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martes, 25 de enero de 2011

HISTORIA ANTIGUA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: LOS ÍBEROS


Lectura del libro “Los Íberos”
Autor: Dr. Antonio Arribas
ISBN 84-209-0315-9
Primera edición: Septiembre de 1965
Editorial: AYMÁ, S.A.

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objetivo realizar un análisis de la obra “Los Íberos”. Se trata de un ensayo escrito por el Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Granada, Doctor Antonio Arribas, sobre un pueblo tan desconocido como apasionante, los íberos.
Siguiendo las orientaciones educativas del Catedrático en Artes y Humanidades de la Universidad de Almería, Doctor José Luis López Castro, el trabajo comienza con un resumen del contenido del libro, en el que se exponen las ideas y argumentos principales, que el autor de la obra ha estimado oportuno expresar.
Tras el resumen y exposición de ideas contenidas en el libro, se realiza un repaso a las fuentes documentales usadas en la confección del ensayo; así como de la bibliografía citada por el autor.
RESUMEN DE LA OBRA “ LOS ÍBEROS”
La obra se estructura en diez capítulos en los que se hace una introducción a la vida, arte y cultura íberas. En el primero de ellos Antonio Arribas comenta lo incierto del origen de los pueblos íberos, a los que adjudica un probable origen africano y hace la observación de que a pesar de las diferencias culturales de los distintos pueblos, estos conforman una unidad desde el punto de vista lingüístico; no así en lo que se refiere a su modo de vida, ya que se diferencian distintos usos sociales dependiendo de si son pueblos de interior, que conforman sociedades autárquicas y jerarquizadas con una economía basada en la ganadería, y pueblos costeros, donde la organización social es más compleja: hay diferenciación y especialización del trabajo y sobre todo contacto con otras sociedades por medio del comercio. El autor distingue tres zonas de hábitat: Meseta, Levante y Andalucía.
En el segundo comenta las diferencias geográficas entre las zonas señaladas.
El tercer capítulo titulado, Formación de los pueblos íberos, hace un repaso al origen y mezcolanza de los distintos pueblos que mantuvieron contacto con los autóctonos en la antigüedad, según el autor desde el neolítico se observa una unidad cultural de los autóctonos que habitaban en la península ibérica, que se fue transformando y diferenciándose por contacto con otras culturas: orientales (fenicias y griegas) , célticas (Martínez Santa Olalla aboga por una intrusión céltica) , púnica y romana.
El siguiente capítulo comenta como vivían los íberos: habitaban en viviendas rectangulares con zócalos de piedra, paredes, por lo general, de adobe y cubiertas de ramaje. Poseían escaso mobiliario, por las tumbas se deduce que las viviendas tenían hornacinas, vasares volados usados como armarios, tablas y ramas cubiertas con jergones que usaban para descansar. Tenían un conjunto de aperos de labranza amplio como: carretas, arados, yugos, hoces, azadas y diversas herramientas como hachas, sierras... además, por las pinturas y vasijas sabemos que se deleitaban cazando y luchando. En referencia al vestido, comenta que el lino era usado por nobles mientras que los no privilegiados usaban la lana para su confección. El calzado era de cuero o de esparto y les gustaba adornar sus cuerpos con elementos de joyería como los torques, las pulseras, los pendientes, etc.
El capítulo quinto advierte que los oppidum ibéricos se construyen sobre cumbres de colinas de fácil defensa, por la naturaleza del lugar, si bien ésta se reforzaba por medio de murallas, que en ocasiones, como es el caso de Ullastret, alcanzan los cuatro metros de altura, realizada con sillares de piedra y que posee torres circulares y rectangulares cada treinta metros.
