En estos inciertos días en que el capitalismo ha borrado el concepto de clase del imaginario colectivo europeo, observo con cierto resquemor como las personas que sufrimos la mayor crisis económico-financiera desde el siglo II, que llevo a la desaparición del Imperio Romano de Occidente, da por válidas y reafirma su consentimiento por medio del voto en las elecciones los planteamientos económicos neoliberales.
Hasta qué punto somos conscientes de lo que votamos, es normal que ante preguntas tan simples como: ¿considera que todo el mundo tiene derecho a una sanidad pública y gratuita, a una educación en los mismos términos, a una vivienda digna, a un trabajo digno, a una pensión...? La respuesta sea indefectiblemente: sí, así lo creo; sin embargo, la gente vota a partidos cuyo programa político va en contra de esos derechos.
El camino emprendido por la sociedad europea desde la caída del Muro lleva aparejado la sustitución de un modelo social en el que se estipulaba que los seres humanos tienen derecho a llevar una vida digna, es decir, a que existiese un Estado que asegurase el bienestar de sus ciudadanos. Pero desde 1989 los Estados han ido suprimiendo sus atribuciones en aras de una supuesta libertad cívica, es decir, que nos han metido en nuestras mentes que el Estado debe dejar paso al ciudadano, que este debe elegir libremente que desea hacer con su dinero, de tal manera que cada uno se procura la sanidad, educación, pensión... que "desee", sin tener que asumir con su salario los gastos sanitarios, educativos... de otras personas, rompiendo así con la solidaridad que había venido presidiendo la vida europea del pasado siglo.
Lo que vemos como libertad individual tiene su reflejo en la estrategia geopolítica de mayor rango; así vemos como las críticas vertidas a la unificación alemana por parte del almirantazgo español, en unos momentos en que todos estaban de acuerdo y vitoreaban a Helmutt Kohl como artífice de la unión de las dos Alemanias, tienen hoy su mayor vigencia; ya que en dichas críticas se preveía que la unidad alemana fomentaría una centralización del Estado Germano, que la unidad sería en realidad una anexión, lo que se demuestra en el hecho de que el 90% de los bienes inmuebles de la extinta República Democrática Alemana se encuentren hoy en manos de propietarios de la antigua República Federal; que dicha centralización podría derivar en una política exterior expansionista.
Esto último parece contener hoy su particular verdad, es obvio que Alemania no puede enfrentarse militarmente al resto de Europa e imponer manu militari un régimen afín a sus intereses; sin embargo, aprovechan las actual crisis financiera, cuyas causas y efectos deberían ser convenientemente analizados desde un punto geoestratégico, para empezar a correr el rumor de que es necesario que países como Grecia, Portugal e Irlanda cedan parte de su soberanía a la Unión Europea. Eso sí, se cuidan muy mucho de decir a qué parte se refieren, nadie sabe exactamente qué es lo que quiere Alemania a este respecto, pero Merkel está trazando una línea de actuación que lleve a la sumisión de los Estados Europeos a Alemania; a que para poder encontrar financiación deban seguir los dictados políticos de la Cancillería Germánica.
¿Lo que no consiguieron los panzers, lo conseguirá la política neoliberal?
interesante el texto
ResponderEliminaresto es la politica pangermanista del regimen nazi?