Desde el siglo IV a.C. la lengua griega mantiene una unidad estructural basada en la “koiné”, lengua franca en los territorios conquistados por Alejandro Magno, que ha pervivido hasta nuestros días, si bien con el paso del tiempo fue evolucionando; ya que aunque existe una unidad básica a lo largo del tiempo de la lengua griega, durante siglos han convivido dos variedades de la misma lengua, que tienen diferencias en su vocabulario, fonética, morfología y sintaxis. La “dimotikí” representa a la lengua popular, pero coexiste con esta, la lengua culta, que no es hablada por nadie, pero que sí se escribe por muchos. A finales del siglo XVIII, con los nuevos aires de la Ilustración y el surgimiento del sentimiento nacionalista, se plantea la cuestión lingüística. A lo largo del siglo XIX, con la consecución de la victoria en la Guerra de la Independencia y el nacimiento del Estado griego moderno, se planteó qué lengua debía usarse en Grecia. En aquella disputa existían tres corrientes: los defensores de la lengua culta, reivindicando así el glorioso pasado helénico; los defensores de la lengua popular, que consideran que el pueblo constituye la nación y, por último, una variedad surgida en el entorno intelectual, la “katharévusa”, un intento de reunificar ambos usos. Finalmente y tras diversas disquisiciones, en 1976 el Parlamento aprobó que la “dimotikí” se convirtiera en la lengua oficial en las escuelas y en los documentos oficiales. Hoy en Grecia se habla la “dimotikí”, pero está enriquecida por elementos de la “katharévusa” y de la lengua culta.
La evolución de la Lengua tiene una importancia decisiva en la periodización de la literatura griega, porque los diversos usos de la lengua –culta, popular, “katharévusa”– forman hitos, que marcan movimientos literarios. Podemos distinguir, de forma resumida, tres etapas: literatura griega antigua, bizantina o medieval y neohelénica; las dos últimas se consideran un todo indivisible, ya que se admite que la literatura popular bizantina constituye el origen de la literatura neohelénica.
Partiendo del “Digenís Akritas”, poema épico de la segunda mitad del siglo XI, se pueden establecer los siguientes períodos:
Período medieval: del “Digenís Akritas” a la caída de Constantinopla en 1453.
Período renacentista: de 1453 a la caída de Creta en 1669.
Del siglo XVIII hasta la Guerra de la Independencia, período marcado por el desarrollo de la Ilustración y el deseo de crear un Estado griego.
La segunda mitad del siglo XIX viene marcada por los diferentes usos lingüísticos. En el campo de la literatura se distinguen: la Escuela Heptanasiota, que cultiva la tradición cretense y la popular bizantina; en el Estado griego se mantiene la tradición fanariota de época turca; mientras que los poetas escriben en “katharévusa”. La Generación de 1880, representada por Palamás, Psijaris... introduce la “dimotikí” en la literatura culta, fusionando ambas tradiciones.
Tras un período marcado por sucesivas guerras, surge la Generación de los 30, de la que forman parte Elytis y Seferis, que abre un nuevo período cuya influencia aún perdura. El fin de la II Guerra Mundial trajo consigo unos aires de renovación literaria, que se vio influenciada por el existencialismo y la experiencia traumática de la guerra, que desembocó en nuevos movimientos literarios.
El marco histórico que encuadra a la literatura griega de los períodos anteriormente descritos, comienza con la división definitiva del Imperio Romano en dos mitades, Occidente y Oriente. Este último tenía por capital Constantinopla, por lo que ha pasado a la historia con el antiguo nombre de la ciudad, Bizancio, denominándose Imperio Bizantino.
Durante los siglos V-VIII, el Imperio Bizantino se vio sometido a la presión de los pueblos “bárbaros”, pero, al contrario que Roma, no sucumbió ante estos. Logró mantener su pujanza frente a los invasores hasta que en 1204, los componentes de la IV Cruzada saquearon Constantinopla. Tras este duro golpe el Imperio subsistió gracias a su capacidad económica y diplomática, hasta que cayó en manos turcas en 1453.
La dominación turca duró varios siglos y provocó cambios en la sociedad griega; entre otros, se vieron afectados los ámbitos religioso, militar y administrativo. Los turcos garantizaron la libertad del culto cristiano y respetaron al patriarca griego. Hacia 1530 los turcos crearon un cuerpo de élite militar formado por niños cristianos. A cada familia griega se le quitaba el quinto hijo cuando tenía entre seis y siete años, no se les permitía casarse y convivían en una especie de hermandad militar, se les llamaron los jenízaros. En la Administración, los turcos mantuvieron una política que permitía a los griegos acceder a altos cargos como el de “Dragomán”, especie de Ministro de Interior.
