un ente ficticio creado por el hombre para mejorar el intercambio de bienes; sin embargo, el dinero se ha constituido como el eje en torno al cual pivotan la producción y consumo de bienes.
En el sistema económico capitalista unos pocos controlan los medios de producción y el resto de personas trabajamos para ellos, a cambio del trabajo se obtienen réditos, dinero, con el cual los trabajadores consumen productos; pero puede surgir un problema, cuando un empresario que pide dinero a cuenta de los beneficios que obtendrá en el futuro, no puede devolverlo, porque las circunstancias le han sido desfavorables, se produce un desajuste entre producción y consumo, es decir, el préstamo pedido para llevar a cabo una empresa era imprescindible para su realización, tanto para la producción como para el consumo de bienes; sin embargo, al no poder hacer frente a la devolución del dinero, la empresa quiebra y deja de producir y los trabajadores dejan de consumir. El problema es que si no tengo dinero, no gasto; para tener dinero tengo que gastar; para producir hay que consumir, para consumir hay que producir. El bucle provoca un estancamiento del que resulta muy difícil escapar.
El sistema económico comunista también funciona así, lo que cambia es que la producción es controlada por todos; pero el dinero sigue siendo mediador entre la producción y el consumo de bienes; a resultas de esta situación, si no se consume, no se produce, si no se produce no se consume; porque incluso en un sistema comunista, para consumir hay que producir.
Así pues, el dinero se ha convertido en el protagonista del sistema económico, pero el dinero en sí, no es nada. No podemos seguir basando nuestra economía en el vacío, la gente produce y consume gracias al dinero, para consumir hay que producir y para producir consumir, lo que nos lleva a explotar (esquilmar) los recursos naturales con el fin de obtener dinero, que repito, no es nada.
Necesitamos un Copérnico en economía, necesitamos a alguien que cambie el paradigma económico vigente y establezca una nueva economía, donde el dinero no sea el protagonista, donde su tenencia no sea imprescindible para vivir.
Si el dinero es el problema, volvamos al trueque. Este es el típico pensamiento débil que impide un verdadero cambio en el sistema económico; pues el trueque sería un sustituto del dinero en el intercambio de bienes, de hecho, el dinero nace como sustituto del trueque con la intención de facilitar los intercambios y que estos sean más justos, al existir una unidad de cuenta podemos valorar e intercambiar productos muy diferentes entre sí, ¿cuántas gallinas vale un cerdo? Al valorar los productos en dinero, el intercambio es más justo y eficaz. No os equivoquéis el problema es mucho más complejo y requiere ser resuelto por medio de un profundo cambio de paradigma, una revolución copernicana que dirija la economía hacia un nuevo estadio donde la producción y consumo de bienes no se vea mediatizada por el intercambio, ya sea en dinero o en especie.

martes, 10 de abril de 2012

¿LAS CIENCIAS NOMOTÉTICAS SON INDIFERENTES DEL INDIVIDUO?

Parece ser que el mundo tiende a pensar que las ciencias duras, como las matemáticas, son ónticas, es decir, que tienen una existencia propia y diferenciada, que las personas que se dedican a su estudio tan solo descubren una realidad que existe fuera del pensamiento y la acción humana; pues bien, yo me he levantado hoy estructuralista y he vislumbrado lo siguiente:
Las ciencias son un producto de  la imaginación humana y no hay descubrimiento sino creación de leyes.
Fundamento mi afirmación en un hecho simple, las matemáticas se fundan con una base estructural que replica los fundamentos de la moral, es decir, que a partir de oposiciones básicas se desarrollan argumentaciones, del bien y su opuesto el mal, hemos generado lo bueno y lo malo; esto tiene su desarrollo en otras estructuras de pensamiento; por ejemplo, tenemos lo positivo y lo negativo y de ahí  pasamos a construir una aritmética operativa que se basa en acciones opuestas: suma-resta, multiplicación-división, potenciación-radicación.
¿Es posible que nuestras matemáticas no sean nada, que tan solo sean flatus vocis?
A mí, hoy, así me lo parece. Creo que deberíamos repensar las matemáticas, por si acaso estamos equivocados al creer que tienen sentido fuera del hombre y sobre todo debemos replantearnos si nos conviene seguir la pauta estructural de nuestras ciencias basadas en la oposición de acciones, pues quizás nos imposibilite crear nuevas formas matemáticas que puedan ayudarnos a resolver problemas tecnológicos futuros.