El sexto se titula, Vida social y comercial, y en él se ofrece una vista al modo de explotación de los recursos por los distintos pueblos. Comienza hablando del valle del Guadalquivir, donde la monarquía tartésica mantenía un férreo control sobre la explotación y comercialización de los recursos, sobre todo mineros, comenta que este control fue decayendo y fragmentándose hasta su desaparición y reemplazo por los turdetanos, que explotarán agrícolamente la zona por medio de latifundios que eran trabajados por asalariados o esclavos. En esta pirámide social destacan los comerciantes y navieros que pueblan las zonas costeras, que se enriquecieron con el comercio y se mezclaron con facilidad con los pueblos autóctonos, en especial, los fenicios con los tartésicos. La minería genera grandes ingresos a los propietarios de minas turdetanas, que son explotadas por asalariados y esclavos, en menor medida.
En la zona de Levante no existe un poder central, sino que se establecen alianzas locales. A partir del siglo II a.c. los príncipes reciben su potestad de la Asamblea. Este tipo de asambleas es de influjo griego y posibilitó la expulsión de los reyezuelos de la ciudad de Sagunto y el establecimiento de un senado. En la zona del Valle del Ebro, dominada por los ilergetes, presenta una estructura de poder basada en la usurpación, los caudillos militares se suceden en el mando. En Cataluña son simples cabezas de familia que representan a sus pueblos, se encuentran en un estado social y económico indiferenciado por la falta de riqueza a repartir.
La base económica del mundo íbero la conforman: la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería y el comercio.
En el capítulo séptimo, el autor realiza un comentario sobre la religión y el ritual. Posee un fondo y una forma mediterránea, tenían un culto astral, solar y lunar en promontorios e islas. Se desconoce el nombre de sus divinidades, realizaban ofrendas a sus dioses en santuarios, estos muestran el sincretismo propio del pueblo íbero, hay culto a deidades como Astarté, Melkart, Artemis, Zeus ... e incluso cultos totémicos como hacia el toro. La función de los santuarios fue diversa: política, social, artística, comercial. En cuanto al ritual funerario, Antonio Arribas comenta la ritualización de los campos de urnas, que consiste en la incineración en vasija del cuerpo del finado, al que se le rodea de ofrendas y ajuar, siendo enterrado en un hoyo. Distingue tres tipos de campos: los íberos, se entierran sin establecer un orden predeterminado; los pobladores de la Meseta, forman calles en la disposición de las urnas; en Andalucía, se añade un túmulo.
En los restantes capítulos se comenta el arte íbero y se lo tilda de imitativo, pues se considera que no es un arte innovador, sino que copia formas de otras culturas; de modo que se distinguen tres etapas: griego provincial V-III a.C.; desarrollo indígena bajo influencia oriental III-I a.C. y romano provincial I a.C.-IV d.C.
Los rasgos de su escultura arquitectónica denotan su influencia jonio-oriental en restos arqueológicos como un capitel de Elche, que presenta una decoración de palmeta con volutas inferiores inscritas en arco. Es relevante el número de esculturas zoomórficas, como “La Bicha de Balazote”. Referente a la escultura antropomórfica, el autor comenta que la estilización de cabellos y ojos, así como de paños, señalan su origen oriental. Entre las representaciones predominan los guerreros a pie o a caballo, armados y vestidos con túnicas. Estas obras se modelan en arcilla, piedra, metal.
La cerámica íbera se modela usando unas arcillas claras, amarillentas o rosadas, de textura porosa y, en ocasiones, paredes muy finas, que están elaboradas a torno. Sus formas imitan a las griegas y púnicas, su particularidad reside en el uso de oxido de hierro o manganeso que sobre el fondo, liso o cubierto con una capa de engobe claro o pintura blanca, tomaba un color rojo vinoso en la decoración de sus cerámicas. Aunque el procedimiento es común en el Mediterráneo, lo característico es la riqueza y variedad de los temas decorativos: bandas y líneas, metopas, semicírculos y cuartos de círculos concéntricos, rombos, estilización de aves y peces, decoración vegetal y humana.