A lo largo de los siglos de dominación turca, el pueblo griego recibió ayuda militar extranjera, en especial de genoveses, venecianos y españoles; pero no consiguieron liberarse del yugo turco hasta que, en el siglo XIX, Grecia se convirtió en un escaque más dentro del Gran Juego. Las potencias extranjeras con Rusia, Inglaterra y Francia a la cabeza decidieron desmembrar el Imperio Turco y repartirse sus riquezas. Alentaron el nacionalismo griego, crearon academias para generar un cuadro de mando que pudiera comandar al ejército popular griego, les concedieron una armada... y finalmente en 1821 comenzó la Guerra de Independencia. La intervención extranjera fue decisiva hasta el punto de que los pro-rusos nombraron al Presidente, los pro-ingleses pusieron al frente del ejército a oficiales ingleses y los pro-franceses redactaron la Constitución. Tras la victoria en 1829, Grecia experimentó un período de prosperidad en lo económico, aumentando el comercio y multiplicando su población. Pero siguió manteniendo su inestabilidad política tanto interna como externa, algo que parece ser una constante en la historia griega. Internamente las diferencias políticas llevan al asesinato del Presidente Kapodistrias, lo que conlleva en 1832 la llegada de una monarquía: Luis I de Baviera aceptó el trono para su hijo Otón, cuyo origen evidencia las concesiones a las potencias extranjeras. La política exterior se vio condicionada por la inestabilidad de las fronteras, y Grecia participa en las Guerras Balcánicas con la intención de expansionarse. En la I Guerra Mundial se adhirió al bando de Inglaterra, lo que le benefició en el reparto de las islas del Egeo y otras concesiones. Esta política expansionista tuvo su apogeo en 1922, cuando el rey Constantino ordenó la invasión de Turquía, pero lo hizo sin la venia de los Aliados; obviamente, las tropas griegas fueron derrotadas y Esmirna cayó en manos turcas. Este desastre provocó nuevos cambios en las líneas fronterizas: Grecia perdió Asia Menor, la parte norte del Epiro, Chipre pasó a ser colonia británica y las islas del Dodecaneso permanecieron bajo control italiano.
La inestabilidad fronteriza ha sido una constante sangría de recursos humanos y materiales para Grecia a lo largo de su historia y aún hoy{,} sigue siéndolo. Tras la firma del Tratado de París en 1946, las fronteras quedaron fijadas en Europa y parecía que por fin quedaba resuelto uno de los más graves problemas de Grecia. Pero con la llegada de la dictadura militar en 1967 se produjo una nueva política expansionista, que llevó a la invasión de Chipre por parte griega, hasta entonces en esta isla convivían griegos y turcos amistosamente, Turquía reaccionó invadiendo parte de la isla, que aún está bajo su soberanía. Grecia sigue manteniendo conflictos fronterizos con Turquía, por su obstinación en declarar bajo su soberanía las aguas en torno a sus islas, ampliando su radio de seis a doce millas marítimas, lo que comportaría la conversión del Mar Egeo en un lago griego, algo que Turquía jamás permitirá. También con la desintegración de la antigua República de Yugoslavia en los años noventa, se volvió a vivir una crisis política, que casi acaba en guerra. Por suerte todas estas tensiones fronterizas se ven mitigadas por la pertenencia de Grecia a organismos como La Unión Europea, La OTAN, La ONU, que aplacan los ánimos expansionistas griegos y les ayudan a preservar su democracia.
La política interior del siglo XX en Grecia ha sido muy convulsa, se han intercalado períodos republicanos (1923-35) con monárquicos e incluso con dictadura militar (1967-74). Al poco de finalizar la II Guerra Mundial estalló en Grecia una guerra civil entre pro-comunistas y pro-aliados, y vencieron estos últimos, lo que provocó el exilio de los comunistas griegos. Tras el fin de la dictadura de los Coroneles se reinicia un nuevo período republicano, que traerá consigo políticas de reconciliación nacional, paz y prosperidad. Karamanlís fue un político brillante que tiene en su haber, el suprimir la celebración de la victoria sobre el bando comunista a finales de los 40 en la guerra civil, el permitir y alentar el regreso de los comunistas exiliados y sobre todo su empeño por entrar en la CE, acto que se vio recompensado con la firma del tratado de adhesión en 1981.
La democracia griega gira desde su consolidación en torno a un bipartidismo, Nueva Democracia y PASOK se alternan en el poder. Durante el mandato del PASOK en los 80 se produjeron importantes reformas sociales como la implantación de un sistema
sanitario público o la supresión del delito de adulterio, entre otras.
Sin duda, el mayor peligro para la estabilidad del Estado griego es su precariedad económica-financiera. Las crisis económicas se sufren en mayor medida, dada la escasa capacidad productiva del país. El desempleo y la inflación crecen por encima de la media europea y distorsionan la política, ya que las crisis provocan la entrada de personalidades infructuosas en las organizaciones políticas, es el caso de Mitsotakis, que en los 90 llegó al poder y privatizó el sector público en aras de reducir el déficit.
La evolución de la Lengua tiene una importancia decisiva en la periodización de la literatura griega, porque los diversos usos de la lengua –culta, popular, “katharévusa”– forman hitos, que marcan movimientos literarios. Podemos distinguir, de forma resumida, tres etapas: literatura griega antigua, bizantina o medieval y neohelénica; las dos últimas se consideran un todo indivisible, ya que se admite que la literatura popular bizantina constituye el origen de la literatura neohelénica.
Partiendo del “Digenís Akritas”, poema épico de la segunda mitad del siglo XI, se pueden establecer los siguientes períodos:
Período medieval: del “Digenís Akritas” a la caída de Constantinopla en 1453.
Período renacentista: de 1453 a la caída de Creta en 1669.
Del siglo XVIII hasta la Guerra de la Independencia, período marcado por el desarrollo de la Ilustración y el deseo de crear un Estado griego.
La segunda mitad del siglo XIX viene marcada por los diferentes usos lingüísticos. En el campo de la literatura se distinguen: la Escuela Heptanasiota, que cultiva la tradición cretense y la popular bizantina; en el Estado griego se mantiene la tradición fanariota de época turca; mientras que los poetas escriben en “katharévusa”. La Generación de 1880, representada por Palamás, Psijaris... introduce la “dimotikí” en la literatura culta, fusionando ambas tradiciones.
Tras un período marcado por sucesivas guerras, surge la Generación de los 30, de la que forman parte Elytis y Seferis, que abre un nuevo período cuya influencia aún perdura. El fin de la II Guerra Mundial trajo consigo unos aires de renovación literaria, que se vio influenciada por el existencialismo y la experiencia traumática de la guerra, que desembocó en nuevos movimientos literarios.
El marco histórico que encuadra a la literatura griega de los períodos anteriormente descritos, comienza con la división definitiva del Imperio Romano en dos mitades, Occidente y Oriente. Este último tenía por capital Constantinopla, por lo que ha pasado a la historia con el antiguo nombre de la ciudad, Bizancio, denominándose Imperio Bizantino.
Durante los siglos V-VIII, el Imperio Bizantino se vio sometido a la presión de los pueblos “bárbaros”, pero, al contrario que Roma, no sucumbió ante estos. Logró mantener su pujanza frente a los invasores hasta que en 1204, los componentes de la IV Cruzada saquearon Constantinopla. Tras este duro golpe el Imperio subsistió gracias a su capacidad económica y diplomática, hasta que cayó en manos turcas en 1453.
La dominación turca duró varios siglos y provocó cambios en la sociedad griega; entre otros, se vieron afectados los ámbitos religioso, militar y administrativo. Los turcos garantizaron la libertad del culto cristiano y respetaron al patriarca griego. Hacia 1530 los turcos crearon un cuerpo de élite militar formado por niños cristianos. A cada familia griega se le quitaba el quinto hijo cuando tenía entre seis y siete años, no se les permitía casarse y convivían en una especie de hermandad militar, se les llamaron los jenízaros. En la Administración, los turcos mantuvieron una política que permitía a los griegos acceder a altos cargos como el de “Dragomán”, especie de Ministro de Interior.
