Etiquetas

martes, 14 de junio de 2011

EL NACIMIENTO DE LA ESTÉTICA

La estética, derivada de la voz griega aísthesis (sensación), es la rama de la filosofía que se encarga del estudio del fenómeno artístico, es decir, de la teorización de la percepción de los objetos artísticos y su belleza mediante la reflexión sobre el arte y el hombre y cómo se relacionan ambos entre sí; es por ello que hablamos de experiencia estética, porque la estética comporta la combinación de la percepción del objeto artístico y su conceptualización como tal, es decir, que el arte existe en tanto que es conceptualizado como arte.
La filosofía del arte, la estética, surge a finales del siglo XVIII en un momento de transición en el que la Edad Moderna cede paso a la Contemporánea; el XVIII se caracteriza por el enorme desarrollo de la ciencia y la tecnología, cuyo progreso se fundamenta en:
  1. Racionalismo, toda realidad puede ser científicamente analizada según principios racionales.
  2. Empirismo, la experiencia de los hechos produce su conocimiento.
  3. Pragmatismo, el grado de verdad de una teoría reside en su valor práctico.
Con este armazón teórico, los ilustrados Hamann, Winckelmann y Kant, entre otros, sentaron las bases filosóficas, políticas y estéticas del siglo XVIII que pretendían expandir: el correcto pensar (autónomo), la lucha contra los prejuicios autoritarios sociales y religiosos, la práctica de la tolerancia y la virtud tanto en la vida pública como en la privada, ligando el concepto de virtud y felicidad; pues la felicidad surge de la conciencia de la virtud, del hecho de practicarla; de ahí que la Constitución Americana erigiese como derecho fundamental de todo ciudadano “la búsqueda de la felicidad”. Todo el conjunto de ideas del periodo ilustrado, en especial la idea de progreso a través del conocimiento y de que el dominio de las leyes que rigen el mundo liberará al hombre de la ignorancia, derivó en una serie de transformaciones políticas y sociales. El proceso revolucionario, abierto en América y prontamente trasladado a Europa, derroca al absolutismo y se inicia la instauración de la democracia burguesa, la sociedad estamental es sustituida por una sociedad de clases nacida de la revolución industrial, pues el maquinismo transforma el modelo de producción y con la liberalización económica que, por ejemplo, puso en manos de capital privado medios de producción que antes eran públicos, véase el caso de los pastos comunales y su transformación en enclosures en Inglaterra, que provocó un éxodo rural que alimentó las fábricas textiles.
Los ideales ilustrados promovieron las citadas revoluciones, la fe religiosa fue sustituida por la fe en la ciencia y en el progreso de la humanidad por medio de la educación; Kant llega a considerar a las pasiones, los sentimientos, las emociones como cánceres para la razón práctica, pues obstaculizan la libertad de elección y de decisión, para los ilustrados, el entusiasmo y la melancolía son ofuscaciones del entendimiento, enfermedades de la imaginación. La racionalidad se impone e impregna toda la actividad filosófica y la estética del XVIII se vuelca en el idealismo platónico, la reflexión está en preguntarse qué es lo bello y se concluye que lo bello es lo perfecto, entendido como la proporción correcta entre las formas que constituyen un objeto artístico, el cual es expuesto al público y reseñado para su correcta interpretación en museos. Todo ello es muy razonable, se induce al público a contemplar un objeto artístico, se le informa del material con que está realizado, se le informa sobre lo que representa la obra e incluso se le dice lo que expresa el artista en su obra; negándose la experiencia estética al público; sin embargo, desde el punto de vista ilustrado, el público ha sido educado, ya que ha contemplado un objeto artístico y en la medida de lo posible lo ha hecho con total racionalidad, evitando que la emoción con su perniciosa actividad hiciera desbarrar el correcto juicio de la razón. Pero ante este ensueño de racionalidad en el que los ilustrados veían a la educación como una panacea que curaría a la humanidad de todos los males, en especial, de ese virus que es la creencia en dios, que veían a Napoleón como un moderno Prometeo que venía a liberar al mundo del yugo feudal y a las máquinas como entes que liberaban a los hombres de la esclavitud del trabajo, se opone una cruda realidad, la guerra era un viento que asolaba a Europa, la mecanización del trabajo provocaba la alienación de los trabajadores convertidos ahora en masa obrera y la educación enciclopedista redundaba en beneficios para unos pocos; es ahí, donde surgen Las cartas sobre la educación estética del hombre, Schiller escribe en 1795 un documento que disecciona su realidad contemporánea y compone el panorama de la humanidad a través del análisis del arte de su tiempo, por lo que se le puede considerar como fundador, sino de la estética, al menos como fundador de la estética contemporánea. Para Schiller el triunfo de la razón no había traído la felicidad al hombre, sino más bien lo contrario, la ciencia y la tecnología habían hasta cierto punto desencantado el mundo y ahora el hombre vivía encorsetado en unos ábitos, supuestamente, civilizatorios, que lo constreñían a una realidad no querida, no pensada y que no le permitían jugar, pues el juego es lo que nos hace humanos, es en el juego donde el hombre desarrolla sus pulsiones: la sensible, la formal y la lúdica; manifestándose todas ellas en el juego. Así pues la educación estética que Schiller propone es aquella que educa a la sensibilidad mediante el pensamiento para hacerla hábil y disponible para el juego de la belleza, es decir, para vivir la experiencia estética, para participar en el juego que un autor propone y plasma en una obra artística que es interpretada por quien la lee, la escucha, la contempla… en definitiva, por quien la vive.