martes, 7 de febrero de 2012

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL SIGNIFICADO ESENCIALISTA

Todo lenguaje consta de tres ejes: sintaxis, que es el eje que refiere al orden en el que se emiten los sonidos que forman las palabras y a su vez el orden que estas siguen para formar proposiciones que a su vez forman el discurso; semántica, eje que relaciona a las palabras con el significado de estas palabras; y por último, pragmática, que es el eje que muestra la relación del discurso con el contexto en el que se desarrolla.
Los teóricos esencialistas, como Frege, dentro de la semántica también entienden que se da la existencia de tres ejes: significante, que es el signo con el que designamos a los objetos; significado, que es el objeto al que designamos con un signo; y por último, referente, que es el objeto en sí al que refiere el significante y su significado.
No es un asunto menor el que la teoría esencialista del significado se estructure en forma trinitaria, dicha estructura obedece a que el modelo de pensamiento que se ha desarrollado en Europa pivota en torno a la filosofía griega y la teología cristiana. Platón, profundamente influenciado por la doctrina pitagórica, configura una teoría que presenta a la realidad percibida por los sentidos como una copia imperfecta de la auténtica realidad que tan solo es aprehensible a través del alma; en términos lingüísticos esto se traduce en que una palabra, “verde”, designa a un color, verde, que es percibido por los sentidos, pero que no es el auténtico verde, pues este no se da en el mundo que percibimos por los sentidos, sino que se encuentra fuera de la realidad percibida por estos, este verde auténtico se encuentra en el mundo de las ideas, este verde ideal es inmutable y universal solo accedemos a él porque el alma, que es una idea, nos permite colegir que los verdes que se dan en el mundo de los sentidos participa del verde ideal, razón por la cual todo ser humano, dotado de alma, puede y nombra al color verde como “verde”. La teología cristiana, retoma a Platón y genera a su vez una doctrina trinitaria, Jesús es hijo del hombre, hijo de Dios y Dios en sí. Así pues, la filosofía y la teología dividen la realidad y configura la preexistencia de una realidad de la que deriva nuestra realidad. En la teoría lingüística esencialista se considera que existen conceptos previos, que al igual que las ideas platónicas son inmutables y universales, a su designación por signos lingüísticos, como si las palabras fuesen etiquetas que adjuntamos a las cosas, como si pudiera separarse el pensamiento de la palabra.
Presentemos la filosofía esencialista del lenguaje, tomando ejemplo de el significado del concepto número, donde veremos como el esencialismo platónico-cristiano permea nuestra visión del mundo y del lenguaje que lo significa, donde veremos claramente como la necesidad de buscar a la trinidad nos lleva a caer en el error.
Partimos de un significante, la cifra, el cuerpo, 2, que designa a un significado, el número, el alma, “dos”, que refiere al dos que hay previo a todo dos, es decir, al concepto de dos, a la idea de dos, a la idea de número que posibilita la designación de los doses de este mundo, que siguiendo la correspondencia con el significado trinitario sería Dios.
Ya tenemos configurada nuestra trinidad, significante: 2, significado: dos y referente: el dos; ya nos sentimos satisfechos, hemos hallado la trinidad, el referente permite que toda la comunidad comprenda el significante y el significado, que están asociados en nuestra mente, alma, a  este referente.
Sin embargo, dado que este referente es previo a su significante y significado, dado que la comunidad lingüística comparte este referente común a todos, cabe preguntarse: ¿cómo es conceptualizado, representado, figurado, idealizado, imaginado, este referente en las mentes de la comunidad lingüística?
Sigamos con el ejemplo anterior, digamos que el referente de dos se configura en la mente por medio de una imagen, dos puntos; así pues, la comunidad lingüística nombra una cantidad de objetos en este mundo, una pareja de aves, como dos aves, pues en nuestra mente está que dos puntos representan al número 2 y asociamos esta imagen o representación mental a cualquier pareja de objetos del mundo.
La teoría esencialista del significado se configura tal y como hemos expresado, sin embargo, resulta cómico pensar que en las mentes de la comunidad lingüística existen conceptos previos a las palabras que los designan, pues retomando el ejemplo de los números, tendríamos que admitir que cuando la comunidad lingüística nombra un número, se representa en su mente un número de puntos tal, que representan a dicho número, es decir, cuando una persona dice tener “un millón de cosas por hacer”, debemos admitir que en la mente de ese sujeto hay representados un millón de puntos que se asocian para configurar la idea de millón que posibilita que nombremos tal idea con el término “millón”, cuyo significado será compartido, toda la comunidad conocerá que “millón” significa millón, porque en nuestra mente está representado el concepto millón en forma de millón de puntos.
Esto es absurdo, es obvio que nadie se imagina un millón de puntos cuando utiliza la palabra “millón”. Además, cabe preguntarse: ¿qué imagen o representación o figura es la que muestra el referente común a los números? Y lo más importante, y que está detrás de toda esta teoría esencialista del lenguaje, ¿quién ha impreso en las mentes de la comunidad lingüística el referente, que les es previo y común a todos, y que les permite nombrar las cosas de este mundo?
La teoría del significado esencialista busca la trinidad: significante, significado, referente; porque la tradición cristiana-platónica configuraba una visión trinitaria del mundo y por tanto del lenguaje, creyendo que dicha trinidad comportaba la perfección, construyendo un mundo definicional, donde el significado de una palabra se construía por medio de una definición que era universal e inmutable e imperecedera; pues estaba asociada a una idea o concepto que a su vez era universal, inmutable, imperecedero; constituyéndose un lenguaje trinitario donde el significante “verdad” tiene un significado universal; por ejemplo, “verdad” es la conformidad entre lo afirmado y la realidad; que es un significado compartido por toda la comunidad porque dicho significante y su significado asociado, o definición, están indisolublemente unidos a un referente común que es universal, inmutable e imperecedero, siendo dicho referente previo a su significante y significado, siendo este referente algo que está separado de una realidad que es perecedera, mutable y plural.
La teoría esencialista del lenguaje busca la trinidad y con ello busca su propia justificación asociando su teoría a la tradición cristiano-platónica, que a su vez se ve justificada por esta teoría lingüística, legitimándose mutuamente y ante la comunidad, que a su vez la asume por formar parte de su tradición cultural, la comunidad entiende la trinidad: significante, significado, referente, porque está embebida de dicha tradición.
Pero nosotros hemos roto la trinidad, nos hemos desembarazado de la tradición, hemos destruido al referente, como explicamos anteriormente, no hay un referente número que represente a todos los números, un referente verdad previo que represente a todas las verdades, no hay un pensamiento separado de las palabras que nos permita tener un referente a partir del cual se construya un significado, el lenguaje no es definicional, el significado de los términos no está en su definición. Así pues, ¿dónde radica el significado de los términos?
Siguiendo a Wittgestein, llegamos a la conclusión de que el significado de los términos está en el uso que hacemos de ellos. Dado que el significante es convencional y que no existe un significado expreso en las palabras, puesto que no hay un referente al que expresar; se ve claramente que el significado de las palabras se encuentra en el uso que hacemos de estas en nuestra vida, lo que acertadamente Wittgestein denomina: juegos del lenguaje, que viene a ser lo mismo que formas de vida, en el sentido de que hablamos sobre lo que vivimos. Conforme nos desenvolvemos en el mundo, vamos adquiriendo el significado de las palabras, asociamos las palabras a situaciones que experimentamos, no existen definiciones, sino que el significado de las palabras se enriquece por su uso, cuanto más se use una palabra más significado adquiere.
Un tradicionalista trinitario puede preguntarse: ¿cómo es posible que sin referente se pueda dar una comunidad de sentido, cómo es que la palabra “ave” evoca a un ave?
La respuesta más simple y certera, dado que no hay referente, es que asociamos el término “ave” al significado ave porque hemos experimentado en nuestra vida una situación conversacional, un juego del lenguaje, en el que la palabra “ave” estaba asociada a un ave, que, y aquí radica la grandeza de Wittgestein, no tiene que ser el ave referente que da significado al conjunto de todas las aves, sino que conforme vamos avanzando en el proceso de adquisición del lenguaje, porque nos desenvolvemos en un mundo lingüístico, asociamos “ave” a un ave.
Cuantos más usos se dé a una palabra, mayor será el conocimiento que se tenga de esta, mayor será su significado, porque el conocimiento no puede derivarse de una definición, que derivaría de un referente inexistente e inobservable; ya que esta anclaría el conocimiento y no permitiría hallar nuevas realidades, nuevos conocimientos, nuevos significados a los términos.
La teoría del significado fundamentada en el uso que le damos a las palabras, a la función que a estás  les damos en el mundo, destituye la teoría del significado esencialista, rompe con la tradición trinitaria y dignifica a la vida humana en este mundo, pues nadie puede apelar a un referente, a un ideal, a un Dios que dicte qué es verdad, número, ave…          

