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martes, 21 de junio de 2011

STRAWBERRY FIELD FOREVER

Marco._¡Joder!
Cámara._Perdona, este camino de cabras no está hecho para un utilitario.
Marco._No te preocupes, ya casi hemos llegado, allí se ve el cortijo.
Maite._¡Muy buenas, Marco, dónde estás!
Marco._¡Buenas, Maite! Nos encontramos en Las Alpujarras, un magnífico paraje del sur peninsular, y nos hemos acercado hasta aquí para saludar a un vecino, Georges Shaw, que es un lugareño muy conocido por sus cultivos y que tiene una particularidad muy especial... Vamos a tocar a su puerta y enseguida comprenderéis el porqué.
Maite._¡Adelante, Marco, ya nos tienes intrigados a todos!
Marco._ ¿Georges? Muy buenas, somos España Directo, ¿nos puede atender un segundo?
Georges._Sí, claro.
Marco._Nos han comentado que tiene usted las mejores fresas de España, podría decirnos cúando llegó y por qué decidió instalarse aquí.
Georges._Hace 30 años que llegué a España, vine hasta aquí desde Liverpool a pasar unas vacaciones y me enamoré del paisaje. Tenía unos ahorros y decidí quedarme a vivir aquí, compré el cortijo, lo restauré y me dedico a cultivar fresas.
Marco._¡No me diga más! ¡Es usted de Liverpool y planta fresas, cómo no! Seguro que es usted fan de los Beatles.
Georges._¿Los beatles?
Marco._ Sí, disculpe si lo pronuncio mal.
Georges._Uhmm, no sé, no caigo, ¿qué es eso de los beatles, tiene algo que ver con escarabajos?
Marco._¡Está bromeando? ¡No conoce a los Beatles?
Georges._ Pues no, ¿debería?
Marco._Es el mejor grupo musical de la historia y son de Liverpool, sí, creo que debería conocerlos.
Georges._Música... Jamás he escuchado música. Yo me alejé del mundo para vivir tranquilo.
Marco._Eso no puede ser. Tiene usted que haber oído música alguna vez.
Georges._No, nunca la escuché. Mis padres son menonitas y no usan tecnología, son un poco cerrados, pero buena gente.
Marco._¡Esto es intolerable! Ahora mismo le voy a poner a usted una canción de los Beatles, no se puede ser humano, vivir y no haber oído música... Además, tengo en mi ipod una canción que viene perfecta para el momento, Strawberry field forever, que es de los Beatles... verá cómo suena.
Georges._Disculpe, no quiero oír música, prefiero escuchar los latidos de mi corazón.
(Portazo)
Maite._Parece que no quería escuchar música. Ione, dime: ¿cómo va la paella?

domingo, 19 de junio de 2011

CINE Y ÉTICA: UNA PROPUESTA PARA PENSAR

Cuando elegí hacer como optativa la asignatura de Ética, en la carrera de Humanidades, pensé: ¡por fin vuelven los griegos! Me imaginé que leería a Aristóteles y a Platón y que las clases serían como charlas entre eruditos, una rememoración del Liceo; y en parte así fue, el profesor, Don José María Terrón, consiguió que me implicase en la asignatura, que es más de lo que puede decirse de la mayoría del profesorado universitario, tan tendente al ombliguismo. Conforme avanzaba en el programa y consultaba y releía los apuntes de la asignatura, iba descubriendo que la ética ha estado presente en nuestras vidas desde tiempo inmemorial, ya que el hombre está necesitado de justificar sus actos ante sí y ante la comunidad. Me gustó reencontrar en Aristóteles al sabio amigo, aquel que te dice con cordialidad que lo importante es ser feliz, que uno se hace bueno haciendo cosas buenas, que el mejor de los ciudadanos es aquel que posee las cualidades de un buen amigo. Pero no solo de griegos vive el hombre, aunque me duela admitirlo, el tiempo sigue su curso y en el caso de la ética resulta imprescindible entrar de lleno en la obra de Kant, como hicimos en clase, anotando sus puntos fuertes y poniendo en solfa sus debilidades; pero no solo descubrimos a Aristóteles y a Kant como genios de la ética y la filosofía en general; sino que avanzamos en el tiempo filosófico y llegamos a leer textos de Carol Gilligan, pasando por Hans Jonas y el sempiterno Habermas. 
Lo curioso es que uno puede de antemano llegar a pensar que la ética será un rollo; sin embargo, el profesor ofreció una metodología didáctica que obligaba al alumnado a pensar "éticamente", es decir, a comentar una serie de preguntas sobre películas que versaban sobre temáticas de gran calado, fomentando así un clima de reflexión y diálogo constructivo entre profesor y alumnado. Una muestra de lo que he comentado se muestra en las siguientes reflexiones sobre el film, La Isla.    
La película, La Isla, del director de cine Michael Bay, hombre curtido en la estética publicitaria y del videoclip, es una interesante fábula de ficción científica que presenta los peligros que pueden comportar al ser humano su escalada tecnológica; pues esta le ha llevado a poder controlar los mecanismos que rigen la genómica humana. Lo interesante del film es que presenta en su estructura una serie de concomitancias en las que podemos observar ciertos paralelismo con la filosofía griega clásica y con las corrientes actuales del pensamiento filosófico; el argumento muestra una empresa que se dedica a clonar seres humanos para disponer de órganos restitutivos de quienes así lo deseen, los llamados patrocinadores, siempre que puedan permitírselo económicamente hablando. Lo curioso es la forma en que está organizada la empresa, que simula la estructura piramidal de La República de Platón, no en vano el despacho del Rey Filósofo, el Doctor Merrick, presenta en su “pcmesa” como ratón de ordenador una pirámide y como objeto decorativo una esfera, lo que recuerda a la organización de la sociedad y la forma de las almas. La empresa está gobernada por los filósofos, tiene un sistema de seguridad que controla a los “habitantes” y protege a los filósofos y sus instalaciones, los guardianes, y finalmente están los productores, a los que tal vez deberíamos denominar productos dada su semejanza con estos objetos. Para seguir con el paralelismo entre La Isla y La República, vemos que los productos, los seres clonados, llevan a cabo tareas mecánicas bajo la supervisión de filósofos y guardianes y no falta en la empresa ese componente, útil y diríase que necesario, del mito que está representado por la lotería, el azar que gobierna y recompensa a los individuos parece estar íntimamente ligado a nuestra percepción de la realidad; los seres humanos para desarrollarse como tales parecen necesitar una realidad externa y superior que les confiera cierto grado de incertidumbre y a la vez de predestinación. 

Lo bueno de la filosofía es que siempre te deja un margen para aplicar sus conceptos a las más variopintas cuestiones; por ejemplo, podemos ver en esta película cómo influyen los conceptos aristotélicos de saber teórico, práctico y técnico en nuestras vidas.