El triunfo de la razón, la expulsión de las emociones de la vida humana no le traen la felicidad al hombre, sino que lo sumergen en la más profunda depresión, como expresaría Nietzsche: “cuando miras al abismo, este te devuelve la mirada”. Por ello, Schiller incita a sus contemporáneos a repensar el mundo, a convertir la vida en un juego que nos abstraiga de una realidad, que asfixia a la vida y para ello hay que entender que la vida es un juego y que el juego es un arte y es aquí donde se configura un arte nuevo que rompe las barreras formales dieciochescas y se transforma en un arte para la vida, no para la razón. El arte se humaniza y por tanto se hunde en sus raíces, se vuelca en lo folklórico, se revaloriza lo popular, lo sentimental, lo emocional y se genera un arte para las masas, pero no para masas racionales que van al teatro a aprender normas y decencia moral, sino para vivir experiencias catárticas al modo en que lo hacían los pueblos antiguos, como el griego en los teatros o el persa en los templos a cielo abierto.
Esta nueva conceptualización del arte y la vida surgida de la concepción estética de Schiller que entiende la vida humana como experiencia estética surge a finales del siglo XVIII en clara oposición al racionalismo imperante en la sociedad ilustrada de la época, así como contra las rígidas normas del clasicismo. Con Schiller nace el Romanticismo, una corriente de pensamiento de múltiples y variadas vertientes, por lo que resulta difícil de catalogar: en lo político se caracteriza por asociarse a movimientos nacionalistas, en lo social por la ruptura con las normas establecidas, pero es sobre todo una corriente de pensamiento que afecta al modo de entender el arte; los románticos se caracterizan por tener como señas de identidad la imaginación y la emotividad contraponiéndose estas al análisis crítico. Para los románticos el sentimiento es el valor supremo, este está por encima de la razón, de las leyes y de la moral; por lo que los artistas inmersos en esta nueva estética rechazan el espíritu ilustrado que aspiraba a educar y mejorar la humanidad y optan por el individualismo y la excentricidad, conceden por tanto una gran importancia al inconsciente y a la intuición del genio.
Los artistas románticos se sirven de la inspiración para viajar a otros tiempos a otros espacios, para penetrar en los abismos de la mente humana y redescubrir en ella la belleza que la humanidad ilustrada había perdido y anhelaba recobrar; por esta razón los artistas se convierten en héroes que utilizan las artes como armas contra la razón, con la intención de liberar al hombre de la civilización y provocar así su nostós a la Natura.
A continuación ahondaremos en la estética romántica de la mano de algunos de sus héroes y a través de sus armas comprenderemos mejor su espíritu. Comenzamos con la primera de las artes, la palabra, y escogemos como paladín a Goethe, genio creador del romanticismo alemán y franco exponente del pensamiento romántico que explora en el pasado su sentido presente. Goethe muestra en su obra Del Diván de Occidente y Oriente su quehacer literario, su búsqueda de la inocencia primordial, en la creencia de que si indagamos en el pasado nos encontraremos en la universalidad de la sentimentalidad, es decir, que las diferencias entre los seres humanos son producto de la cultura cercenadora de la naturaleza esencial del ser humano; por ello busca expresar en su literatura: su individualidad como expresión de su universalidad.
