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domingo, 10 de abril de 2011

PROTOCOLO, BARTLEBY EL ESCRIBIENTE

Herman Melville escribió este cuento a mediados del siglo XIX convirtiéndose en precursor de la literatura psicológica que acabaría conformándose de modo pleno en el XX con autores como Kafka o Kennedy Toole.
Narra la historia un abogado de nombre desconocido que tiene su oficina en Wall Street, quien, según sus propias palabras, "en la tranquilidad de un cómodo retiro, trabaja cómodamente con los títulos de propiedad de los hombres ricos, con hipotecas y obligaciones". Tiene tres empleados, con los apodos de Turkey ("Pavo"), Nippers ("Tenazas") y Ginger Nut ("Nuez de jengibre"), a los cuales describe en la obra. Turkey y Nippers son copistas, o escribientes, en tanto que Ginger Nut, que tiene sólo doce años, es el chico de los recados. Los dos escribientes no son suficientes para hacer el trabajo de la oficina, por lo cual el narrador pone un anuncio para contratar un nuevo empleado, al reclamo del cual acude Bartleby, quien es de inmediato contratado. Su figura es descrita como "pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria".
El narrador asigna a Bartleby un lugar junto a la ventana. Al principio, Bartleby realiza una gran cantidad de trabajo. Sin embargo, cuando el narrador le solicita que examine con él un documento, Bartleby contesta: "Preferiría no hacerlo" ("I would prefer not to", en el original). A partir de entonces, a cada requerimiento de su patrón para examinar su trabajo, Bartleby contesta únicamente esta frase, con total serenidad, aunque continúa trabajando como copista con la misma eficiencia que al principio. El narrador descubre que Bartleby no abandona nunca la oficina, y que en realidad se ha quedado a vivir allí. Al día siguiente formula algunas preguntas, a las que Bartleby contesta sólo con su consabida frase. Poco después, Bartleby decide no escribir más, por lo cual es despedido. Pero se niega a irse, y continúa viviendo en la oficina. Sintiéndose incapaz de expulsarlo por la fuerza, el narrador decide trasladar sus oficinas. Bartleby permanece en la antigua oficina, y los nuevos inquilinos se quejan al narrador de la presencia de Bartleby, que se niega a abandonar el lugar. El narrador intenta convencer a Bartleby, sin conseguirlo. Finalmente, Bartleby es detenido por vagabundo y encerrado en la cárcel. Allí, Bartleby termina dejándose morir de hambre poco antes de la última visita que le hace el narrador. En un breve epílogo, el narrador comenta que el extraño comportamiento de Bartleby puede deberse a su antiguo trabajo en la oficina de cartas no reclamadas, en Washington.
Gilles Deleuze, filósofo francés del siglo XX, escribió un ensayo muy revelador  sobre este cuento de Melville, al que tituló: “Bartleby o la fórmula”. En él explica la temática del cuento y plantea una visión hermenéutica del texto de modo que la obra no se reduce a lo que cuenta, sino que advierte en ella las posibles dimensiones que hacen del cuento de Melville, una obra abierta.
Deleuze hace hincapié en el lenguaje que utiliza Bartleby, un lenguaje pasivo que se traduce en la constante repetición de la fórmula “ preferiría no hacerlo”, fórmula que utiliza Bartleby, una y otra vez, ante los requerimientos de su jefe para que haga su trabajo. Esta frase que repite tan a menudo deja asombrado a su jefe, que ante una frase tan cortés no tiene elementos de raciocinio que obliguen a Bartleby a realizar la acción, ya que este no se niega a llevar a término la orden recibida, pero tampoco está dispuesto a ejecutarla. Deleuze ve aquí una suerte de perversión del lenguaje que permite realizar una lectura infinita de preguntas y respuestas sobre el porqué de la utilización de esa frase y sobre todo, cómo influye en el devenir activo de los personajes. “Preferiría no hacerlo”, una frase cortés que se presenta como una anomalía del lenguaje ya que no se cierra, pues no tiene un objeto de preferencia. Esta falta de referencia objetiva provoca un efecto de sinergia que lleva al personaje a la inacción, al expresar por medio del lenguaje su carácter pasivo, “preferiría no hacerlo” implica la incapacidad implícita de no poder realizar el acto. Preferir es un verbo transitivo que necesita un objeto que de sentido pleno al concepto que representa, la preferencia por algo indica deseo y voluntad, pero Bartleby carece de ambas lo que ahonda la agramaticalidad de la frase.
Otro efecto que Deleuze detecta es la capacidad simpática del lenguaje, tras un uso reiterado de la frase “preferiría no hacerlo”, el resto de personajes se sienten contagiados por el espíritu de Bartleby y acaban por repetir ellos a su vez la consabida fórmula. Sin duda el narrador testigo, el abogado, es quien en mayor medida sufre la perversión del lenguaje, pues cada vez que oye la fórmula, se queda sin palabras, sin capacidad de respuesta, sin capacidad de acción... acaba convirtiéndose en un ser pasivo como Bartleby.
Deleuze ve en estos efectos perversos del lenguaje, un intento de socavar el lenguaje, un intento de destruir el lenguaje para destruir el pensamiento. He ahí una de las posibles interpretaciones de esta obra, que es abierta porque está siendo constantemente interpretada y recreada por cada uno de los lectores que se acercan a ella.

4 comentarios:

  1. Antoñico, me has intrigado ¿para la boda???????
    ¿y no me has invitado? Uhmmm lo tendré en cuenta...

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  2. Hay cosas que no hace falta decirlas, creí que dabas por supuesto que estás invitada.

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  3. hola tengo una duda ¿qué relación hay entre el nombre de la tumba y el relato?

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  4. Hola me pueden decir cuales son los niveles semántico, sintáctico ?

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