De forma sucinta podemos explicar que en una acción humana se observa una serie de componentes relativos a dicha acción que pueden ser clasificados y enmarcados dentro de los tres tipos de saber que enunció Aristóteles, en primer lugar el saber teórico, que es meramente descriptivo y que está por tanto objetivado desde su posición externa a la acción, ya que no se implica en la realidad ni actuando ni juzgando, sino que simplemente la describe; dicho papel en la película estaría representado por la ciencia médica, sus conocimientos en cuanto a la funcionalidad de los organismos está presente en la película al disponer los médicos de la epistheme relativa a la medicina y que les permite entrar en el campo de la acción mediante el saber técnico, el saber productivo que permite mediante la instrumentalización de los procesos vitales la producción de seres humanos clonados. Este saber técnico está referido a un fin concreto que se consigue bajo los criterios de la eficacia y la eficiencia; dicho saber técnico solo se plantea el conseguir su fin, en el caso del film sería la producción de clones y para ello tan solo se dedica a evaluar y procedimentar el modo más eficaz y eficiente de obtener organismos clonados, sin entrar a juzgar el cómo ni el por qué; el saber técnico está en conexión con la acción que lleva a un fin sin que medie entre ellos un criterio moral que juzgue si dicha acción es buena o mala, que juzgue si el modo en que se consigue el fin que se persigue es bueno o malo, justo o injusto. Precisamente de esto último se encarga el saber práctico, que es aquel que introduce un criterio moral en nuestra acción, es el saber que nos conmina a justificar nuestras acciones, algo de lo que están exentos el saber teórico y el técnico, ya que el teórico solo es descriptivo y no actúa en la realidad y el saber técnico tan solo actúa y su única pretensión es la consecución de un fin de forma efectiva; tan solo el saber práctico se encarga de juzgar si la acción es buena o no y se encarga de justificar el modo en que se actúa. Este saber práctico se observa en su forma negativa en la película, en el hecho de que el Dr. Merrick obvia el código deontológico que le obligaba a no producir seres humanos, sino que tan solo se le permite la clonación de órganos y en ningún caso la producción de seres clonados a los que se le da vida al extraerlos de su bolsa amniótica. Así pues, el Dr. Merrick muestra una mala praxis, el saber práctico, representado por el código deontológico médico en el film, enuncia que no se puede dañar la vida humana; y sin embargo, el Dr. Merrick no duda en matar a un clon inyectándole una dosis de veneno en la yugular e, incluso, ordena enviar a la cámara de gas a otros clones; todo ello porque no percibe a los clones como seres humanos, sino como productos, es decir, que si la definición de ser humano está en manos de los que nos perciben, estos últimos pueden llegar a cosificarnos y dejar de vernos y por ende tratarnos como seres humanos, dictum est.      

Existen paralelismo entre situaciones que se plantean en la ficción de la película y procedimientos científico-técnicos que se están proponiendo ya hoy en la investigación, la experimentación o la práctica clínicas de la medicina y la biotecnología.