Los siguientes versos proceden de esta obra de 1819 y que son una imitación, entendida esta como redescubrimiento y reinterpretación de la poesía persa.
HÉGIRA
Allí, en aquella pureza,
donde aún impera el derecho,
en la original hondura
de la raza humana, quiero
mi ser abismar; allí
donde aún los hombres del cielo
reciben la alta doctrina
dicha en lenguaje terreno,
y aún no se rompen la crisma
como nosotros hacemos.
  
En estos primeros versos se ven algunas de las características de la literatura de Goethe y por extensión de los autores románticos, la percepción de que su tiempo supone una ruptura con la naturaleza, con la pureza, la inocencia… del ser humano; de hecho vemos que Oriente representa el lugar edénico donde el hombre vivía acorde con su naturaleza, donde sus acciones estaban regladas por lo natural, Oriente representa la universalidad de lo humano en los humanos y eso se expresa en la universalización del lenguaje, de ahí que en esta época la filología tuviese como meta el desvelamiento de una Ursprache, un lenguaje primordial del que derivan el resto de lenguas y que sería tal cual fue el verbo divino. El lema Ex Oriente Lux representaba para Goethe la verdad esencial de que todo conocimiento estaba encerrado en la palabra, en la voz primigenia de una Ursprache por descubrir y que esta lengua se encontraba en Oriente era su creencia más afín. La razón última por la que Goethe encontraba Oriente tan fascinante era por el carácter evocador y sensual de la poesía persa, las palabras estallan en la boca y generan sensaciones olorosas, auditivas, táctiles, visuales… en definitiva, la poesía, la palabra, Oriente tiene un carácter sinestésico; que se opone al supuesto carácter racional de Occidente.
Donde aún honran a los padres
y a extraños servir se niegan;
allí ser feliz yo quiero,
de mi juventud frenando
la desbocada carrera;
amplía la fe, el pensamiento
estrecho; que el verbo fue
tan importante en Oriente
por su limpia nitidez.

En estos versos Goethe se sumerge, aún más si cabe, en la idea de la naturaleza perdida, representada en esos padres a los que se honra, es decir, a la sociedad primigenia; y expresa su ansiedad por una felicidad que su tiempo y su espacio le niegan, en Oriente el hombre es feliz porque no vive la angustia del tiempo febril y fabril de la época industrial, donde los campesinos se han convertido en obreros, donde el ser humano es convertido en una mercancía más y su valor está referenciado a la ley de la oferta y la demanda en el mercado laboral. Además los versos rememoran una vez más la palabra como virtud, la palabra como acto honorable, pues es limpia, lo que incide en que es comprensible y no está llena de los subterfugios ni de la maldad imperante en las palabras de Occidente, que como reza la canción del grupo Mandrágora: “hombre blanco tener lengua de serpiente”.
Quiero alternar con pastores
y de los frescos oasis
disfrutar la grata sombra
cuando en ellos hace alto
la caravana sudorosa;
traficar en ricos chales,
en café de fuerte aroma
y en el almizcle preciado
por su fragancia famosa,
y hollar todos los senderos,
del desierto a la ciudad,
de la ciudad al desierto.
Los versos finales nos presentan unas escenas que evocan el mundo de los sentidos, la percepción impregna el poema, que finaliza regalando al lector un cúmulo de sensaciones, pues la palabra tiene la magia de provocar y excitar la imaginación por medio de la representación y al hablarnos del aroma del café, del almizcle o del color de los chales, podemos verlos y olerlos. La palabra y su poder mágico de representación nos eleva a un mundo primigenio, esta vez representado por los pastores, la palabra sirve de guía en un mundo cambiante, pero que de un modo u otro, pues todos los caminos conducen a Roma, volverá a ser lo que era, el hombre que abandonó el mundo de la naturaleza (desierto) para vivir en el mundo de la cultura (ciudad) acabará retornando a la Natura.