domingo, 5 de febrero de 2012

NO HAY NADA QUE VISLUMBRAR

El gran error que ha cometido la filosofía desde sus inicios en Grecia ha sido la ontologización de las palabras, dar entidad a estas. Durante siglos nuestro pensamiento se vio moldeado por el lenguaje platónico que generaba una estructura lingüística que identificaba una palabra con una cosa que además era participación de la cosa en sí, es decir, la palabra “tiza” nombra a un objeto, tiza, y esta tiza recibía el nombre “tiza” porque su forma participaba de la idea de tiza, configurándose así un pensamiento representacionalista en el que se consideraba que existía una idea, o imagen o representación o figura, previa a la palabra y a la cosa.
Wittgestein rompe con esta estructura representacionalista, con el triángulo significante-significado-referente, al  demostrar en su libro Investigaciones Filosóficas la inexistencia del referente, derribando así, desde los cimientos platónicos que lo sustentaban, en falso, el edificio ideológico de una filosofía del lenguaje esencialista.
Para llevar a cabo esta tarea, Wittgestein propone una teoría del significado basado en el uso de las palabras, es decir, puesto que no existe referente, resulta inexacto generar definiciones denotativas, o incluso ostensivas, de las cosas nombradas, ya que dichas definiciones presentan a las cosas fuera del mundo, aisladas cual mónadas, y pretenden significar universales, unas figuras implantadas en la mente de los hablantes; así pues, sin referentes, el significado de las palabras está en el uso que hacemos de ellas en este mundo. Por esta razón entiende que el lenguaje se constituye de dos elementos: juegos del lenguaje y reglas del lenguaje. Los juegos del lenguaje son, en resumidas cuentas, situaciones conversacionales, todas ellas son distintas, pues se dan en un espacio-tiempo-acción-personajes irrepetibles; por su parte, las reglas del lenguaje, que en ningún caso son normativas o preceptivas sino que surgen en el contexto del juego, dirigen o conducen el juego del lenguaje para llevarlo a buen fin, que no es otro que conseguir que los participantes del juego lingüístico logren entenderse entre sí.
 Llegados a este punto, hora es de desmontar la creencia de que existe un significado basado en la figuración, en este caso concreto, la creencia de que existe una figura de la palabra “color”. Seguiremos los pasos de Wittgestein, generaremos un juego lingüístico a partir del cual llegaremos a la conclusión, indefectible, de que no existe figura que represente a “color”, y por extensión, no hay figura que represente a ningún término.
En una fría mañana de invierno, en la destartalada aula de un colegio, un profesor de arte le pide a dos de sus alumnos que pinten un rectángulo de color gris. Pasados unos minutos, los alumnos le presentan sus trabajos:
Alumno 1: Aquí tiene el rectángulo gris que pidió.

 Alumno 2: Aquí tiene el mío.


El profesor observa atentamente sus trabajos y les suspende, debido a que él quería que le pintasen un rectángulo gris, mostrándoles la pintura que debían haber hecho.
Este sencillo juego del lenguaje demuestra claramente que no existe una figura que represente al color gris y por añadidura una figura que represente al rectángulo; pues una figura debe ser la figura de lo que representa y nada más que aquello que representa, y sin embargo, los participantes del juego pintaron distintos tonos de gris y distintos tamaños de rectángulo, lo que indica la inexistencia de figuración del color gris, del rectángulo, y por extensión de la figuración; puesto que de haber existido la figuración, en buena lógica, todos habrían pintado tres figuras idénticas a la figura que debían representar, las pinturas habrían de haber representado tres rectángulos idénticos en forma, tamaño y color; sin embargo, no es este el caso, pues, las tres pinturas fueron distintas entre sí.
Sin embargo, todos ellos pintaron un rectángulo gris, diferentes, sí, pero rectángulos grises eran los tres; ¿cómo sabían, si no hay referente, que color debían escoger para realizar la tarea? La respuesta está en el proceso de adquisición del lenguaje, obviamente, los juegos del lenguaje donde alumnos y profesor aprendieron cómo se usan los términos gris y rectángulo, fueron distintos, provenían de situaciones conversacionales distintos; pero compartían una forma de vida común, un lenguaje común, por esta razón eligieron diferentes tonalidades de gris, porque si bien no existe el gris que representa a todos los grises, en el mundo hay un muestrario de grises que se asocian a la palabra gris, por lo que todos ellos saben que cuando se les pide que pinten algo de color gris, no tendrán problema en escoger el color gris, el problema está en que el tono de gris puede ser diferente; ahí entran en el juego del lenguaje sus reglas, todos los partícipes del juego conocen el uso de la palabra gris, dentro del juego, la conversación que mantuvo el profesor con sus alumnos, debió concluir con un acuerdo, se debió dar más vida al juego iniciado y convenir qué tono de gris, qué tamaño debía ser usado para la correcta realización del ejercicio. Puesto que separar pensamiento de palabra lleva a creer que todos comparten una idea previa de lo que es “gris” y de lo que es “rectángulo”; se debió aclarar qué tipo de gris y qué tamaño debía tener el rectángulo antes de iniciar su pintado.  
Separar pensamiento y palabra lleva a la confusión, creer que existe algo previo a la palabra, es decir, que las palabras son etiquetas con las que designamos a ideas aprioris, o referentes, conlleva caer en el error de la figuración. Para Wittgestein, pensamiento y palabra son lo mismo, no hay figuración, porque si profundizamos en el juego del lenguaje que se ha propuesto, tendríamos que preguntarnos: ¿qué figura representa al “color”? La figura de la palabra “color” debería representar al conjunto de todos los colores existentes, pero, ¿qué color tiene la figura de “color” que representa el conjunto de los colores? La respuesta es que no hay una figura que universal y apriorísticamente represente el color de “color”.
Quod erat demonstrandum, la figuración no existe.