En la película, La Isla, podemos observar una serie de situaciones que son posibles desde un punto de vista teórico, técnico e incluso práctico y que se dan hoy en la práctica médica; por ejemplo, el patrocinador, Tom Lincoln, presenta en su estructura genética “defectos” o mejor dicho, fallos de programación, tales como la posibilidad de presentar fallos hepáticos y el ya presente fallo en su agudeza visual; pues bien, hoy día es posible pronosticar mediante un test genético la posibilidad de desarrollar futuros cánceres y otras enfermedades como malformaciones congénitas e, incluso, dichas enfermedades pueden ser corregidas mediante la manipulación genética, al menos en su vertiente de selección positiva embrionaria, es decir, que se promueve la vida de un embrión que no presente fallos de programación genética, algo que ya está realizándose y que en el film podemos asimilar con el clon, Six Echo Lincoln, que no presenta en su programación genética fallos hepáticos o fallos en su agudeza visual. Otro ejemplo está en la posibilidad de clonar individuos, hasta ahora se han clonado animales de especies como ovejas, ratones, toros… pero de momento no se han clonado personas, o no nos hemos enterado, pero es algo que teórica y técnicamente es posible hacer. Algo parecido sucede con las cubetas de crecimiento embrionario, en Japón se está estudiando la posibilidad de inventar una cubeta que permitiría el desarrollo completo de un embrión hasta su completa formación fetal y que permitiría el nacimiento de seres humanos fuera del útero materno, algo que se observa en la película en la “granja de clones” donde los embriones se desarrollan en una bolsa amniótica hasta desarrollar un estadio corporal semejante a su patrocinador.
La película muestra otras situaciones posibles por el desarrollo de la ciencia y la tecnología desde el análisis instantáneo de nuestro estado físico por medio de un análisis de orina, algo que se refleja en la película y que permite un control dietético para prevenir el posible desarrollo de enfermedades asociadas al exceso de sodio, como la hipertensión, hasta la posibilidad de implantar un embrión en el útero de una mujer externa a la pareja procreadora, lo que hoy se conoce como “vientre de alquiler”. El film muestra el nacimiento de un hijo de una pareja que espera, paciente y ajena a los acontecimientos que se desarrollan tras la puerta del quirófano, que una enfermera les traiga a su hijo; algo que ya ocurre, lo que la teoría expone y la tecnología permite realizar es en la práctica consentido y regulado en algunos países de nuestro entorno, por ejemplo en EE.UU., sin embargo, en nuestro país se decidió regular en un sentido práctico distinto tal, que configura a la persona en la que se desarrolla el feto como única poseedora de los derechos y deberes maternos, es decir, que la mujer que produce al niño en su vientre es la madre objetiva del mismo, sin importar que la carga genética del niño sea de otras personas, personalmente, esto último me parece lo más acertado; pues podría generalizarse que por motivos de salud o peor aún estéticos, las parejas que desearán tener un hijo, pero no quisieran afrontar el riesgo que para la salud y para la estética corporal ello comporta, se dedicaran a alquilar vientres de mujeres que si afrontarían el riesgo, motivadas en el más de los casos por problemas económicos, es decir, que las mujeres ricas alquilarían los vientres de las mujeres pobres para evitarse problemas de salud y estética.
Teniendo en cuenta lo que afirma en “¿Hacia una eugenesia liberal?”, se podría ver de algún modo en la película la pertinencia de la distinción entre «lo crecido» y «lo hecho» que Habermas propone, tomándola de Hannah Arendt; así como lo que aporta dicha distinción a la clarificación de los principios de la bioética aplicados a la biotecnología.
Habermas nos advierte que la deriva tecnológica y liberal pueden, llegado el caso en que las visiones apocalípticas de un futuro biotecnológico que permita la selección, manipulación, “mejora” e implantación  de embriones con una carga genética modificada por la instrumentalización del proceso vital de estos, se hiciera una realidad fáctica; pueden llegar a romper el lazo que une a una generación con la siguiente y los embriones modificados podrían manifestar problemas identitarios respecto a su adscripción a la especie humana, ya que podrían no verse representados ni concernidos a su cuerpo, que ya no sería una realidad crecida, en el sentido de que autónomamente se desarrolla en un destino por naturaleza, sino que sería una realidad hecha definida de antemano por unos progenitores que decidirían el destino del hijo, no procreado, sino producido bajo las premisas que sus progenitores caprichosamente decidiesen.
Según Habermas expone, los seres humanos contamos en nuestro haber con un destino por la naturaleza y un destino por lo social, es decir, que venimos al mundo con una carga genética determinada por la libre conjunción de los genes maternos y paternos que nos dotan de ciertas características físicas y, según los últimos avances, psíquicas; sin embargos, ambos destinos sucumben ante la capacidad del individuo a desarrollarse por sí mismo, es decir, a generar su propia biografía a partir de los elementos con los que cuenta por el mero hecho de haber venido al mundo. Pero si legalmente se permitiera y generalizase el diagnóstico de preimplantación y se diera el caso en que los padres pudieran modificar el genoma de sus hijos, no por una cuestión terapéutica que el sujeto podría pedir en el futuro y a la cual habría accedido de haber podido; por ejemplo, es obvio que un feto no puede pedir tener dos ojos en la cara en lugar de en la nuca, por lo que es obvio que se podría mejorar su genoma para que no viniera al mundo con los ojos en la nuca; sin embargo, al parecer de Habermas, no se debería permitir que se modificase el genoma de un hijo para que este desarrollase determinado talento artístico o deportivo, porque en tal caso se le estaría determinando para un fin concreto; por ejemplo, modificar el genoma de un hijo para que desarrolle una musculatura que le permita ser un nadador excelente, coartaría las posibilidades de desarrollarse en otro sentido, es decir, el hijo estaría determinado, hecho para un fin y no sabemos para qué fin no sería un medio, ya que su genoma ha sido modificado para un fin específico. La distinción radical entre lo crecido y lo hecho está en que el primero dota al individuo de unas posibilidades abiertas y es libre para iniciar algo nuevo en el mundo, es libre para generar su propia biografía; caso muy contrario de lo hecho, que coarta las posibilidades y genera un individuo que no viene a iniciar algo nuevo, sino más bien a renovar lo existente, a reiterarlo.
