Es una noche amarga,
Así que voy al bar de Moi
Para que me diga quién soy.
Me echa una mirada larga
Y me dice: eres quien manda.
_ ¡Pues ponte un litro
Que quiero sentirme vivo!
Bebo, respiro, bebo
Y miro en derredor.
Dunas, Dunas, un sinfín de Dunas,
Que se deslizan una tras otra
Como olas movidas por la tempestad.
Una de ellas me golpea
Y derramo el amargo néctar
Sobre la caliente arena;
Y surge de ella una murena.
_ ¡Litro, ponte un litro, Moi!
¡Moi, ponte un litro, un litro!
La tempestad arrecia,
De la murena hecho presa,
La vida se aprecia.
Su dentellada de fresa
Mi pescuezo muerde;
Y con cierta sorpresa.
Bebo, respiro, bebo.
La miro sin recelo…
Y sigo sin saber quién soy;
Pero ya no la echo de menos.
COMENTARIO
El poema tiene como temática central el miedo a la soledad y también refleja cómo nos dejamos llevar por las pulsiones.
Desde el primer verso el poema sumerge al lector en un ambiente cerrado y oscuro, la noche refleja la soledad del individuo que se arrastra por la vida en busca de algo que dé sentido a su existencia. El yo poético es un yo universal, que se cuestiona a sí mismo y que siente la necesidad de que alguien le demuestre que no está solo.
La noche da paso a un local, un lugar aún más cerrado y oscuro, esta contracción súbita del espacio produce una insoportable sensación de angustia, que conlleva el cuestionamiento del ser. Es en ese momento cuando se produce un cruce de miradas y el yo se enfrenta al juicio del otro, de este juicio banal surge la duda, ¿realmente estoy con alguien o sigo solo? El vacío de la conversación provoca un aislamiento aún más pronunciado.
“Bebo, respiro, bebo” este verso resulta clave en el poema, pues refleja dentro sí las problemáticas más acuciantes del conjunto del poema y actúa como llave en la apertura y comprensión del mismo. El que el verso comience y finalice con el mismo vocablo, así como la aliteración bilabial, inciden en dar una visión cíclica y estática de la vida; y a su vez las acciones antagonistas de los verbos nos informan de la obligación que tenemos a lo largo del ciclo vital de elegir, estamos permanentemente obligados a tomar elecciones: o bebes o respiras.
En una vuelta de tuerca más, el individuo se ve traslado al lugar que refleja por excelencia la soledad, el desierto. La angustia vital llega a su momento culmen cuando el yo poético se siente rodeado por Dunas, que representan al conjunto de individuos solitarios que confluyen en un mismo lugar, la imagen de esas Dunas movidas por la tempestad es el reflejo de la gente que baila al son de la música, personas que bailan en la oscuridad y que buscan al otro para dar sentido a su existencia.
La imagen surrealista se agudiza cuando al derramar líquido sobre una de las Dunas, de esta surge cual Venus una murena. Esta imagen sorprende porque el lector esperaría ver como de la arena surge y se modela, cual figura de barro adánica, una hermosa mujer; pero no, de la arena del desierto sale un pez ¡y no uno cualquiera! De las arenas del desierto emerge una murena, que es un pez con aspecto de sierpe que nos remite al mundo de las tentaciones. Es necesario reparar en que una de las características de las murenas es que caza cefalópodos, lo que reincide en la visión del hombre-pulpo que sale a cazar y sin embargo, es cazado; además la sonoridad de la palabra encierra por asimilación semántica el concepto muro y arena. La murena sigue siendo la Duna, sigue siendo un individuo solitario que busca reafirmar su existencia; pero esta mujer-pez-duna está rodeada y protegida por un infranqueable muro que no permite hallar su existencia. Con estas imágenes, sugeridas por los versos centrales, hemos dado un paso hacia la irracionalidad; nos estamos sumergiendo en el mundo de las pulsiones. Envueltos en la bruma de la pasión, perdemos nuestra conciencia y entramos en el mundo del inconsciente, del animal que portamos y ya no somos individuos, sino animales que no se cuestionan su ser.
Pero en medio de la pasión, el consciente resurge y nos vemos obligados a elegir y volvemos a replantearnos nuestra existencia y vuelve la duda, la necesidad de encontrar una mirada en el otro que nos haga ver que no estamos solos.
Y sigo sin saber quién soy;
Pero ya no la echo de menos.
Estos versos finales remiten a la idea de soledad, negar lo que resulta evidente, reafirma lo evidente. Por reducción al absurdo comprendemos que el yo se siente solo; pues sí que la echa de menos y sigue encontrándose solo, lo que nos lleva a pensar en el mito del andrógino. Nos sentimos seres incompletos, estamos solos porque nos falta nuestra alma gemela.
La búsqueda del otro, de lo que nos complementa y nos hacer sentirnos llenos y plenos de existencia, se refleja en las imágenes del poema, en el que contrastan acciones y sensaciones antagonistas:
Y derramo el amargo néctar
Sobre la caliente arena;
En estos versos se observa el contraste entre líquido y sólido, entre el frío de la cerveza y el calor de la arena.
Su dentellada de fresa
Mi pescuezo muerde;
Aquí vemos a dos seres racionales que actúan como irracionales, la mujer convertida en pez muerde (besa) el pescuezo (que asociamos a los animales) del hombre.
Este contraste se observa sobre todo en el verso:
Bebo, respiro, bebo.
Así pues, las imágenes y las acciones del poema sugieren la idea buscada de reflejar el miedo a la soledad y la quiebra del ser, que se ve sometido a cuestionarse su existencia y cuya solución o respuesta podría estar en dejarse llevar por sus pulsiones irracionales y no estar permanentemente subyugado por el raciocinio.
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