En conclusión, Goethe presenta en su Diván un Oriente caracterizado como la imagen de la naturaleza, de la inocencia, de los sentidos, de la bondad, de la justicia, de la virtud, de la paz... en definitiva, de la universalidad de la sentimentalidad humana; razón por la que se opone a un Occidente donde prima la cultura, la racionalidad, la injusticia, el desasosiego… lo que motiva en Goethe una querencia por Oriente es la perdida que ha supuesto para Occidente el desencantamiento del mundo por culpa del exceso de racionalismo ilustrado que en lugar de proporcionar felicidad, ha traído la desgracia en forma de guerra y capitalismo. Por este motivo Goethe pretende que volvamos nuestra mirada hacia Oriente, pues considera que el hombre hallará la felicidad cuando se reconcilie con su naturaleza esencial y estética; de ahí que trate de plasmar en su literatura la necesidad de retornar a lo originario, pues estima que la felicidad se halla en el regreso al estado primigenio, cuando un hombre era un hombre y no un esclavo del progreso científico-técnico y para ello, para lograr llegar a la prima natura humana apela a los sentidos, a través de los olores, los sabores, los colores… a través de la estética, indagando en la sensación individual, se llega a la sensación universal; cuando Werther conoce a Lotte (personajes principales de la novela de Goethe Las penas del joven Werther) cae presa de un profundo sentimiento amoroso, del que nos hacemos eco en nuestros corazones, logrando así llegar a la universalidad del sentimiento humano, el amor se siente igual aquí y en Pekín, hace tres mil años y dentro de tres mil, pues el amor es un sentimiento universal que liga a toda la humanidad; ahí reside el sentido último de toda obra romántica, llegar a lo universal a través de la exploración de lo individual. Goethe, como si fuese un arqueólogo emocional, expone a un personaje, lo individualiza en su forma de vestir, de actuar, de hablar, de amar… depura tanto la individualización de Werther, que este acaba convertido en un personaje universal; cuanto más individual es un personaje, cuanto más singular nos parece, cuanto más original se nos presenta… más universal es.
La estética romántica se resume en la sentimentalidad y el arte es todo aquello que expresa un sentimiento, por lo que podemos afirmar que el romanticismo es arte y si hay algo que caracterice al romanticismo como corriente artística es el predominio que tiene la música sobre el resto de fenómenos artísticos en este periodo, hasta el punto de poder afirmar que el romanticismo es música. Bajo esta afirmación presentaremos a otro de los grandes héroes románticos que armado con su genio creador impulsó una nueva forma de expresar en sus composiciones musicales, hablamos de Beethoven que fue un compositor que trascendió las reglas de las formas musicales establecidas en su época y de esta manera se sumó al desarrollo del nuevo estilo musical que se genera en el periodo romántico.  Las formas de expresión de sentimientos entre humanos son variadas y abarcan tanto al consciente como al inconsciente. En el terreno del arte, considerado como una herramienta poderosísima para expresar sentimientos y emociones, debemos considerar a la música como la mayor catalizadora de expresión emocional, ya que conecta de inmediato al consciente con el inconsciente. La música consigue embelesarnos y nos transmite con suma naturalidad aquello que el autor desea comunicarnos a través de la melodía.
La sonata para piano nº14 en do sostenido menor "Quasi una fantasia", Op.27, n. º 2, popularmente conocida como Claro de luna, es una de las obras más famosas de Beethoven. Esta sonata se compuso en 1801 y consta de tres movimientos:
  1. Adagio sostenuto, El primer movimiento es pianísimo y sólo en algunos pasajes alcanza el mezzoforte.
  2. Allegretto, El segundo movimiento es un minueto, es decir, algo muy convencional de la época, que curiosamente está escrito en re bemol mayor, tonalidad enarmónica con do sostenido menor (la del primer movimiento). El carácter es bastante apacible y no consta de sobresaltos, elemento a contrastar con el siguiente movimiento.
  3. Presto agitato, El tercer movimiento supone un experimento de Beethoven, el movimiento consta de rápidos arpegios, escalas y un juego hábil de preguntas y respuestas entre las dos manos. Su dificultad es muy elevada y contrasta con la de los dos movimientos anteriores.