En la película, resulta interesante ver cómo se traslada esta dicotomía entre renovar, que es reiterar, e innovar, que es introducir una novedad; vemos cómo el nombre del barco del patrocinador se llama “Renovatio” y nos traslada la idea de que la pretensión de Tom es mantenerse en el mundo, razón por la que patrocina a Six Echo Lincoln. El clon venido al mundo como producto hecho para la renovación de su patrocinador carece de la libertad de lo crecido, carece de la capacidad que todo humano representa como inicio de algo nuevo. La imagen que representa este inicio de algo nuevo, de algo que ha crecido y desarrolla su propia biografía está muy bien lograda por parte del director, Michael Bay, que rueda unas escenas en las que aparecen niños, primero en la salida al mundo por parte de los clones que muestran su asombro y alegría ante una pareja de niños y más tarde en una escena con carritos de helados, donde Sarah Jordan regala a un grupo de niños unos helados, es ahí donde se refleja la realidad de lo crecido y la oportunidad que representan para el mundo como un inicio de algo nuevo. Pero tal vez el momento que representa en toda su crudeza, en el film, la diferencia entre lo crecido y lo hecho, sea el momento en que McCord recibe en su casa a los clones Six Echo Lincoln y Sarah Jordan y les explica que ellos no son como él, ellos son clones, él es humano, ellos son algo hecho, él es algo crecido… todo ello se manifiesta en que los clones no tienen biografía, sus recuerdos han sido implantados en su cerebro, en cambio McCord tiene sus propios recuerdos, sus propias vivencias, su propia biografía.
La distinción entre lo crecido y lo hecho aporta a la bioética una diferenciación entre lo que se desarrolla autónomamente, es decir, de forma natural; y lo que es desarrollado por otros, es decir, de forma artificial. Esta distinción es pertinente para no enmascarar lo hecho para darlo como crecido.
Teniendo en cuenta lo planteado por Habermas en el citado texto como clarificación de los principios de la bioética, podríamos plantearnos: ¿qué problemas éticos plantean las investigaciones con células troncales o células madre embrionarias?
En el apartado anterior vimos como la distinción entre lo crecido y lo hecho radicaba en la autonomía y por ende libertad para generar un inicio en el mundo, que posee lo crecido, en oposición a la heteronomía y por ende determinación para generar una simple reiteración en el mundo, que tiene lo hecho, lo crecido se hace su biografía, lo hecho tiene una biografía dictada.
El Informe Belmont, que establece tres principios básicos para proteger a las personas que se ven sometidas a experimentación médica, sugería ya en los setenta que toda vida humana debía:
  • los individuos deben ser tratados como seres autónomos y aquellos individuos cuya autonomía está disminuida deben ser objeto de protección.
  • las personas son tratadas moralmente no sólo respetando sus decisiones y protegiéndolas del daño, sino también haciendo un esfuerzo por asegurar su bienestar.
  • Las personas deben ser tratadas justamente.
Atendiendo a los tres principios expuestos y teniendo en cuenta la visión de Habermas respecto a la distinción entre lo crecido y lo hecho, podemos intuir una serie de graves problemas a los que la ética debe hacer frente a la hora de establecer criterios de experimentación con células madre embrionarias.
Como bien afirma Habermas, la puerta que se abrió con la permisión de generar vida in vitro ha promovido toda una línea de investigación que está desarrollando en la ciudadanía un “acostumbramiento” ante la posibilidad efectiva de instrumentalizar la vida humana, es decir, que la ciudadanía vea como algo normal y bueno que se intervenga en el proceso vital de los organismos humanos. La ciudadanía vive como un adelanto social el que la ciencia investigue con células embrionarias, a pesar de que dicha investigación vulnera al menos los principios de la bioética declarados en el Informe Belmont, ya que la investigación que permite la instrumentalización de células embrionarias humanas atenta contra el derecho de autonomía que le es propio a toda vida humana, al manipular, cambiar o destruir el genoma de un embrión humano estamos manipulando, cambiando o destruyendo su autonomía, su libertad, su inicio y su biografía; atenta además contra el segundo de los principios al no poder el embrión humano decir que es lo que quiere y en todo caso atenta contra su desarrollo vital y por ende contra su bienestar; atenta además contra el principio de justicia que debe regir el trato al embrión humano… Todos estos atentados contra la vida humana del embrión son posibles porque la vida prepersonal no está contemplada legalmente como la vida personal; sin embargo, éticamente sí que cabe la protección del embrión como vida humana prepersonal fundándose dicha protección en que el embrión humano es algo crecido, autónomo en el desarrollo de su proceso vital, con capacidad para generar un inicio con su natalidad y llegar a hacer su biografía.
Este acostumbramiento del que nos habla Habermas puede derivar en una ruptura de la identidad del ser humano como especie, si nos acostumbramos a manipular el genoma humano para que este cambio fomente la aparición de talentos artísticos, científicos, deportivos… podemos llegar a generar en las mentes de los hijos producidos, que no ya engendrados, una sensación de angustia al verse desprovistos de su destino natural; pues les negamos por mor del capricho su innata capacidad biográfica. Pero el auténtico problema ético que plantea la deriva biotecnológica y el acostumbrarnos a manipular e instrumentalizar la vida humana es que, como se plantea en la película, La Isla, se pueda llegar a producir humanos, que no serían un fin en sí mismos, sino tan solo un medio. El acostumbramiento a instrumentalizar la vida humana puede derivar en una cosificación de esta y en su caso llegar a declarar como no humanos a estos seres producidos en el laboratorio, fundamentándose dicha declaración en que no son humanos porque no son autónomos, no tienen libertad, no representan un inicio y no tienen capacidad para generar su propia biografía.
Este peligro se observa claramente en el uso del diagnóstico de preimplantación que esconde tras su lenguaje científico una verdad incómoda. La selección a la carta del embrión humano que ha de ser implantado en el útero materno, implica, cuando menos, la elección del genoma por parte de los científicos, restando así la posibilidad de una biografía propia al ser producido, hecho, fabricado y no crecido, restándole por tanto su autonomía, su destino por naturaleza; pero además obviamos que dicha selección implica el desecho de otros embriones, de otras posibilidades, de otras biografías.
Este enmascaramiento de la realidad, la destrucción de vida humana en la investigación con células madre, queda oculta tras la asepsia de un lenguaje científico que oculta la realidad a la ciudadanía; pero me pregunto hasta qué punto estamos siendo engañados, quizás la ciudadanía no quiere saber lo que ocurre y se contenta con ser un patrocinador, con obtener de la ciencia un bien que necesita o desea; tal como se muestra en el film, la gente que visita la empresa del Dr. Merrick ve unas instalaciones impolutas, un personal aseado… pero no ven como los médicos matan a un clon que acaba de dar a luz al hijo de su patrocinadora ni ven como el clon de una estrella de fútbol al que van a sustraer un órgano vital sale corriendo del quirófano y tampoco ven cómo este es capturado y arrastrado al quirófano como si de un animal se tratase. Probablemente, la actitud de la ciudadanía ante los avances de la biotecnología está representada en el film en la persona de Tom Lincoln, que descubre a su clon y llama indignado a la empresa preguntando por qué su clon está en su casa, no le importa nada si es un clon o un ser humano, simplemente es un medio para obtener un fin muy concreto, renovarse.