Se reconoce un estilo y técnica indígena en el arte del metal, aunque buena parte de los temas y formas de las joyas prerromanas proceden de una tradición oriental. La habilidad de joyeros y toreutas del Sur peninsular consistió en amalgamar las corrientes orientales y célticas en una síntesis que dio como resultado un arte singular. Destacan dentro de esta corriente orientalizante, joyas como las que componen el tesoro del Carambolo: 21 piezas de oro repujado de excelente factura, en el que se distinguen grupos decorativos tales como rosetas y semiesferas, escamas, aros y semiesferas rehundidas. Sobre los motivos y técnicas tartésicas, descritas en el tesoro del Carambolo, aparecen en el siglo V a.C. los nielados y repujados célticos, en especial, en broches y falcatas.
Las principales ideas expuestas por el autor en su obra pueden resumirse en :
1ª Probable origen africano de los pueblos íberos.
2ª La sociedad tartésica e íbera sufre un proceso de transformación al entrar en contacto con culturas del Mediterráneo Oriental, lo que se conoce como orientalización.
3ª Se distinguen tres áreas geográficas de diferenciación cultural, si bien se esgrime la unidad basándose en criterios lingüísticos, estas áreas son: Andalucía, Levante y NE peninsular.
4ª Los íberos son amantes de la guerra y muy religiosos.
5ª Escasa capacidad autóctona para la innovación cultural.
Las fuentes clásicas utilizadas por el autor para la realización de la obra, son en su mayoría greco-romanas, destacando: Veleyo Patérculo, Porcio Catón, Pseudo-Scilax, Diodoro, Marcial, Tito Livio, Salustio, Eratóstenes, Estrabón, Escimno, Avieno, Hecateo, Polibio, Philistos, Eforo y Posidonios. También recoge información de estudios realizados por otros investigadores, en su mayoría, españoles tales como: P. Bosch Gimpera, M. Almagro, I. Ballester, J. Camón, E. Hernández Pacheco, A. Beltrán, A. García Bellido, C. Sánchez Albornoz, J. Caro, J. M. Blázquez..... además de investigadores españoles, Antonio Arribas utiliza para realizar su estudio, obras de autores extranjeros como: A. Schulten, L. Pericot, P. Dixon, E. MacWhite, C. Hawkes, H. Sandars, W. L. Hildburgh..... en general, la bibliografía utilizada por A. Arribas, aun siendo extensa, resulta a nuestros ojos obsoleta; pues contiene unos puntos de vista que con el desarrollo de posteriores investigaciones se han visto desacreditados, tal es el caso de la obra de A. Schulten.
Tras la lectura del ensayo, he de comentar que personalmente encuentro ciertas deficiencias en el mismo. Para empezar, la obra carece de documentación gráfica que permita una correcta comprensión de los términos que se describen; habría sido muy interesante que el autor hubiese incluido en los diferentes apartados de la obra un conjunto de mapas e imágenes que permitieran observar, en mayor medida, las diferencias culturales por las que el autor divide en tres áreas geográficas los pueblos íberos: Andalucía, Levante y NE Peninsular. También es relevante la carencia de esquemas cronológicos, el autor debería haber hecho un esfuerzo mayor para hacer comprensible su estudio de los íberos y creo que la impresión visual de los mapas y esquemas cronológicos ayuda muchísimo a generar un marco crono-espacial, que favorece la compresión de los datos que se quieren transmitir. He de subrayar también que estoy en desacuerdo con el planteamiento general de la obra, que presenta en su confección un esquema difusionista, que minusvalora la actividad de la sociedad íbera, a la que presenta como incapacitada para el desarrollo de actividades políticas y culturales. Da la impresión de que todo lo que ocurre en Iberia es producto de la entrada en contacto con las culturas orientales, todo es producto de la llegada de griegos y fenicios a la península; sin menos cabo de que ese contacto provoca cambios en las sociedades íberas, personalmente valorizo el que es la sociedad íbera quien realiza esos cambios dentro de su proceso histórico. Además hay en el autor cierta tendencia a presentar a los íberos como guerreros y agricultores religiosos, lo que quizás está en consonancia con el pensamiento político impuesto en España en la fecha de edición del libro 1965. 

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