La audición de Claro de Luna destaca por la sonoridad y capacidad expresiva del piano, la pieza pone melodía a todo el estado anímico, emocional, de Beethoven cuya melancolía y depresión se plasman en el primer movimiento, que incita a contemplar el mundo exterior como interior, presentando una escisión entre el artista y la sociedad, un abismo separa al genio creador de la masa social. El segundo movimiento incide en la separación del individuo de la sociedad, la separación se eterniza en un movimiento sin sobresaltos, que simplemente provoca la acentuación de las sensaciones fundadas en el primer movimiento y que en este segundo se erigen como protagonistas absolutas del devenir de la pieza, uno tiene la sensación de soledad, se siente un ser incomprendido, los acordes son suaves y eternos, como si la noche hubiese inundado nuestra alma y de repente llega el tercer movimiento, que te deja una sensación de euforia, las notas se suceden una a otra y todo adquiere una velocidad repentina que incita al movimiento, es como si un rayo de luz inundase la habitación y te obligase a despertarte y a levantarte, como si fuera necesario pasar de la noche al día, de la pasividad a la actividad, de la soledad a la compañía.
El lenguaje musical posee la virtud del encantamiento, al igual que la palabra, y si bien Beethoven está enmarcado en una corriente clasicista, que él mismo reivindicaba para sí, la pieza Claro de Luna es un perfecto ejemplo del romanticismo musical por su capacidad para conmover, para generar estados de ánimos a partir del ritmo que imprimen en la pieza que va desde la quietud al frenesí, con un cambio sorprendente y que conecta a quien la escucha con el autor de la obra, dicha conexión resulta aurea a pesar del inesperado cambio de ritmo en el tercer movimiento, lo que comporta una sensación de unidad en la pieza es su capacidad para provocar en quien la escucha el paso sucesivo de un estado de ánimo melancólico a uno eufórico, lo que sin duda es la gran virtud de la música, ya que esta es capaz de trasladarnos a un mundo de sensaciones que van más allá del simple oír.
Hasta aquí hemos sido expuestos al dominio de la palabra y de la melodía, hemos departido con Goethe, que nos ha traslado a Oriente, y con Beethoven, que nos transmitió su vigor; pero la estética romántica reivindica la creación inconsciente, la superación de la individualidad, extremándola, decapándola, purificándola hasta sacralizarla para llegar a la verdad universal, que no es otra que el hombre forma parte de la naturaleza y que en realidad el artista no crea, sino que es la propia naturaleza la que crea. Es por esto que durante el romanticismo se practica la jardinería, entendida como arte que hace confluir en un espacio común a la naturaleza y al hombre.
El romanticismo pretende una vuelta al pasado, revaloriza a la naturaleza y considera que los antiguos vivían acordes con esta, de ahí que la jardinería se convierta en un fenómeno artístico de gran calado, pues conecta a los románticos con aquellos placenteros jardines epicúreos, en los que los hombres conversaban de los más altos temas, pero no lo hacían mortificándose, sino disfrutando de la sensualidad, del placer que inunda a la vida cuando esta se convierte en vivencia. La estética romántica deifica a la naturaleza y la convierte en protagonista absoluta de sus creaciones, los jardines románticos se aparecen salvajes a los ojos ilustrados, que tenían como modelo de jardinería a Versalles, con su geométrica disposición, daba cuenta del alto grado de cientifismo que el hombre ilustrado había alcanzado; sin embargo, el paisaje romántico, ejemplificado en el modelo de jardinería inglesa, está pensado para mostrar a nuestros ojos la belleza creadora de la naturaleza, que se crea a sí misma, sin intervención humana, sin que la cultura, la ciencia y la tecnología sean necesarias para que la naturaleza cree y perviva.