martes, 14 de junio de 2011

EL NACIMIENTO DE LA ESTÉTICA

La estética, derivada de la voz griega aísthesis (sensación), es la rama de la filosofía que se encarga del estudio del fenómeno artístico, es decir, de la teorización de la percepción de los objetos artísticos y su belleza mediante la reflexión sobre el arte y el hombre y cómo se relacionan ambos entre sí; es por ello que hablamos de experiencia estética, porque la estética comporta la combinación de la percepción del objeto artístico y su conceptualización como tal, es decir, que el arte existe en tanto que es conceptualizado como arte.
La filosofía del arte, la estética, surge a finales del siglo XVIII en un momento de transición en el que la Edad Moderna cede paso a la Contemporánea; el XVIII se caracteriza por el enorme desarrollo de la ciencia y la tecnología, cuyo progreso se fundamenta en:
  1. Racionalismo, toda realidad puede ser científicamente analizada según principios racionales.
  2. Empirismo, la experiencia de los hechos produce su conocimiento.
  3. Pragmatismo, el grado de verdad de una teoría reside en su valor práctico.
Con este armazón teórico, los ilustrados Hamann, Winckelmann y Kant, entre otros, sentaron las bases filosóficas, políticas y estéticas del siglo XVIII que pretendían expandir: el correcto pensar (autónomo), la lucha contra los prejuicios autoritarios sociales y religiosos, la práctica de la tolerancia y la virtud tanto en la vida pública como en la privada, ligando el concepto de virtud y felicidad; pues la felicidad surge de la conciencia de la virtud, del hecho de practicarla; de ahí que la Constitución Americana erigiese como derecho fundamental de todo ciudadano “la búsqueda de la felicidad”. Todo el conjunto de ideas del periodo ilustrado, en especial la idea de progreso a través del conocimiento y de que el dominio de las leyes que rigen el mundo liberará al hombre de la ignorancia, derivó en una serie de transformaciones políticas y sociales. El proceso revolucionario, abierto en América y prontamente trasladado a Europa, derroca al absolutismo y se inicia la instauración de la democracia burguesa, la sociedad estamental es sustituida por una sociedad de clases nacida de la revolución industrial, pues el maquinismo transforma el modelo de producción y con la liberalización económica que, por ejemplo, puso en manos de capital privado medios de producción que antes eran públicos, véase el caso de los pastos comunales y su transformación en enclosures en Inglaterra, que provocó un éxodo rural que alimentó las fábricas textiles.
Los ideales ilustrados promovieron las citadas revoluciones, la fe religiosa fue sustituida por la fe en la ciencia y en el progreso de la humanidad por medio de la educación; Kant llega a considerar a las pasiones, los sentimientos, las emociones como cánceres para la razón práctica, pues obstaculizan la libertad de elección y de decisión, para los ilustrados, el entusiasmo y la melancolía son ofuscaciones del entendimiento, enfermedades de la imaginación. La racionalidad se impone e impregna toda la actividad filosófica y la estética del XVIII se vuelca en el idealismo platónico, la reflexión está en preguntarse qué es lo bello y se concluye que lo bello es lo perfecto, entendido como la proporción correcta entre las formas que constituyen un objeto artístico, el cual es expuesto al público y reseñado para su correcta interpretación en museos. Todo ello es muy razonable, se induce al público a contemplar un objeto artístico, se le informa del material con que está realizado, se le informa sobre lo que representa la obra e incluso se le dice lo que expresa el artista en su obra; negándose la experiencia estética al público; sin embargo, desde el punto de vista ilustrado, el público ha sido educado, ya que ha contemplado un objeto artístico y en la medida de lo posible lo ha hecho con total racionalidad, evitando que la emoción con su perniciosa actividad hiciera desbarrar el correcto juicio de la razón. Pero ante este ensueño de racionalidad en el que los ilustrados veían a la educación como una panacea que curaría a la humanidad de todos los males, en especial, de ese virus que es la creencia en dios, que veían a Napoleón como un moderno Prometeo que venía a liberar al mundo del yugo feudal y a las máquinas como entes que liberaban a los hombres de la esclavitud del trabajo, se opone una cruda realidad, la guerra era un viento que asolaba a Europa, la mecanización del trabajo provocaba la alienación de los trabajadores convertidos ahora en masa obrera y la educación enciclopedista redundaba en beneficios para unos pocos; es ahí, donde surgen Las cartas sobre la educación estética del hombre, Schiller escribe en 1795 un documento que disecciona su realidad contemporánea y compone el panorama de la humanidad a través del análisis del arte de su tiempo, por lo que se le puede considerar como fundador, sino de la estética, al menos como fundador de la estética contemporánea. Para Schiller el triunfo de la razón no había traído la felicidad al hombre, sino más bien lo contrario, la ciencia y la tecnología habían hasta cierto punto desencantado el mundo y ahora el hombre vivía encorsetado en unos ábitos, supuestamente, civilizatorios, que lo constreñían a una realidad no querida, no pensada y que no le permitían jugar, pues el juego es lo que nos hace humanos, es en el juego donde el hombre desarrolla sus pulsiones: la sensible, la formal y la lúdica; manifestándose todas ellas en el juego. Así pues la educación estética que Schiller propone es aquella que educa a la sensibilidad mediante el pensamiento para hacerla hábil y disponible para el juego de la belleza, es decir, para vivir la experiencia estética, para participar en el juego que un autor propone y plasma en una obra artística que es interpretada por quien la lee, la escucha, la contempla… en definitiva, por quien la vive.
El triunfo de la razón, la expulsión de las emociones de la vida humana no le traen la felicidad al hombre, sino que lo sumergen en la más profunda depresión, como expresaría Nietzsche: “cuando miras al abismo, este te devuelve la mirada”. Por ello, Schiller incita a sus contemporáneos a repensar el mundo, a convertir la vida en un juego que nos abstraiga de una realidad, que asfixia a la vida y para ello hay que entender que la vida es un juego y que el juego es un arte y es aquí donde se configura un arte nuevo que rompe las barreras formales dieciochescas y se transforma en un arte para la vida, no para la razón. El arte se humaniza y por tanto se hunde en sus raíces, se vuelca en lo folklórico, se revaloriza lo popular, lo sentimental, lo emocional y se genera un arte para las masas, pero no para masas racionales que van al teatro a aprender normas y decencia moral, sino para vivir experiencias catárticas al modo en que lo hacían los pueblos antiguos, como el griego en los teatros o el persa en los templos a cielo abierto.
Esta nueva conceptualización del arte y la vida surgida de la concepción estética de Schiller que entiende la vida humana como experiencia estética surge a finales del siglo XVIII en clara oposición al racionalismo imperante en la sociedad ilustrada de la época, así como contra las rígidas normas del clasicismo. Con Schiller nace el Romanticismo, una corriente de pensamiento de múltiples y variadas vertientes, por lo que resulta difícil de catalogar: en lo político se caracteriza por asociarse a movimientos nacionalistas, en lo social por la ruptura con las normas establecidas, pero es sobre todo una corriente de pensamiento que afecta al modo de entender el arte; los románticos se caracterizan por tener como señas de identidad la imaginación y la emotividad contraponiéndose estas al análisis crítico. Para los románticos el sentimiento es el valor supremo, este está por encima de la razón, de las leyes y de la moral; por lo que los artistas inmersos en esta nueva estética rechazan el espíritu ilustrado que aspiraba a educar y mejorar la humanidad y optan por el individualismo y la excentricidad, conceden por tanto una gran importancia al inconsciente y a la intuición del genio.
Los artistas románticos se sirven de la inspiración para viajar a otros tiempos a otros espacios, para penetrar en los abismos de la mente humana y redescubrir en ella la belleza que la humanidad ilustrada había perdido y anhelaba recobrar; por esta razón los artistas se convierten en héroes que utilizan las artes como armas contra la razón, con la intención de liberar al hombre de la civilización y provocar así su nostós a la Natura.
A continuación ahondaremos en la estética romántica de la mano de algunos de sus héroes y a través de sus armas comprenderemos mejor su espíritu. Comenzamos con la primera de las artes, la palabra, y escogemos como paladín a Goethe, genio creador del romanticismo alemán y franco exponente del pensamiento romántico que explora en el pasado su sentido presente. Goethe muestra en su obra Del Diván de Occidente y Oriente su quehacer literario, su búsqueda de la inocencia primordial, en la creencia de que si indagamos en el pasado nos encontraremos en la universalidad de la sentimentalidad, es decir, que las diferencias entre los seres humanos son producto de la cultura cercenadora de la naturaleza esencial del ser humano; por ello busca expresar en su literatura: su individualidad como expresión de su universalidad.
Los siguientes versos proceden de esta obra de 1819 y que son una imitación, entendida esta como redescubrimiento y reinterpretación de la poesía persa.
HÉGIRA
Allí, en aquella pureza,
donde aún impera el derecho,
en la original hondura
de la raza humana, quiero
mi ser abismar; allí
donde aún los hombres del cielo
reciben la alta doctrina
dicha en lenguaje terreno,
y aún no se rompen la crisma
como nosotros hacemos.
  
En estos primeros versos se ven algunas de las características de la literatura de Goethe y por extensión de los autores románticos, la percepción de que su tiempo supone una ruptura con la naturaleza, con la pureza, la inocencia… del ser humano; de hecho vemos que Oriente representa el lugar edénico donde el hombre vivía acorde con su naturaleza, donde sus acciones estaban regladas por lo natural, Oriente representa la universalidad de lo humano en los humanos y eso se expresa en la universalización del lenguaje, de ahí que en esta época la filología tuviese como meta el desvelamiento de una Ursprache, un lenguaje primordial del que derivan el resto de lenguas y que sería tal cual fue el verbo divino. El lema Ex Oriente Lux representaba para Goethe la verdad esencial de que todo conocimiento estaba encerrado en la palabra, en la voz primigenia de una Ursprache por descubrir y que esta lengua se encontraba en Oriente era su creencia más afín. La razón última por la que Goethe encontraba Oriente tan fascinante era por el carácter evocador y sensual de la poesía persa, las palabras estallan en la boca y generan sensaciones olorosas, auditivas, táctiles, visuales… en definitiva, la poesía, la palabra, Oriente tiene un carácter sinestésico; que se opone al supuesto carácter racional de Occidente.
Donde aún honran a los padres
y a extraños servir se niegan;
allí ser feliz yo quiero,
de mi juventud frenando
la desbocada carrera;
amplía la fe, el pensamiento
estrecho; que el verbo fue
tan importante en Oriente
por su limpia nitidez.