jueves, 12 de enero de 2012

Y A PESAR DE TODO

No dejo de estimar en mucho los ejercicios que hago en la universidad. Sé que los lenguajes que en ella aprendo son necesarios para la inteligencia; sé que: la gentileza de las fábulas despierta el ingenio; que las acciones memorables, que cuentan las historias, lo elevan y que, leídas con discreción, ayudan a formar el juicio; que la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos, que los han compuesto, y hasta una conversación estudiada, en la que no nos descubren sino lo más selecto de sus pensamientos; que la elocuencia posee fuerzas y bellezas incomparables; que la poesía tiene delicadezas y suavidades que arrebatan; que en las matemáticas hay sutilísimas invenciones que pueden ser de mucho servicio, tanto para satisfacer a los curiosos, como para facilitar las artes todas y disminuir el trabajo de los hombres; que los escritos, que tratan de las costumbres, encierran varias enseñanzas y exhortaciones a la virtud, todas muy útiles; que la filosofía proporciona medios para hablar con verosimilitud de todas las cosas y recomendarse a la admiración de los menos sabios; que la jurisprudencia, la medicina y demás ciencias honran y enriquecen a quienes las cultivan; y, por último, que es bien haberlas recorrido todas, aun las más supersticiosas y las más falsas, para conocer su justo valor y no dejarse engañar por ellas.

jueves, 15 de diciembre de 2011

LO QUE ES

Maestro._¿Qué es un lápiz?
Profeta._Un lápiz es un lápiz-dijo él.
Maestro._ Pero: ¿qué hace que un lápiz sea un lápiz?
Profeta._El que un lápiz sea un lápiz, hace que un lápiz sea un lápiz.
Maestro._Pero: ¿por qué un lápiz es un lápiz y no un bolígrafo?
Profeta._Pues, el motivo, la causa es que un lápiz es un lápiz y un bolígrafo es un bolígrafo.
Maestro._Pero: ¿cuál es la diferencia esencial que hace que un lápiz sea eso, un lápiz, y no un bolígrafo?
Profeta._ La diferencia estriba en que al lápiz lo llamamos "lápiz" y al bolígrafo, "bolígrafo".
Maestro._Pero...
Profeta._No hay peros...solo mira a tu alrededor.

jueves, 22 de septiembre de 2011

LAS REGLAS DEL JUEGO

El marxismo considera que las condiciones materiales definen las condiciones sociales de existencia; lo que en su terminología deriva en la afirmación de que la Superestructura es un reflejo de la Infraestructura. En pocas palabras podemos definir la Infraestructura como la suma de la Fuerzas Productivas y las Relaciones de Producción, siendo la primera un compuesto de: riqueza natural, conocimientos y tecnología, fuerza de trabajo; y la segunda, la relación entre trabajador y medio de producción, así como la relación entre propiedad y medios de producción. En palabras llanas la Infraestructura representa el modo en que trabajamos y nos relacionamos los unos con los otros y con el medio en el que vivimos y la Superestructura sería las creencias y la política que justifica socialmente las condiciones de la Infraestructura.
Una infraestructura concreta genera una Superestructura concreta, la materialidad condiciona la espiritualidad; sin embargo, las aseveraciones marxistas al respecto no parecen dar una respuesta acertada a la vida social, es decir, no queda muy claro ni está demostrado que la Infraestructura condicione la Superestructura; es más, considerando las cosas tal como suceden y no tal y como queremos que suceda, resulta que es la Superestructura la que condiciona la Infraestructura. El modo en que imaginamos vivir es el modo de vida que llevamos, los desajustes que se producen en lo particular son ajustes en lo general.
Pongamos un ejemplo que muestre lo que afirmo, imaginemos un universo compuesto por un grupo de personas que juegan una partida de cartas, a cada cual le tocan unos naipes concretos, la partida se desarrolla en un lugar y tiempo concreto, el conjunto material de la representación es lo que llamamos Infraestructura; la Superestructura son las reglas del juego, pongamos por caso las reglas del juego del póquer. Así pues, ¿el modo en que jugamos determina las reglas del juego o son las reglas del juego las que determinan el modo en que jugamos?

martes, 30 de agosto de 2011

TOMÁS MORO, ERASMO DE ROTERDAM Y YO

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos. Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido.
Lucas 17, 1-6.
La lectura y reflexión sobre los evangelios ha dado para cuestionar la física y la metafísica, si hombres como Tomás Moro o Erasmo de Roterdam pasaron buena parte de su vida leyéndolos y meditando sobre ellos, no creo que esté demás, que yo haga mi reflexión particular al respecto.
Este pasaje me parece especialmente significativo, el tema del pecado y del perdón del mismo resulta pregnante desde el instante en que comprobamos lo difícil que es perdonar, del latín per y donare, conceder el perdón a una persona sin exigirle nada a cambio es, a ojos vista, un acto que honra a quien lo da, siempre que este dar esté fundamentado, es decir, que el perdón esté justificado. En el caso que se expone en los versículos se nos indica que se ha de perdonar en base al arrepentimiento; pero, ¿hasta qué grado, siete veces siete? ¿Cuándo podemos empezar a exigir responsabilidad por los actos (pecados) cometidos? ¿Es el perdón ilimitado? ¿Es justo perdonar? 
Perdonar es justo, desde el momento en que estamos convencidos de que la persona, que recibe el perdón, merece ser perdonada; sin embargo, dicho perdón carece de fundamento, pues desconocemos la psique humana y no podemos ni confirmar ni desmentir el arrepentimiento del pecador. El problema, entroncando con la siguiente cuestión atrayente del pasaje, es que se perdona por convicción, por fe. Entonces nuestro perdón carece de fundamento, de justificación; y sin embargo, nos sigue pareciendo loable perdonar, así, sin fundamento ni justificación, tan solo por la convicción de que se debe perdonar. ¿Por qué actuamos por convicción, por qué tenemos fe en alguien?
Necesitamos pensar que la gente cambia, que se siente culpable, que se es bueno en sí... Y sobre todas las cosas, necesitamos sentirnos dioses.

martes, 23 de agosto de 2011

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

Cualquier exigencia de fundamentar, de una vez por todas, a partir de la constitución eterna del mundo y de los  hombres, un determinado comportamiento como el adecuado y que, por lo tanto, plantee continuamente la pretensión de validez incondicionada está abocada, según Horkheimer, al fracaso. 