Este cuadro de Carl Gustav Carus (1789-1869) titulado Árboles, es una muestra de cómo este modelo de jardinería se traslada a la pintura, vemos en el cuadro una protagonista única, La Naturaleza, que se muestra a sí misma en toda su magnitud, deificada, toda la imagen parece tener vida propia, las rocas, las plantas, los árboles, el mar y el cielo, todo está vivo. El cuadro muestra un paisaje natural, exento de figuras humanas, en primer término hay unas rocas, tras los cuales nos encontramos ante una colina en cuyo centro encontramos a unos árboles de gran tamaño, pero que se encuentran ajados por el embate de los elementos atmosféricos; tras estos hay un frondoso bosque y en último término se atisba una isla en el mar, sobre todos esos elementos se encuentra un cielo tempestuoso, que parece regir sobre los demás elementos del cuadro. Las tonalidades umbrosas cargan la atmósfera de electricidad, la sensación de movimiento nos la impone ese cielo que está a punto de descargar su lluvia sobre unos árboles que sobreviven estoicamente; el conjunto pictórico nos evoca todo un racimo de sensaciones olorosas, la tierra mojada, las plantas… auditivas, con el viento que atraviesa la colina, los pájaros que cantan posados en la rama del árbol central, que parecen alabar con sus trinos a la Natura…visuales, nuestros ojos se posan sobre el árbol central, pero no puede dejar de ver todo lo que se muestra, desde las plántulas a los pájaros e incluso posar su mirada en la isla… en definitiva, el cuadro muestra a una naturaleza viva y creadora. Pero, ¿cuál es el sentido de la obra, por qué no aparecen figuras humanas en ella? En primera instancia podría pensarse que el hombre no aparece representado en el cuadro porque es ajeno a la naturaleza, como si este no perteneciese a la misma y sin embargo, toda la humanidad está presente en la obra, su ausencia es lo que le da sentido, ya que si observamos el cuadro con detenimiento este nos da la sensación de ser nosotros los protagonistas de una ascensión hasta la cima de la colina y que de repente ha aparecido ante nuestros ojos este paisaje. La naturaleza sublime se muestra ante quien se encuentra observando el cuadro y se siente protagonista del mismo, su mirada es la que descubre en el paisaje la sensación de estar frente a él, en él. La estética romántica del paisaje pretende incitar al hombre a descubrir la naturaleza, la fuerza de la obra pictórica reside en convertir al espectador del cuadro en parte intrínseca del paisaje, en hacer sentir al espectador las sensaciones que sentiría al estar en la naturaleza representada.
Como hemos visto en las obras de Goethe, Beethoven y Carus, la estética, nacida de la imaginación de Schiller, provocó el surgimiento de una corriente artística, el Romanticismo, que ponía en valor al individuo, al inconsciente, a la Naturaleza. Schiller abrió la caja de Pandora y sacó a la luz las emociones humanas que la Ilustración pretendió encerrar y excluir de la vida humana, las pasiones estaban sometidas por la razón; el siglo XIX se inicia con dos discursos opuestos: el estético de Schiller y el positivista de Comte; la estética denuncia los males que el positivismo ha traído al hombre, la fe en el progreso y en el pensamiento analítico no nos traen la felicidad, sino la desgracia, las libertades políticas nacidas de la revolución han traído una democracia burguesa que oprime a los pobres y la tecnología ha generado un proceso de industrialización que aliena al individuo sustrayéndole su capacidad creativa y productiva en su trabajo para convertir al trabajador en una pieza más del engranaje industrial, en una mercancía que se compra y se vende; Schiller nos abre los ojos al mundo de los sentidos y los artistas, los genios creadores, generan obras que reconcilian al hombre con la naturaleza y con sus pasiones. La estética nace con y para el arte romántico y se expresa a través del arte una filosofía que justifica la existencia del mundo convirtiendo a este en una obra de arte y justifica a la humanidad consagrándola como artista; el mundo y el hombre son arte y el arte es el mundo y el hombre, el arte se vivifica y la vida se hace artística, se entiende, pues, que la vida es un fenómeno estético; y nadie como Nietzsche entendió esta verdad. Toda la estética romántica y las obras de arte que la muestran son un preludio a la obra de Nietzsche.
Nietzsche nace en la Prusia de 1844 y se doctora brillantemente en la Universidad de Basilea, logrando ser nombrado Catedrático de Filología Clásica en esta Universidad; pero su salud empeora, sufre frecuentes cefaleas que le obligan a abandonar su carrera académica, que le habían reportado fama y amistades como la del filósofo Schopenhauer y el músico Wagner. Su enfermedad le obliga no solo a marcharse de la Universidad, sino también a emprender un viaje por Italia, alejado de las rigideces académicas emprende una revolución vital, que había tenido su origen en la revolución estética, que planteaba, para la sociedad positivista de su tiempo, su obra El nacimiento de la Tragedia.
Un eminente ilustrado, Blaise Pascal, había abierto un frente contra el sistema de pensamiento vigente en su época, pensar que la razón es la única verdad y que la pasión tan solo es un freno para el conocimiento, para el progreso y la felicidad humana es el mayor error que la Ilustración dejaba al hombre, esa intención de generalizar, lo que él denominaba, el espíritu geométrico, aniquilaba las posibilidades que ofrecía el espíritu de sutileza, pues, las emociones hacían al humano más proclive a la felicidad.