En estos versos Goethe se sumerge, aún más si cabe, en la idea de la naturaleza perdida, representada en esos padres a los que se honra, es decir, a la sociedad primigenia; y expresa su ansiedad por una felicidad que su tiempo y su espacio le niegan, en Oriente el hombre es feliz porque no vive la angustia del tiempo febril y fabril de la época industrial, donde los campesinos se han convertido en obreros, donde el ser humano es convertido en una mercancía más y su valor está referenciado a la ley de la oferta y la demanda en el mercado laboral. Además los versos rememoran una vez más la palabra como virtud, la palabra como acto honorable, pues es limpia, lo que incide en que es comprensible y no está llena de los subterfugios ni de la maldad imperante en las palabras de Occidente, que como reza la canción del grupo Mandrágora: “hombre blanco tener lengua de serpiente”.
Quiero alternar con pastores
y de los frescos oasis
disfrutar la grata sombra
cuando en ellos hace alto
la caravana sudorosa;
traficar en ricos chales,
en café de fuerte aroma
y en el almizcle preciado
por su fragancia famosa,
y hollar todos los senderos,
del desierto a la ciudad,
de la ciudad al desierto.
Los versos finales nos presentan unas escenas que evocan el mundo de los sentidos, la percepción impregna el poema, que finaliza regalando al lector un cúmulo de sensaciones, pues la palabra tiene la magia de provocar y excitar la imaginación por medio de la representación y al hablarnos del aroma del café, del almizcle o del color de los chales, podemos verlos y olerlos. La palabra y su poder mágico de representación nos eleva a un mundo primigenio, esta vez representado por los pastores, la palabra sirve de guía en un mundo cambiante, pero que de un modo u otro, pues todos los caminos conducen a Roma, volverá a ser lo que era, el hombre que abandonó el mundo de la naturaleza (desierto) para vivir en el mundo de la cultura (ciudad) acabará retornando a la Natura.
En conclusión, Goethe presenta en su Diván un Oriente caracterizado como la imagen de la naturaleza, de la inocencia, de los sentidos, de la bondad, de la justicia, de la virtud, de la paz... en definitiva, de la universalidad de la sentimentalidad humana; razón por la que se opone a un Occidente donde prima la cultura, la racionalidad, la injusticia, el desasosiego… lo que motiva en Goethe una querencia por Oriente es la perdida que ha supuesto para Occidente el desencantamiento del mundo por culpa del exceso de racionalismo ilustrado que en lugar de proporcionar felicidad, ha traído la desgracia en forma de guerra y capitalismo. Por este motivo Goethe pretende que volvamos nuestra mirada hacia Oriente, pues considera que el hombre hallará la felicidad cuando se reconcilie con su naturaleza esencial y estética; de ahí que trate de plasmar en su literatura la necesidad de retornar a lo originario, pues estima que la felicidad se halla en el regreso al estado primigenio, cuando un hombre era un hombre y no un esclavo del progreso científico-técnico y para ello, para lograr llegar a la prima natura humana apela a los sentidos, a través de los olores, los sabores, los colores… a través de la estética, indagando en la sensación individual, se llega a la sensación universal; cuando Werther conoce a Lotte (personajes principales de la novela de Goethe Las penas del joven Werther) cae presa de un profundo sentimiento amoroso, del que nos hacemos eco en nuestros corazones, logrando así llegar a la universalidad del sentimiento humano, el amor se siente igual aquí y en Pekín, hace tres mil años y dentro de tres mil, pues el amor es un sentimiento universal que liga a toda la humanidad; ahí reside el sentido último de toda obra romántica, llegar a lo universal a través de la exploración de lo individual. Goethe, como si fuese un arqueólogo emocional, expone a un personaje, lo individualiza en su forma de vestir, de actuar, de hablar, de amar… depura tanto la individualización de Werther, que este acaba convertido en un personaje universal; cuanto más individual es un personaje, cuanto más singular nos parece, cuanto más original se nos presenta… más universal es.
La estética romántica se resume en la sentimentalidad y el arte es todo aquello que expresa un sentimiento, por lo que podemos afirmar que el romanticismo es arte y si hay algo que caracterice al romanticismo como corriente artística es el predominio que tiene la música sobre el resto de fenómenos artísticos en este periodo, hasta el punto de poder afirmar que el romanticismo es música. Bajo esta afirmación presentaremos a otro de los grandes héroes románticos que armado con su genio creador impulsó una nueva forma de expresar en sus composiciones musicales, hablamos de Beethoven que fue un compositor que trascendió las reglas de las formas musicales establecidas en su época y de esta manera se sumó al desarrollo del nuevo estilo musical que se genera en el periodo romántico.  Las formas de expresión de sentimientos entre humanos son variadas y abarcan tanto al consciente como al inconsciente. En el terreno del arte, considerado como una herramienta poderosísima para expresar sentimientos y emociones, debemos considerar a la música como la mayor catalizadora de expresión emocional, ya que conecta de inmediato al consciente con el inconsciente. La música consigue embelesarnos y nos transmite con suma naturalidad aquello que el autor desea comunicarnos a través de la melodía.
La sonata para piano nº14 en do sostenido menor "Quasi una fantasia", Op.27, n. º 2, popularmente conocida como Claro de luna, es una de las obras más famosas de Beethoven. Esta sonata se compuso en 1801 y consta de tres movimientos:
  1. Adagio sostenuto, El primer movimiento es pianísimo y sólo en algunos pasajes alcanza el mezzoforte.
  2. Allegretto, El segundo movimiento es un minueto, es decir, algo muy convencional de la época, que curiosamente está escrito en re bemol mayor, tonalidad enarmónica con do sostenido menor (la del primer movimiento). El carácter es bastante apacible y no consta de sobresaltos, elemento a contrastar con el siguiente movimiento.
  3. Presto agitato, El tercer movimiento supone un experimento de Beethoven, el movimiento consta de rápidos arpegios, escalas y un juego hábil de preguntas y respuestas entre las dos manos. Su dificultad es muy elevada y contrasta con la de los dos movimientos anteriores.
La audición de Claro de Luna destaca por la sonoridad y capacidad expresiva del piano, la pieza pone melodía a todo el estado anímico, emocional, de Beethoven cuya melancolía y depresión se plasman en el primer movimiento, que incita a contemplar el mundo exterior como interior, presentando una escisión entre el artista y la sociedad, un abismo separa al genio creador de la masa social. El segundo movimiento incide en la separación del individuo de la sociedad, la separación se eterniza en un movimiento sin sobresaltos, que simplemente provoca la acentuación de las sensaciones fundadas en el primer movimiento y que en este segundo se erigen como protagonistas absolutas del devenir de la pieza, uno tiene la sensación de soledad, se siente un ser incomprendido, los acordes son suaves y eternos, como si la noche hubiese inundado nuestra alma y de repente llega el tercer movimiento, que te deja una sensación de euforia, las notas se suceden una a otra y todo adquiere una velocidad repentina que incita al movimiento, es como si un rayo de luz inundase la habitación y te obligase a despertarte y a levantarte, como si fuera necesario pasar de la noche al día, de la pasividad a la actividad, de la soledad a la compañía.
El lenguaje musical posee la virtud del encantamiento, al igual que la palabra, y si bien Beethoven está enmarcado en una corriente clasicista, que él mismo reivindicaba para sí, la pieza Claro de Luna es un perfecto ejemplo del romanticismo musical por su capacidad para conmover, para generar estados de ánimos a partir del ritmo que imprimen en la pieza que va desde la quietud al frenesí, con un cambio sorprendente y que conecta a quien la escucha con el autor de la obra, dicha conexión resulta aurea a pesar del inesperado cambio de ritmo en el tercer movimiento, lo que comporta una sensación de unidad en la pieza es su capacidad para provocar en quien la escucha el paso sucesivo de un estado de ánimo melancólico a uno eufórico, lo que sin duda es la gran virtud de la música, ya que esta es capaz de trasladarnos a un mundo de sensaciones que van más allá del simple oír.
Hasta aquí hemos sido expuestos al dominio de la palabra y de la melodía, hemos departido con Goethe, que nos ha traslado a Oriente, y con Beethoven, que nos transmitió su vigor; pero la estética romántica reivindica la creación inconsciente, la superación de la individualidad, extremándola, decapándola, purificándola hasta sacralizarla para llegar a la verdad universal, que no es otra que el hombre forma parte de la naturaleza y que en realidad el artista no crea, sino que es la propia naturaleza la que crea. Es por esto que durante el romanticismo se practica la jardinería, entendida como arte que hace confluir en un espacio común a la naturaleza y al hombre.
El romanticismo pretende una vuelta al pasado, revaloriza a la naturaleza y considera que los antiguos vivían acordes con esta, de ahí que la jardinería se convierta en un fenómeno artístico de gran calado, pues conecta a los románticos con aquellos placenteros jardines epicúreos, en los que los hombres conversaban de los más altos temas, pero no lo hacían mortificándose, sino disfrutando de la sensualidad, del placer que inunda a la vida cuando esta se convierte en vivencia. La estética romántica deifica a la naturaleza y la convierte en protagonista absoluta de sus creaciones, los jardines románticos se aparecen salvajes a los ojos ilustrados, que tenían como modelo de jardinería a Versalles, con su geométrica disposición, daba cuenta del alto grado de cientifismo que el hombre ilustrado había alcanzado; sin embargo, el paisaje romántico, ejemplificado en el modelo de jardinería inglesa, está pensado para mostrar a nuestros ojos la belleza creadora de la naturaleza, que se crea a sí misma, sin intervención humana, sin que la cultura, la ciencia y la tecnología sean necesarias para que la naturaleza cree y perviva.