Es curioso que siendo los humanos un grupo bastante homogéneo en términos biológicos, seamos tan diferentes en términos culturales. ¿A qué se debe tanta diversidad? La respuesta cuantitativa dirá que las diferencias culturales se deben a diferencias medioambientales que provocan una diversificación del comportamiento, por así decirlo, los comportamientos son ajustes al medio y estos se justifican porque suponen un ahorro energético. Yo me inclino a pensar como Horkheimer, en mi opinión, la historia y la filosofía no han asumido lo irracional en el hombre y hasta que no seamos conscientes de nuestra irracionalidad, jamás podremos llevar a cabo una auténtica exploración del fenómeno humano.

La historia pretende reconstruir el pasado, pero no ha lugar dicha reconstrucción, por muchos datos que se registren resulta imposible averiguar lo sucedido, por no hablar de lo que sucederá, no hay verdad en la historia, en esta todo es una mera construcción imaginaria de lo que pudo ocurrir, pero jamás sabremos las causas y efectos de los actos pasados ni veremos ni predeciremos, por mucha simulación que hagamos, cómo actuará la humanidad y el humano en el futuro. La filosofía que pretende dar una solución única al hecho moral humano, se da de bruces ante la realidad que constata que no existe un comportamiento adecuado, porque este tiene dos vertientes que conviven, de un lado, la racionalidad, que lleva a grupos humanos a cocinar alimentos de la forma más eficiente y de otro lado la irracionalidad, que lleva a grupos humanos a ayunar hasta la muerte.

Esa es nuestra realidad y la que nos impide lograr un acuerdo universal sobre qué debemos hacer. Como seres racionales, actuamos según modelos de acción ecuánimes; pero como seres irracionales, actuamos de forma caótica. Dado que estamos en un punto en el que hemos heredado un sinfín de convenciones, quizá, la respuesta a la pregunta, ¿qué debemos hacer?, deba ser respondida partiendo de este punto, es decir, marquemos como punto 1 este día y pensemos cómo debemos actuar, no miremos atrás ni pensemos en futuribles, simplemente sentémonos a dialogar y lleguemos a un acuerdo sobre qué debemos hacer, sin rémoras del pasado ni lastres del futuro, decidamos aquí y ahora y entre todos nuestro quehacer. 

martes, 2 de agosto de 2011

DE DIOSES Y HOMBRES

Los últimos días los he pasado entre cogitaciones, he leído sobre mitografía china, hindú, egipcia, persa y griega; he leído introducciones al judaísmo, al islam y al cristianismo; todo ello buscando una respuesta referida a la cuestión: ¿existen los dioses, Dios? Y he llegado a las siguientes conclusiones.
Hace dos millones de años, más o menos, sucedió un hecho que Kubrik plasmó en su película 2001: Odisea en el espacio; un animal estableció la relación causa-efecto y a partir de ese instante no pudo substraerse a la necesidad de hallar la relación causal en cualesquiera acciones que se le presentaban ante los ojos, esa necesidad le llevo a generar un protolenguaje con el que comunicar a los demás dicha relación, para lo cual, los gestos y voces de alerta fueron precursores de lo que más tarde se convertiría en el nombramiento del mundo, es decir, que el animal se convirtió en hombre al generar una realidad interna que modelaba la realidad externa, creando un mundo metafórico, exógeno a la naturaleza y que convertía a esta en un mundo subyugado, incapaz de autonombrarse que acabó por ser sometido a la implacable capacidad del hombre para nombrar y establecer relaciones de causa y efecto, que promueven el establecimiento de categorías jerárquicas que derivan de la sustantivación del mundo.
El lenguaje, que servía para nombrar al mundo y explicarlo, chocaba con la escasez de conocimientos, por lo que la metaforización del mundo llevó aparejada la generación de unos dioses que explicaban la existencia de este; porque el hombre sentía la necesidad de explicar, justificar la existencia del mundo material, dar contenido causal a los efectos naturales existentes. Hasta donde he podido leer, no hay constancia de la existencia de una sociedad que no haya creado un conjunto de creencias mitológicas o religiosas, lo que me lleva a pensar que la necesidad de hallar la relación causal en el mundo llevó al lenguaje y que este en su afán de explicar dicha relación, frente a la frontera del que hay más allá, llevó a la constitución del orden jerárquico y deífico. Los dioses son la solución stándar a la ignorancia del orden causal.
Así pues, las creencias mitológicas, religiosas o espirituales derivan de la ignorancia del orden causal, conforme la ciencia despoja al hombre de la ignorancia y hace ver a este lo incongruente de sus creencias, como dijo Jenófanes: si los caballos tuviesen dioses, estos tendrían forma de caballo, los hombres nos vemos abocados a redefinirnos como entes emergidos de la naturaleza y a enunciar, o mejor aún, denunciar que esta está exenta de metáforas, es decir, que no hay dioses, ni Dios que justifiquen la existencia del mundo ni explique el orden causal de este; solo así podremos empezar a generar un mundo humano, que establezca un orden universal a su política, entendida esta como la vida en común entre los seres humanos en el mundo.
Solo si sustituimos las creencias por las ciencias podremos construir un modelo vital universal, pues solo rompiendo con las ataduras y convenciones del pasado se puede constituir un orden político que sea asumido por el conjunto de las heterogéneas sociedades que constituyen la humanidad.
No hay más Dios que la ciencia y Comte es su último profeta, ese ha de ser el lema de la humanidad. 