Nietzsche retoma esta idea en su obra El nacimiento de la Tragedia y propone reinterpretar la cultura griega para crear una teoría general de interpretación de la cultura como descubrimiento de lo Apolíneo y lo Dionisiaco.
Lo apolíneo representa la armonía, el equilibrio, las formas estético-artísticas basadas en un canon, los principios reguladores del pensamiento, en definitiva el nomon que nos hace aprehensible el caos que caracteriza a la vida; mientras que lo dionisiaco es su complementario, es el instinto humano que lleva a este a sumergirse en el Kaos. Es el uno, lo originario donde todavía no existen individuos, ni formas, ni pensamiento, es lo indeterminado.
Lo apolíneo y lo dionisiaco se complementan, no son contrarios que se oponen uno al otro, sino que se suceden y se relacionan en el quehacer artístico y por ende vital; ya que Nietzsche propone una unidad indisoluble entre el arte y la vida. Nietzsche fundamenta en El origen de la Tragedia que nuestra visión de una Atenas en la que la belleza y el equilibrio de las proporciones, de la dimensión racional de su arte y su vida, es falsa. El cristianismo había falseado la historia para trasladarnos una visión que excluía la dimensión emocional, ligada a la experiencia sensorial, corporal, para presentar una realidad escindida en dos, en la que todo lo relativo a la razón y su afín, el alma, era lo verdadero y lo superior; dejando al cuerpo y a sus sentidos fuera de la vida. Ante este falseamiento que no reconoce las virtudes y la existencia de la Atenas de las danzas, de los festivales orgiásticos, del teatro trágico… Nietzsche expone en El nacimiento de la Tragedia la realidad de esa Atenas en la que conviven lo apolíneo y lo dionisiaco, ejemplificándose dicha convivencia en la danza, fenómeno artístico que expresa a través del movimiento corporal su unión con el movimiento musical y a ambos con el movimiento y la música natural del mundo, lo que Pitágoras concebía como música de las esferas y que se expresaba en el mito de Orfeo, que encantaba a las rocas, los animales, los ánimos por medio de la música, generadora esta de una comunión entre lo que somos, lo que pensamos, lo que percibimos, lo que sentimos. En la danza los ritmos de la música y de la vida se acompasan, nuestros corazones laten al tiempo que marca la música y cuando la armonía de nuestros movimientos corporales se acompasan con la armonía musical se produce un instante mágico en el que los danzantes abandonan el yo apolíneo y se sumergen en el nosotros dionisiaco, el equilibrio se convierte en dinamismo, la cultura se convierte en naturaleza… La danza se convierte en un rito de transición entre lo apolíneo y lo dionisiaco, los danzantes pasan por una fase de separación, se reúnen unos pocos y se atavían con instrumentos y vestimentas que los separan del resto de la sociedad; se colocan al margen de la sociedad y llevan una vida marginal donde el exceso sensorial y sensual conduce al saber, finalmente, se produce una agregación con la vuelta a la sociedad, pero habiendo sido transformados por el encantamiento del arte, de la música y la danza que los ha hecho transitar de lo apolíneo a lo dionisiaco y de nuevo a lo apolíneo, en un viaje de ida y vuelta, en un eterno retorno a ser ciudadanos-danzantes-ciudadanos. El fin último que se propone Nietzsche en El nacimiento de la Tragedia es hacernos ver la vida como un juego, como un arte. Un poema expresa mejor que cualquier comentario, lo escrito ut supra.
LA NOCHE VA LLEGANDO
Ya oigo las flautas y timbales
que anuncian el fin de las vestales.
Ya veo al grupo de ditirambos
que llegan cantando y bailando joviales;
y Yo, alegre mortal, entrambos...
¡Disfrutando de gloriosas bacanales!
  
En conclusión, la estética surgida en 1795 del verbo de Schiller se muestra en el romanticismo y se desarrolla hasta sus últimas consecuencias en la obra de Nietzsche; ya que este convierte su obra en su vida y su vida en arte. Toda vida es arte y todo arte es experiencia estética, ergo, toda vida es experiencia estética.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario