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martes, 7 de febrero de 2012

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL SIGNIFICADO ESENCIALISTA

Todo lenguaje consta de tres ejes: sintaxis, que es el eje que refiere al orden en el que se emiten los sonidos que forman las palabras y a su vez el orden que estas siguen para formar proposiciones que a su vez forman el discurso; semántica, eje que relaciona a las palabras con el significado de estas palabras; y por último, pragmática, que es el eje que muestra la relación del discurso con el contexto en el que se desarrolla.
Los teóricos esencialistas, como Frege, dentro de la semántica también entienden que se da la existencia de tres ejes: significante, que es el signo con el que designamos a los objetos; significado, que es el objeto al que designamos con un signo; y por último, referente, que es el objeto en sí al que refiere el significante y su significado.
No es un asunto menor el que la teoría esencialista del significado se estructure en forma trinitaria, dicha estructura obedece a que el modelo de pensamiento que se ha desarrollado en Europa pivota en torno a la filosofía griega y la teología cristiana. Platón, profundamente influenciado por la doctrina pitagórica, configura una teoría que presenta a la realidad percibida por los sentidos como una copia imperfecta de la auténtica realidad que tan solo es aprehensible a través del alma; en términos lingüísticos esto se traduce en que una palabra, “verde”, designa a un color, verde, que es percibido por los sentidos, pero que no es el auténtico verde, pues este no se da en el mundo que percibimos por los sentidos, sino que se encuentra fuera de la realidad percibida por estos, este verde auténtico se encuentra en el mundo de las ideas, este verde ideal es inmutable y universal solo accedemos a él porque el alma, que es una idea, nos permite colegir que los verdes que se dan en el mundo de los sentidos participa del verde ideal, razón por la cual todo ser humano, dotado de alma, puede y nombra al color verde como “verde”. La teología cristiana, retoma a Platón y genera a su vez una doctrina trinitaria, Jesús es hijo del hombre, hijo de Dios y Dios en sí. Así pues, la filosofía y la teología dividen la realidad y configura la preexistencia de una realidad de la que deriva nuestra realidad. En la teoría lingüística esencialista se considera que existen conceptos previos, que al igual que las ideas platónicas son inmutables y universales, a su designación por signos lingüísticos, como si las palabras fuesen etiquetas que adjuntamos a las cosas, como si pudiera separarse el pensamiento de la palabra.
Presentemos la filosofía esencialista del lenguaje, tomando ejemplo de el significado del concepto número, donde veremos como el esencialismo platónico-cristiano permea nuestra visión del mundo y del lenguaje que lo significa, donde veremos claramente como la necesidad de buscar a la trinidad nos lleva a caer en el error.
Partimos de un significante, la cifra, el cuerpo, 2, que designa a un significado, el número, el alma, “dos”, que refiere al dos que hay previo a todo dos, es decir, al concepto de dos, a la idea de dos, a la idea de número que posibilita la designación de los doses de este mundo, que siguiendo la correspondencia con el significado trinitario sería Dios.
Ya tenemos configurada nuestra trinidad, significante: 2, significado: dos y referente: el dos; ya nos sentimos satisfechos, hemos hallado la trinidad, el referente permite que toda la comunidad comprenda el significante y el significado, que están asociados en nuestra mente, alma, a  este referente.
Sin embargo, dado que este referente es previo a su significante y significado, dado que la comunidad lingüística comparte este referente común a todos, cabe preguntarse: ¿cómo es conceptualizado, representado, figurado, idealizado, imaginado, este referente en las mentes de la comunidad lingüística?
Sigamos con el ejemplo anterior, digamos que el referente de dos se configura en la mente por medio de una imagen, dos puntos; así pues, la comunidad lingüística nombra una cantidad de objetos en este mundo, una pareja de aves, como dos aves, pues en nuestra mente está que dos puntos representan al número 2 y asociamos esta imagen o representación mental a cualquier pareja de objetos del mundo.
La teoría esencialista del significado se configura tal y como hemos expresado, sin embargo, resulta cómico pensar que en las mentes de la comunidad lingüística existen conceptos previos a las palabras que los designan, pues retomando el ejemplo de los números, tendríamos que admitir que cuando la comunidad lingüística nombra un número, se representa en su mente un número de puntos tal, que representan a dicho número, es decir, cuando una persona dice tener “un millón de cosas por hacer”, debemos admitir que en la mente de ese sujeto hay representados un millón de puntos que se asocian para configurar la idea de millón que posibilita que nombremos tal idea con el término “millón”, cuyo significado será compartido, toda la comunidad conocerá que “millón” significa millón, porque en nuestra mente está representado el concepto millón en forma de millón de puntos.