domingo, 19 de junio de 2011

CINE Y ÉTICA: UNA PROPUESTA PARA PENSAR

Cuando elegí hacer como optativa la asignatura de Ética, en la carrera de Humanidades, pensé: ¡por fin vuelven los griegos! Me imaginé que leería a Aristóteles y a Platón y que las clases serían como charlas entre eruditos, una rememoración del Liceo; y en parte así fue, el profesor, Don José María Terrón, consiguió que me implicase en la asignatura, que es más de lo que puede decirse de la mayoría del profesorado universitario, tan tendente al ombliguismo. Conforme avanzaba en el programa y consultaba y releía los apuntes de la asignatura, iba descubriendo que la ética ha estado presente en nuestras vidas desde tiempo inmemorial, ya que el hombre está necesitado de justificar sus actos ante sí y ante la comunidad. Me gustó reencontrar en Aristóteles al sabio amigo, aquel que te dice con cordialidad que lo importante es ser feliz, que uno se hace bueno haciendo cosas buenas, que el mejor de los ciudadanos es aquel que posee las cualidades de un buen amigo. Pero no solo de griegos vive el hombre, aunque me duela admitirlo, el tiempo sigue su curso y en el caso de la ética resulta imprescindible entrar de lleno en la obra de Kant, como hicimos en clase, anotando sus puntos fuertes y poniendo en solfa sus debilidades; pero no solo descubrimos a Aristóteles y a Kant como genios de la ética y la filosofía en general; sino que avanzamos en el tiempo filosófico y llegamos a leer textos de Carol Gilligan, pasando por Hans Jonas y el sempiterno Habermas. 
Lo curioso es que uno puede de antemano llegar a pensar que la ética será un rollo; sin embargo, el profesor ofreció una metodología didáctica que obligaba al alumnado a pensar "éticamente", es decir, a comentar una serie de preguntas sobre películas que versaban sobre temáticas de gran calado, fomentando así un clima de reflexión y diálogo constructivo entre profesor y alumnado. Una muestra de lo que he comentado se muestra en las siguientes reflexiones sobre el film, La Isla.    
La película, La Isla, del director de cine Michael Bay, hombre curtido en la estética publicitaria y del videoclip, es una interesante fábula de ficción científica que presenta los peligros que pueden comportar al ser humano su escalada tecnológica; pues esta le ha llevado a poder controlar los mecanismos que rigen la genómica humana. Lo interesante del film es que presenta en su estructura una serie de concomitancias en las que podemos observar ciertos paralelismo con la filosofía griega clásica y con las corrientes actuales del pensamiento filosófico; el argumento muestra una empresa que se dedica a clonar seres humanos para disponer de órganos restitutivos de quienes así lo deseen, los llamados patrocinadores, siempre que puedan permitírselo económicamente hablando. Lo curioso es la forma en que está organizada la empresa, que simula la estructura piramidal de La República de Platón, no en vano el despacho del Rey Filósofo, el Doctor Merrick, presenta en su “pcmesa” como ratón de ordenador una pirámide y como objeto decorativo una esfera, lo que recuerda a la organización de la sociedad y la forma de las almas. La empresa está gobernada por los filósofos, tiene un sistema de seguridad que controla a los “habitantes” y protege a los filósofos y sus instalaciones, los guardianes, y finalmente están los productores, a los que tal vez deberíamos denominar productos dada su semejanza con estos objetos. Para seguir con el paralelismo entre La Isla y La República, vemos que los productos, los seres clonados, llevan a cabo tareas mecánicas bajo la supervisión de filósofos y guardianes y no falta en la empresa ese componente, útil y diríase que necesario, del mito que está representado por la lotería, el azar que gobierna y recompensa a los individuos parece estar íntimamente ligado a nuestra percepción de la realidad; los seres humanos para desarrollarse como tales parecen necesitar una realidad externa y superior que les confiera cierto grado de incertidumbre y a la vez de predestinación. 

Lo bueno de la filosofía es que siempre te deja un margen para aplicar sus conceptos a las más variopintas cuestiones; por ejemplo, podemos ver en esta película cómo influyen los conceptos aristotélicos de saber teórico, práctico y técnico en nuestras vidas.

De forma sucinta podemos explicar que en una acción humana se observa una serie de componentes relativos a dicha acción que pueden ser clasificados y enmarcados dentro de los tres tipos de saber que enunció Aristóteles, en primer lugar el saber teórico, que es meramente descriptivo y que está por tanto objetivado desde su posición externa a la acción, ya que no se implica en la realidad ni actuando ni juzgando, sino que simplemente la describe; dicho papel en la película estaría representado por la ciencia médica, sus conocimientos en cuanto a la funcionalidad de los organismos está presente en la película al disponer los médicos de la epistheme relativa a la medicina y que les permite entrar en el campo de la acción mediante el saber técnico, el saber productivo que permite mediante la instrumentalización de los procesos vitales la producción de seres humanos clonados. Este saber técnico está referido a un fin concreto que se consigue bajo los criterios de la eficacia y la eficiencia; dicho saber técnico solo se plantea el conseguir su fin, en el caso del film sería la producción de clones y para ello tan solo se dedica a evaluar y procedimentar el modo más eficaz y eficiente de obtener organismos clonados, sin entrar a juzgar el cómo ni el por qué; el saber técnico está en conexión con la acción que lleva a un fin sin que medie entre ellos un criterio moral que juzgue si dicha acción es buena o mala, que juzgue si el modo en que se consigue el fin que se persigue es bueno o malo, justo o injusto. Precisamente de esto último se encarga el saber práctico, que es aquel que introduce un criterio moral en nuestra acción, es el saber que nos conmina a justificar nuestras acciones, algo de lo que están exentos el saber teórico y el técnico, ya que el teórico solo es descriptivo y no actúa en la realidad y el saber técnico tan solo actúa y su única pretensión es la consecución de un fin de forma efectiva; tan solo el saber práctico se encarga de juzgar si la acción es buena o no y se encarga de justificar el modo en que se actúa. Este saber práctico se observa en su forma negativa en la película, en el hecho de que el Dr. Merrick obvia el código deontológico que le obligaba a no producir seres humanos, sino que tan solo se le permite la clonación de órganos y en ningún caso la producción de seres clonados a los que se le da vida al extraerlos de su bolsa amniótica. Así pues, el Dr. Merrick muestra una mala praxis, el saber práctico, representado por el código deontológico médico en el film, enuncia que no se puede dañar la vida humana; y sin embargo, el Dr. Merrick no duda en matar a un clon inyectándole una dosis de veneno en la yugular e, incluso, ordena enviar a la cámara de gas a otros clones; todo ello porque no percibe a los clones como seres humanos, sino como productos, es decir, que si la definición de ser humano está en manos de los que nos perciben, estos últimos pueden llegar a cosificarnos y dejar de vernos y por ende tratarnos como seres humanos, dictum est.      

Existen paralelismo entre situaciones que se plantean en la ficción de la película y procedimientos científico-técnicos que se están proponiendo ya hoy en la investigación, la experimentación o la práctica clínicas de la medicina y la biotecnología.

En la película, La Isla, podemos observar una serie de situaciones que son posibles desde un punto de vista teórico, técnico e incluso práctico y que se dan hoy en la práctica médica; por ejemplo, el patrocinador, Tom Lincoln, presenta en su estructura genética “defectos” o mejor dicho, fallos de programación, tales como la posibilidad de presentar fallos hepáticos y el ya presente fallo en su agudeza visual; pues bien, hoy día es posible pronosticar mediante un test genético la posibilidad de desarrollar futuros cánceres y otras enfermedades como malformaciones congénitas e, incluso, dichas enfermedades pueden ser corregidas mediante la manipulación genética, al menos en su vertiente de selección positiva embrionaria, es decir, que se promueve la vida de un embrión que no presente fallos de programación genética, algo que ya está realizándose y que en el film podemos asimilar con el clon, Six Echo Lincoln, que no presenta en su programación genética fallos hepáticos o fallos en su agudeza visual. Otro ejemplo está en la posibilidad de clonar individuos, hasta ahora se han clonado animales de especies como ovejas, ratones, toros… pero de momento no se han clonado personas, o no nos hemos enterado, pero es algo que teórica y técnicamente es posible hacer. Algo parecido sucede con las cubetas de crecimiento embrionario, en Japón se está estudiando la posibilidad de inventar una cubeta que permitiría el desarrollo completo de un embrión hasta su completa formación fetal y que permitiría el nacimiento de seres humanos fuera del útero materno, algo que se observa en la película en la “granja de clones” donde los embriones se desarrollan en una bolsa amniótica hasta desarrollar un estadio corporal semejante a su patrocinador.
La película muestra otras situaciones posibles por el desarrollo de la ciencia y la tecnología desde el análisis instantáneo de nuestro estado físico por medio de un análisis de orina, algo que se refleja en la película y que permite un control dietético para prevenir el posible desarrollo de enfermedades asociadas al exceso de sodio, como la hipertensión, hasta la posibilidad de implantar un embrión en el útero de una mujer externa a la pareja procreadora, lo que hoy se conoce como “vientre de alquiler”. El film muestra el nacimiento de un hijo de una pareja que espera, paciente y ajena a los acontecimientos que se desarrollan tras la puerta del quirófano, que una enfermera les traiga a su hijo; algo que ya ocurre, lo que la teoría expone y la tecnología permite realizar es en la práctica consentido y regulado en algunos países de nuestro entorno, por ejemplo en EE.UU., sin embargo, en nuestro país se decidió regular en un sentido práctico distinto tal, que configura a la persona en la que se desarrolla el feto como única poseedora de los derechos y deberes maternos, es decir, que la mujer que produce al niño en su vientre es la madre objetiva del mismo, sin importar que la carga genética del niño sea de otras personas, personalmente, esto último me parece lo más acertado; pues podría generalizarse que por motivos de salud o peor aún estéticos, las parejas que desearán tener un hijo, pero no quisieran afrontar el riesgo que para la salud y para la estética corporal ello comporta, se dedicaran a alquilar vientres de mujeres que si afrontarían el riesgo, motivadas en el más de los casos por problemas económicos, es decir, que las mujeres ricas alquilarían los vientres de las mujeres pobres para evitarse problemas de salud y estética.
Teniendo en cuenta lo que afirma en “¿Hacia una eugenesia liberal?”, se podría ver de algún modo en la película la pertinencia de la distinción entre «lo crecido» y «lo hecho» que Habermas propone, tomándola de Hannah Arendt; así como lo que aporta dicha distinción a la clarificación de los principios de la bioética aplicados a la biotecnología.
Habermas nos advierte que la deriva tecnológica y liberal pueden, llegado el caso en que las visiones apocalípticas de un futuro biotecnológico que permita la selección, manipulación, “mejora” e implantación  de embriones con una carga genética modificada por la instrumentalización del proceso vital de estos, se hiciera una realidad fáctica; pueden llegar a romper el lazo que une a una generación con la siguiente y los embriones modificados podrían manifestar problemas identitarios respecto a su adscripción a la especie humana, ya que podrían no verse representados ni concernidos a su cuerpo, que ya no sería una realidad crecida, en el sentido de que autónomamente se desarrolla en un destino por naturaleza, sino que sería una realidad hecha definida de antemano por unos progenitores que decidirían el destino del hijo, no procreado, sino producido bajo las premisas que sus progenitores caprichosamente decidiesen.
Según Habermas expone, los seres humanos contamos en nuestro haber con un destino por la naturaleza y un destino por lo social, es decir, que venimos al mundo con una carga genética determinada por la libre conjunción de los genes maternos y paternos que nos dotan de ciertas características físicas y, según los últimos avances, psíquicas; sin embargos, ambos destinos sucumben ante la capacidad del individuo a desarrollarse por sí mismo, es decir, a generar su propia biografía a partir de los elementos con los que cuenta por el mero hecho de haber venido al mundo. Pero si legalmente se permitiera y generalizase el diagnóstico de preimplantación y se diera el caso en que los padres pudieran modificar el genoma de sus hijos, no por una cuestión terapéutica que el sujeto podría pedir en el futuro y a la cual habría accedido de haber podido; por ejemplo, es obvio que un feto no puede pedir tener dos ojos en la cara en lugar de en la nuca, por lo que es obvio que se podría mejorar su genoma para que no viniera al mundo con los ojos en la nuca; sin embargo, al parecer de Habermas, no se debería permitir que se modificase el genoma de un hijo para que este desarrollase determinado talento artístico o deportivo, porque en tal caso se le estaría determinando para un fin concreto; por ejemplo, modificar el genoma de un hijo para que desarrolle una musculatura que le permita ser un nadador excelente, coartaría las posibilidades de desarrollarse en otro sentido, es decir, el hijo estaría determinado, hecho para un fin y no sabemos para qué fin no sería un medio, ya que su genoma ha sido modificado para un fin específico. La distinción radical entre lo crecido y lo hecho está en que el primero dota al individuo de unas posibilidades abiertas y es libre para iniciar algo nuevo en el mundo, es libre para generar su propia biografía; caso muy contrario de lo hecho, que coarta las posibilidades y genera un individuo que no viene a iniciar algo nuevo, sino más bien a renovar lo existente, a reiterarlo.