Este cuadro de Carl Gustav Carus (1789-1869) titulado Árboles, es una muestra de cómo este modelo de jardinería se traslada a la pintura, vemos en el cuadro una protagonista única, La Naturaleza, que se muestra a sí misma en toda su magnitud, deificada, toda la imagen parece tener vida propia, las rocas, las plantas, los árboles, el mar y el cielo, todo está vivo. El cuadro muestra un paisaje natural, exento de figuras humanas, en primer término hay unas rocas, tras los cuales nos encontramos ante una colina en cuyo centro encontramos a unos árboles de gran tamaño, pero que se encuentran ajados por el embate de los elementos atmosféricos; tras estos hay un frondoso bosque y en último término se atisba una isla en el mar, sobre todos esos elementos se encuentra un cielo tempestuoso, que parece regir sobre los demás elementos del cuadro. Las tonalidades umbrosas cargan la atmósfera de electricidad, la sensación de movimiento nos la impone ese cielo que está a punto de descargar su lluvia sobre unos árboles que sobreviven estoicamente; el conjunto pictórico nos evoca todo un racimo de sensaciones olorosas, la tierra mojada, las plantas… auditivas, con el viento que atraviesa la colina, los pájaros que cantan posados en la rama del árbol central, que parecen alabar con sus trinos a la Natura…visuales, nuestros ojos se posan sobre el árbol central, pero no puede dejar de ver todo lo que se muestra, desde las plántulas a los pájaros e incluso posar su mirada en la isla… en definitiva, el cuadro muestra a una naturaleza viva y creadora. Pero, ¿cuál es el sentido de la obra, por qué no aparecen figuras humanas en ella? En primera instancia podría pensarse que el hombre no aparece representado en el cuadro porque es ajeno a la naturaleza, como si este no perteneciese a la misma y sin embargo, toda la humanidad está presente en la obra, su ausencia es lo que le da sentido, ya que si observamos el cuadro con detenimiento este nos da la sensación de ser nosotros los protagonistas de una ascensión hasta la cima de la colina y que de repente ha aparecido ante nuestros ojos este paisaje. La naturaleza sublime se muestra ante quien se encuentra observando el cuadro y se siente protagonista del mismo, su mirada es la que descubre en el paisaje la sensación de estar frente a él, en él. La estética romántica del paisaje pretende incitar al hombre a descubrir la naturaleza, la fuerza de la obra pictórica reside en convertir al espectador del cuadro en parte intrínseca del paisaje, en hacer sentir al espectador las sensaciones que sentiría al estar en la naturaleza representada.
Como hemos visto en las obras de Goethe, Beethoven y Carus, la estética, nacida de la imaginación de Schiller, provocó el surgimiento de una corriente artística, el Romanticismo, que ponía en valor al individuo, al inconsciente, a la Naturaleza. Schiller abrió la caja de Pandora y sacó a la luz las emociones humanas que la Ilustración pretendió encerrar y excluir de la vida humana, las pasiones estaban sometidas por la razón; el siglo XIX se inicia con dos discursos opuestos: el estético de Schiller y el positivista de Comte; la estética denuncia los males que el positivismo ha traído al hombre, la fe en el progreso y en el pensamiento analítico no nos traen la felicidad, sino la desgracia, las libertades políticas nacidas de la revolución han traído una democracia burguesa que oprime a los pobres y la tecnología ha generado un proceso de industrialización que aliena al individuo sustrayéndole su capacidad creativa y productiva en su trabajo para convertir al trabajador en una pieza más del engranaje industrial, en una mercancía que se compra y se vende; Schiller nos abre los ojos al mundo de los sentidos y los artistas, los genios creadores, generan obras que reconcilian al hombre con la naturaleza y con sus pasiones. La estética nace con y para el arte romántico y se expresa a través del arte una filosofía que justifica la existencia del mundo convirtiendo a este en una obra de arte y justifica a la humanidad consagrándola como artista; el mundo y el hombre son arte y el arte es el mundo y el hombre, el arte se vivifica y la vida se hace artística, se entiende, pues, que la vida es un fenómeno estético; y nadie como Nietzsche entendió esta verdad. Toda la estética romántica y las obras de arte que la muestran son un preludio a la obra de Nietzsche.
Nietzsche nace en la Prusia de 1844 y se doctora brillantemente en la Universidad de Basilea, logrando ser nombrado Catedrático de Filología Clásica en esta Universidad; pero su salud empeora, sufre frecuentes cefaleas que le obligan a abandonar su carrera académica, que le habían reportado fama y amistades como la del filósofo Schopenhauer y el músico Wagner. Su enfermedad le obliga no solo a marcharse de la Universidad, sino también a emprender un viaje por Italia, alejado de las rigideces académicas emprende una revolución vital, que había tenido su origen en la revolución estética, que planteaba, para la sociedad positivista de su tiempo, su obra El nacimiento de la Tragedia.
Un eminente ilustrado, Blaise Pascal, había abierto un frente contra el sistema de pensamiento vigente en su época, pensar que la razón es la única verdad y que la pasión tan solo es un freno para el conocimiento, para el progreso y la felicidad humana es el mayor error que la Ilustración dejaba al hombre, esa intención de generalizar, lo que él denominaba, el espíritu geométrico, aniquilaba las posibilidades que ofrecía el espíritu de sutileza, pues, las emociones hacían al humano más proclive a la felicidad.
Nietzsche retoma esta idea en su obra El nacimiento de la Tragedia y propone reinterpretar la cultura griega para crear una teoría general de interpretación de la cultura como descubrimiento de lo Apolíneo y lo Dionisiaco.
Lo apolíneo representa la armonía, el equilibrio, las formas estético-artísticas basadas en un canon, los principios reguladores del pensamiento, en definitiva el nomon que nos hace aprehensible el caos que caracteriza a la vida; mientras que lo dionisiaco es su complementario, es el instinto humano que lleva a este a sumergirse en el Kaos. Es el uno, lo originario donde todavía no existen individuos, ni formas, ni pensamiento, es lo indeterminado.
Lo apolíneo y lo dionisiaco se complementan, no son contrarios que se oponen uno al otro, sino que se suceden y se relacionan en el quehacer artístico y por ende vital; ya que Nietzsche propone una unidad indisoluble entre el arte y la vida. Nietzsche fundamenta en El origen de la Tragedia que nuestra visión de una Atenas en la que la belleza y el equilibrio de las proporciones, de la dimensión racional de su arte y su vida, es falsa. El cristianismo había falseado la historia para trasladarnos una visión que excluía la dimensión emocional, ligada a la experiencia sensorial, corporal, para presentar una realidad escindida en dos, en la que todo lo relativo a la razón y su afín, el alma, era lo verdadero y lo superior; dejando al cuerpo y a sus sentidos fuera de la vida. Ante este falseamiento que no reconoce las virtudes y la existencia de la Atenas de las danzas, de los festivales orgiásticos, del teatro trágico… Nietzsche expone en El nacimiento de la Tragedia la realidad de esa Atenas en la que conviven lo apolíneo y lo dionisiaco, ejemplificándose dicha convivencia en la danza, fenómeno artístico que expresa a través del movimiento corporal su unión con el movimiento musical y a ambos con el movimiento y la música natural del mundo, lo que Pitágoras concebía como música de las esferas y que se expresaba en el mito de Orfeo, que encantaba a las rocas, los animales, los ánimos por medio de la música, generadora esta de una comunión entre lo que somos, lo que pensamos, lo que percibimos, lo que sentimos. En la danza los ritmos de la música y de la vida se acompasan, nuestros corazones laten al tiempo que marca la música y cuando la armonía de nuestros movimientos corporales se acompasan con la armonía musical se produce un instante mágico en el que los danzantes abandonan el yo apolíneo y se sumergen en el nosotros dionisiaco, el equilibrio se convierte en dinamismo, la cultura se convierte en naturaleza… La danza se convierte en un rito de transición entre lo apolíneo y lo dionisiaco, los danzantes pasan por una fase de separación, se reúnen unos pocos y se atavían con instrumentos y vestimentas que los separan del resto de la sociedad; se colocan al margen de la sociedad y llevan una vida marginal donde el exceso sensorial y sensual conduce al saber, finalmente, se produce una agregación con la vuelta a la sociedad, pero habiendo sido transformados por el encantamiento del arte, de la música y la danza que los ha hecho transitar de lo apolíneo a lo dionisiaco y de nuevo a lo apolíneo, en un viaje de ida y vuelta, en un eterno retorno a ser ciudadanos-danzantes-ciudadanos. El fin último que se propone Nietzsche en El nacimiento de la Tragedia es hacernos ver la vida como un juego, como un arte. Un poema expresa mejor que cualquier comentario, lo escrito ut supra.
LA NOCHE VA LLEGANDO
Ya oigo las flautas y timbales
que anuncian el fin de las vestales.
Ya veo al grupo de ditirambos
que llegan cantando y bailando joviales;
y Yo, alegre mortal, entrambos...
¡Disfrutando de gloriosas bacanales!
  
En conclusión, la estética surgida en 1795 del verbo de Schiller se muestra en el romanticismo y se desarrolla hasta sus últimas consecuencias en la obra de Nietzsche; ya que este convierte su obra en su vida y su vida en arte. Toda vida es arte y todo arte es experiencia estética, ergo, toda vida es experiencia estética.  

jueves, 9 de junio de 2011

EL ISLAM DIALOGA CON OCCIDENTE

Hace poco hubo una serie de congresos en los que se meditó sobre la necesidad que tiene Occidente de reconocer de una vez por todas las bondades del islam y asumirlo como parte de su historia pasada y ante todo de su futura; ya que bien sea por la inmigración o bien sea por el índice de natalidad de los inmigrados, estos acabarán conformando mayorías sociológicas que pueden establecer líneas políticas que converjan con sus hábitos culturales.
Ante esta inexorable realidad, como Occidental he asumido una posición abierta y no frentista ni demagógica; sino todo lo contrario, he asistido a esos congresos y escuchado atentamente lo que en ellos se exponía por parte de relevantes autoridades académicas y religiosas. Pues bien, resumo aquí tres frases de uno de estos prohombres que vino aquí a fomentar el diálogo entre el Islam y Occidente.
  1. A mí no me interesa lo que dice Aristóteles, a mí solo me interesa lo que dice Mohamed.
  2. El Corán se puede leer traducido, pero solo se lo puede comprender en árabe, porque la lengua coránica, mi lengua es sagrada.
  3. Tú no eres lo que tú piensas de ti, sino lo que yo percibo de ti.
 Tres estractos no es mucho, teniendo en cuenta lo amplio que puede ser una serie de congresos de una temática tan candente, pero es que esto es un blog, no pretendo dar información, tan solo es una opinión; sin embargo, estas frases me escaman y me conducen a pensar que el islam tiene un serio problema, pero este no lo creamos solo en Occidente, a mí si me interesa Aristóteles y también me interesa Mohamed o Ibn Arabi o Ibn Batuta o cualquier otro pensador que aporte algo a la humanidad, ya sea griego, cristiano, musulmán, chino... que más da de donde venga el pensamiento, lo importante es que sea bueno para todos. Respecto a decir que el árabe es una lengua sagrada es como decir que la mía es profana y lo último y ya acabo este post, me parece que uno se define a sí mismo y actúa según su conciencia, sus actos serán juzgados por otros, pero mi ser es definido por mi ser, lo contrario podría llevarnos a cosificar a las personas y creer que estas no son humanos, con la historia nazi creo que ya ha sido suficiente.
Islam, si me buscas para dialogar te recibiré con los brazos abiertos, pero con mi mente crítica... espero que tú hagas lo mismo.