A lo largo de los siglos de dominación turca, el pueblo griego recibió ayuda militar extranjera, en especial de genoveses, venecianos y españoles; pero no consiguieron liberarse del yugo turco hasta que, en el siglo XIX, Grecia se convirtió en un escaque más dentro del Gran Juego. Las potencias extranjeras con Rusia, Inglaterra y Francia a la cabeza decidieron desmembrar el Imperio Turco y repartirse sus riquezas. Alentaron el nacionalismo griego, crearon academias para generar un cuadro de mando que pudiera comandar al ejército popular griego, les concedieron una armada... y finalmente en 1821 comenzó la Guerra de Independencia. La intervención extranjera fue decisiva hasta el punto de que los pro-rusos nombraron al Presidente, los pro-ingleses pusieron al frente del ejército a oficiales ingleses y los pro-franceses redactaron la Constitución. Tras la victoria en 1829, Grecia experimentó un período de prosperidad en lo económico, aumentando el comercio y multiplicando su población. Pero siguió manteniendo su inestabilidad política tanto interna como externa, algo que parece ser una constante en la historia griega. Internamente las diferencias políticas llevan al asesinato del Presidente Kapodistrias, lo que conlleva en 1832 la llegada de una monarquía: Luis I de Baviera aceptó el trono para su hijo Otón, cuyo origen evidencia las concesiones a las potencias extranjeras. La política exterior se vio condicionada por la inestabilidad de las fronteras, y Grecia participa en las Guerras Balcánicas con la intención de expansionarse. En la I Guerra Mundial se adhirió al bando de Inglaterra, lo que le benefició en el reparto de las islas del Egeo y otras concesiones. Esta política expansionista tuvo su apogeo en 1922, cuando el rey Constantino ordenó la invasión de Turquía, pero lo hizo sin la venia de los Aliados; obviamente, las tropas griegas fueron derrotadas y Esmirna cayó en manos turcas. Este desastre provocó nuevos cambios en las líneas fronterizas: Grecia perdió Asia Menor, la parte norte del Epiro, Chipre pasó a ser colonia británica y las islas del Dodecaneso permanecieron bajo control italiano.
La inestabilidad fronteriza ha sido una constante sangría de recursos humanos y materiales para Grecia a lo largo de su historia y aún hoy{,} sigue siéndolo. Tras la firma del Tratado de París en 1946, las fronteras quedaron fijadas en Europa y parecía que por fin quedaba resuelto uno de los más graves problemas de Grecia. Pero con la llegada de la dictadura militar en 1967 se produjo una nueva política expansionista, que llevó a la invasión de Chipre por parte griega, hasta entonces en esta isla convivían griegos y turcos amistosamente, Turquía reaccionó invadiendo parte de la isla, que aún está bajo su soberanía. Grecia sigue manteniendo conflictos fronterizos con Turquía, por su obstinación en declarar bajo su soberanía las aguas en torno a sus islas, ampliando su radio de seis a doce millas marítimas, lo que comportaría la conversión del Mar Egeo en un lago griego, algo que Turquía jamás permitirá. También con la desintegración de la antigua República de Yugoslavia en los años noventa, se volvió a vivir una crisis política, que casi acaba en guerra. Por suerte todas estas tensiones fronterizas se ven mitigadas por la pertenencia de Grecia a organismos como La Unión Europea, La OTAN, La ONU, que aplacan los ánimos expansionistas griegos y les ayudan a preservar su democracia.
La política interior del siglo XX en Grecia ha sido muy convulsa, se han intercalado períodos republicanos (1923-35) con monárquicos e incluso con dictadura militar (1967-74). Al poco de finalizar la II Guerra Mundial estalló en Grecia una guerra civil entre pro-comunistas y pro-aliados, y vencieron estos últimos, lo que provocó el exilio de los comunistas griegos. Tras el fin de la dictadura de los Coroneles se reinicia un nuevo período republicano, que traerá consigo políticas de reconciliación nacional, paz y prosperidad. Karamanlís fue un político brillante que tiene en su haber, el suprimir la celebración de la victoria sobre el bando comunista a finales de los 40 en la guerra civil, el permitir y alentar el regreso de los comunistas exiliados y sobre todo su empeño por entrar en la CE, acto que se vio recompensado con la firma del tratado de adhesión en 1981.
La democracia griega gira desde su consolidación en torno a un bipartidismo, Nueva Democracia y PASOK se alternan en el poder. Durante el mandato del PASOK en los 80 se produjeron importantes reformas sociales como la implantación de un sistema
sanitario público o la supresión del delito de adulterio, entre otras.
Sin duda, el mayor peligro para la estabilidad del Estado griego es su precariedad económica-financiera. Las crisis económicas se sufren en mayor medida, dada la escasa capacidad productiva del país. El desempleo y la inflación crecen por encima de la media europea y distorsionan la política, ya que las crisis provocan la entrada de personalidades infructuosas en las organizaciones políticas, es el caso de Mitsotakis, que en los 90 llegó al poder y privatizó el sector público en aras de reducir el déficit.
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