En la película, resulta interesante ver cómo se traslada esta dicotomía entre renovar, que es reiterar, e innovar, que es introducir una novedad; vemos cómo el nombre del barco del patrocinador se llama “Renovatio” y nos traslada la idea de que la pretensión de Tom es mantenerse en el mundo, razón por la que patrocina a Six Echo Lincoln. El clon venido al mundo como producto hecho para la renovación de su patrocinador carece de la libertad de lo crecido, carece de la capacidad que todo humano representa como inicio de algo nuevo. La imagen que representa este inicio de algo nuevo, de algo que ha crecido y desarrolla su propia biografía está muy bien lograda por parte del director, Michael Bay, que rueda unas escenas en las que aparecen niños, primero en la salida al mundo por parte de los clones que muestran su asombro y alegría ante una pareja de niños y más tarde en una escena con carritos de helados, donde Sarah Jordan regala a un grupo de niños unos helados, es ahí donde se refleja la realidad de lo crecido y la oportunidad que representan para el mundo como un inicio de algo nuevo. Pero tal vez el momento que representa en toda su crudeza, en el film, la diferencia entre lo crecido y lo hecho, sea el momento en que McCord recibe en su casa a los clones Six Echo Lincoln y Sarah Jordan y les explica que ellos no son como él, ellos son clones, él es humano, ellos son algo hecho, él es algo crecido… todo ello se manifiesta en que los clones no tienen biografía, sus recuerdos han sido implantados en su cerebro, en cambio McCord tiene sus propios recuerdos, sus propias vivencias, su propia biografía.
La distinción entre lo crecido y lo hecho aporta a la bioética una diferenciación entre lo que se desarrolla autónomamente, es decir, de forma natural; y lo que es desarrollado por otros, es decir, de forma artificial. Esta distinción es pertinente para no enmascarar lo hecho para darlo como crecido.
Teniendo en cuenta lo planteado por Habermas en el citado texto como clarificación de los principios de la bioética, podríamos plantearnos: ¿qué problemas éticos plantean las investigaciones con células troncales o células madre embrionarias?
En el apartado anterior vimos como la distinción entre lo crecido y lo hecho radicaba en la autonomía y por ende libertad para generar un inicio en el mundo, que posee lo crecido, en oposición a la heteronomía y por ende determinación para generar una simple reiteración en el mundo, que tiene lo hecho, lo crecido se hace su biografía, lo hecho tiene una biografía dictada.
El Informe Belmont, que establece tres principios básicos para proteger a las personas que se ven sometidas a experimentación médica, sugería ya en los setenta que toda vida humana debía:
  • los individuos deben ser tratados como seres autónomos y aquellos individuos cuya autonomía está disminuida deben ser objeto de protección.
  • las personas son tratadas moralmente no sólo respetando sus decisiones y protegiéndolas del daño, sino también haciendo un esfuerzo por asegurar su bienestar.
  • Las personas deben ser tratadas justamente.
Atendiendo a los tres principios expuestos y teniendo en cuenta la visión de Habermas respecto a la distinción entre lo crecido y lo hecho, podemos intuir una serie de graves problemas a los que la ética debe hacer frente a la hora de establecer criterios de experimentación con células madre embrionarias.
Como bien afirma Habermas, la puerta que se abrió con la permisión de generar vida in vitro ha promovido toda una línea de investigación que está desarrollando en la ciudadanía un “acostumbramiento” ante la posibilidad efectiva de instrumentalizar la vida humana, es decir, que la ciudadanía vea como algo normal y bueno que se intervenga en el proceso vital de los organismos humanos. La ciudadanía vive como un adelanto social el que la ciencia investigue con células embrionarias, a pesar de que dicha investigación vulnera al menos los principios de la bioética declarados en el Informe Belmont, ya que la investigación que permite la instrumentalización de células embrionarias humanas atenta contra el derecho de autonomía que le es propio a toda vida humana, al manipular, cambiar o destruir el genoma de un embrión humano estamos manipulando, cambiando o destruyendo su autonomía, su libertad, su inicio y su biografía; atenta además contra el segundo de los principios al no poder el embrión humano decir que es lo que quiere y en todo caso atenta contra su desarrollo vital y por ende contra su bienestar; atenta además contra el principio de justicia que debe regir el trato al embrión humano… Todos estos atentados contra la vida humana del embrión son posibles porque la vida prepersonal no está contemplada legalmente como la vida personal; sin embargo, éticamente sí que cabe la protección del embrión como vida humana prepersonal fundándose dicha protección en que el embrión humano es algo crecido, autónomo en el desarrollo de su proceso vital, con capacidad para generar un inicio con su natalidad y llegar a hacer su biografía.
Este acostumbramiento del que nos habla Habermas puede derivar en una ruptura de la identidad del ser humano como especie, si nos acostumbramos a manipular el genoma humano para que este cambio fomente la aparición de talentos artísticos, científicos, deportivos… podemos llegar a generar en las mentes de los hijos producidos, que no ya engendrados, una sensación de angustia al verse desprovistos de su destino natural; pues les negamos por mor del capricho su innata capacidad biográfica. Pero el auténtico problema ético que plantea la deriva biotecnológica y el acostumbrarnos a manipular e instrumentalizar la vida humana es que, como se plantea en la película, La Isla, se pueda llegar a producir humanos, que no serían un fin en sí mismos, sino tan solo un medio. El acostumbramiento a instrumentalizar la vida humana puede derivar en una cosificación de esta y en su caso llegar a declarar como no humanos a estos seres producidos en el laboratorio, fundamentándose dicha declaración en que no son humanos porque no son autónomos, no tienen libertad, no representan un inicio y no tienen capacidad para generar su propia biografía.
Este peligro se observa claramente en el uso del diagnóstico de preimplantación que esconde tras su lenguaje científico una verdad incómoda. La selección a la carta del embrión humano que ha de ser implantado en el útero materno, implica, cuando menos, la elección del genoma por parte de los científicos, restando así la posibilidad de una biografía propia al ser producido, hecho, fabricado y no crecido, restándole por tanto su autonomía, su destino por naturaleza; pero además obviamos que dicha selección implica el desecho de otros embriones, de otras posibilidades, de otras biografías.
Este enmascaramiento de la realidad, la destrucción de vida humana en la investigación con células madre, queda oculta tras la asepsia de un lenguaje científico que oculta la realidad a la ciudadanía; pero me pregunto hasta qué punto estamos siendo engañados, quizás la ciudadanía no quiere saber lo que ocurre y se contenta con ser un patrocinador, con obtener de la ciencia un bien que necesita o desea; tal como se muestra en el film, la gente que visita la empresa del Dr. Merrick ve unas instalaciones impolutas, un personal aseado… pero no ven como los médicos matan a un clon que acaba de dar a luz al hijo de su patrocinadora ni ven como el clon de una estrella de fútbol al que van a sustraer un órgano vital sale corriendo del quirófano y tampoco ven cómo este es capturado y arrastrado al quirófano como si de un animal se tratase. Probablemente, la actitud de la ciudadanía ante los avances de la biotecnología está representada en el film en la persona de Tom Lincoln, que descubre a su clon y llama indignado a la empresa preguntando por qué su clon está en su casa, no le importa nada si es un clon o un ser humano, simplemente es un medio para obtener un fin muy concreto, renovarse.