Esto es absurdo, es obvio que nadie se imagina un millón de puntos cuando utiliza la palabra “millón”. Además, cabe preguntarse: ¿qué imagen o representación o figura es la que muestra el referente común a los números? Y lo más importante, y que está detrás de toda esta teoría esencialista del lenguaje, ¿quién ha impreso en las mentes de la comunidad lingüística el referente, que les es previo y común a todos, y que les permite nombrar las cosas de este mundo?
La teoría del significado esencialista busca la trinidad: significante, significado, referente; porque la tradición cristiana-platónica configuraba una visión trinitaria del mundo y por tanto del lenguaje, creyendo que dicha trinidad comportaba la perfección, construyendo un mundo definicional, donde el significado de una palabra se construía por medio de una definición que era universal e inmutable e imperecedera; pues estaba asociada a una idea o concepto que a su vez era universal, inmutable, imperecedero; constituyéndose un lenguaje trinitario donde el significante “verdad” tiene un significado universal; por ejemplo, “verdad” es la conformidad entre lo afirmado y la realidad; que es un significado compartido por toda la comunidad porque dicho significante y su significado asociado, o definición, están indisolublemente unidos a un referente común que es universal, inmutable e imperecedero, siendo dicho referente previo a su significante y significado, siendo este referente algo que está separado de una realidad que es perecedera, mutable y plural.
La teoría esencialista del lenguaje busca la trinidad y con ello busca su propia justificación asociando su teoría a la tradición cristiano-platónica, que a su vez se ve justificada por esta teoría lingüística, legitimándose mutuamente y ante la comunidad, que a su vez la asume por formar parte de su tradición cultural, la comunidad entiende la trinidad: significante, significado, referente, porque está embebida de dicha tradición.
Pero nosotros hemos roto la trinidad, nos hemos desembarazado de la tradición, hemos destruido al referente, como explicamos anteriormente, no hay un referente número que represente a todos los números, un referente verdad previo que represente a todas las verdades, no hay un pensamiento separado de las palabras que nos permita tener un referente a partir del cual se construya un significado, el lenguaje no es definicional, el significado de los términos no está en su definición. Así pues, ¿dónde radica el significado de los términos?
Siguiendo a Wittgestein, llegamos a la conclusión de que el significado de los términos está en el uso que hacemos de ellos. Dado que el significante es convencional y que no existe un significado expreso en las palabras, puesto que no hay un referente al que expresar; se ve claramente que el significado de las palabras se encuentra en el uso que hacemos de estas en nuestra vida, lo que acertadamente Wittgestein denomina: juegos del lenguaje, que viene a ser lo mismo que formas de vida, en el sentido de que hablamos sobre lo que vivimos. Conforme nos desenvolvemos en el mundo, vamos adquiriendo el significado de las palabras, asociamos las palabras a situaciones que experimentamos, no existen definiciones, sino que el significado de las palabras se enriquece por su uso, cuanto más se use una palabra más significado adquiere.
Un tradicionalista trinitario puede preguntarse: ¿cómo es posible que sin referente se pueda dar una comunidad de sentido, cómo es que la palabra “ave” evoca a un ave?
La respuesta más simple y certera, dado que no hay referente, es que asociamos el término “ave” al significado ave porque hemos experimentado en nuestra vida una situación conversacional, un juego del lenguaje, en el que la palabra “ave” estaba asociada a un ave, que, y aquí radica la grandeza de Wittgestein, no tiene que ser el ave referente que da significado al conjunto de todas las aves, sino que conforme vamos avanzando en el proceso de adquisición del lenguaje, porque nos desenvolvemos en un mundo lingüístico, asociamos “ave” a un ave.
Cuantos más usos se dé a una palabra, mayor será el conocimiento que se tenga de esta, mayor será su significado, porque el conocimiento no puede derivarse de una definición, que derivaría de un referente inexistente e inobservable; ya que esta anclaría el conocimiento y no permitiría hallar nuevas realidades, nuevos conocimientos, nuevos significados a los términos.
La teoría del significado fundamentada en el uso que le damos a las palabras, a la función que a estás  les damos en el mundo, destituye la teoría del significado esencialista, rompe con la tradición trinitaria y dignifica a la vida humana en este mundo, pues nadie puede apelar a un referente, a un ideal, a un Dios que dicte qué es verdad, número, ave…          

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