Tengo por afición, nada loable por cierto, el observar los procesos históricos del pasado, con la pretensión de conocer mejor el presente; pero dando por supuesto, que por más empeño que pongan los historiadores, antropólogos, sociólogos, psicólogos y gente afín, las sociedades no son objeto de la termodinámica.
En los últimos tiempos estoy dedicando tiempo y lectura a hechos como la Revolución Francesa, el caso es que un colega me comentaba que entendía que era necesario el conocimiento expreso del pasado, es decir, que se debía conocer quién había hecho algo, cómo, cuándo, dónde, por qué, para qué... que se debía memorizar un proceso histórico con sus personajes, sus hechos, causas y consecuencias; porque en su opinión, los hechos no eran conocidos. Yo defiendo lo contrario, pues me parece inútil recitar hechos que están profusamente descritos en libros, tanto es así que llevo leídas unas cuantas páginas sobre el mencionado tema y sigo en mis treces, es decir, me niego a meterme en la cabeza tropecientos nombres y fechas destacados de la mencionada Revolución, con lo que, previsiblemente, cuando deba afrontar un examen de conocimientos sobre este tema, mi nota no reflejará mis conocimientos; pues estos se miden en parámetros absurdos como la recitación o vómito.
A mi entender, que es poca cosa, lo interesante de un análisis histórico está en entablar una relación del pasado con el presente, relación que es buscada y puesta por un sujeto y que en realidad es inexistente, pero que da un carácter creativo al quehacer histórico.
Por ejemplo, en 1763 Voltaire se lamentaba porque sus ojos no verían la revolución que estaba por llegar. No es que fuera un profeta, ni un visionario, simplemente, observó la realidad y estimó que las circunstancias eran propicias para que sucediera un cambio social radical en la Francia de su tiempo; ya que concurrían los siguientes hechos:
1) Crisis económica, con una tasa de paro en alza, inflación, falta de liquidez y crisis de subsistencia derivada de los escasos réditos agrícolas, entre otras cosas.
2) Crisis en el Sistema de Relaciones Internacionales, que se presentaba en forma de Guerra entre varios Estados, lo que a su vez repercutía, agudizándola, en la crisis económica.
3) Crisis política derivada de los privilegios de la aristocracia y el clero, que no aportaban recursos al Erario Público, pues estaban exentos del pago de impuestos.
Claro está que hay muchos más factores, pero como aficionado a la historia, he reparado en estos; pues hoy concurren en un grado semejante dichos factores: crisis económica, con características parecidas; crisis internacional, Irak, Afganistán, Libia, Siria, Irán... ingentes cantidades de recursos monetarios son destinados para mantener ejércitos que puedan lidiar en múltiples frentes (con lo gastado en Irak se podría haber acabado con el problema del hambre en el mundo, según fuentes de la ONU); crisis política, los cambios de gobierno en Italia, España, Grecia, Islandia... están en relación con la crisis económica y en buena medida con la crisis en el sistema recaudatorio, pues los ingresos por pago de impuestos se han visto disminuidos, debiendo recordarse que la Iglesia no paga IBI (impuesto de bienes inmuebles) entre otras exenciones y que las SICAV y las grandes fortunas aportan a Hacienda ingresos con un tipo mucho menor que el de un obrero cualificado, eso en el mejor de los casos, pues la norma es aprovechar una off shore para directamente evadir dinero al fisco.
Así pues, me aventuro a decir: lamento que mis ojos no lleguen a ver la Revolución que está por venir.
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